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Uno de los problemas contemporáneos de la antropología tiene que ver con la práctica humana del habitar

Enviado por   •  28 de Abril de 2018  •  2.265 Palabras (10 Páginas)  •  453 Visitas

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Ingold propone que las formas del paisaje no solo se reconocen por el patrón de las huellas que el hombre ha dejado a lo largo del tiempo, sino que también estas son improntas que surgieron en el mismo movimiento que produce el pie para dejar huella. Entonces, “taskscape” no es otra cosa que escuchar el entorno de intervención humana sobre el espacio a lo largo del tiempo. El paisaje y el taskscape presuponen la presencia de un agente que observa y escucha, el taskscape debe ser poblada con seres que son agentes que recíprocamente actuán hacia atrás en el proceso de su propia vivienda. En otras palabras, la taskscape existe no solo como actividad sino como interactividad (Ingold, 1993: 167).

El taskscape propone escuchar las voces de los toros pero también de las personas que caminan por las calles o viajan en el transporte público; implica oír las construcciones arquitectónicas que están allí dando testimonio de nuestra existencia, la que vivimos untándonos de ellas. Es decir, pensar el taskscape implica dejar de ver la obra grabada en el lienzo para formar parte de ella, no como observadores del óleo sino como personajes de él; como lo hace Velásquez en sus Meninas.

La relación entre arqueología y antropología es la metáfora de la temporalidad del espacio. La vida humana es un proceso que implica el paso del tiempo, este proceso también es el proceso de la formación de los paisajes en los que los pueblos han vivido (Ingold, 1993: 154). Antes de la llegada de los europeos a suelo de la actual Bogotá, la Carrera Séptima era un primitivo camino de herraduras que serpenteaba el borde oriental de la ciudad, tan solo a algunos metros de la falda de los cerros, comunicaba a los nativos primero: con el poblado de Usaquén, luego con Zipaquirá y finalmente con Tunja. El paisaje actual de San Diego constituye un registro perdurable, las edificaciones a las cuales me he referido, son testimonio de la vida y obra de generaciones pasadas que han vivido en ellas y al hacerlo han dejado su impronta en ellas (Ingold, 1993: 154-155).

La temporalidad es otro de los conceptos centrales en la obra de Ingold. La temporalidad no es cronología a diferencia de la historia, y no es historia en contraposición a la cronología (Ingold, 1993: 163). No es un sistema de intervalos de tiempo ni de los eventos que han tenido lugar, tampoco es una serie de eventos que pueden ser fechados en la línea del tiempo; tanto el tiempo y la historia están involucrados en una relación eterna de oposición: el tiempo es el escenario habitual de los caprichos de la historia (Ingold, 1990: 163). El concepto de temporalidad de Ingold no entiende la oposición clásica entre tiempo y espacio sino que se inscribe en la idea de un tiempo y una historia diferente: El tiempo social.

La temporalidad como tiempo social es la fusión de las experiencias humanas. Fusiona la experiencia de quienes, en sus actividades, llevan adelante el proceso de la vida social. Tomados en conjunto, estas actividades constituyen lo que llamaré el taskscape (Ingold, 1993; 167). Por último, Ingold afirma que el paisaje no es espacio; el espacio pone el acento en la forma, es decir en el cuerpo y no en la función de la criatura vital. El espacio es una realidad material que está por fuera de la experiencia de la vida, es de orden natural. El orden de la naturaleza del espacio es explicar, en tanto, el orden del paisaje es implicar. La esencia del paisaje es vivir las relaciones con los otros y a través de vivir en ella, el espacio se convierte en una parte de nosotros, tal y como somos un parte de otra parte, lo que pasa por su componente humano es otro componente humano (Ingold, 1993: 165). Finalmente, la reconceptualización que hace Ingold del paisaje y la temporalidad lo conducen a proponer el taskscape. La clave conceptual paisaje-temporalidad, afirma Ingold, es inherente al patrón de actividades de la vivienda, el paisaje se relaciona con el taskscape.

En El forrajero Óptimo la tesis de Ingold parte del supuesto que el cazador y recolector humano además de ser una especie de hombre económico también es una especie de forrajero óptimo. El hombre económico ejerce su razón en la esfera de la interacción social, y al hacerlo avanza en cultura o civilización, contra el fondo de una naturaleza intrínsecamente resistente. En cambio, la racionalidad del forrajero óptimo es ubicada en el corazón mismo de la naturaleza, mientras que el dominio específicamente humano de la sociedad y la cultura es visto como fuente de un sesgo normativo externo que puede ser casusa de que el comportamiento se desvíe del óptimo. Ingold se opone a la tendencia de la “ecología humana evolucionista” neodarwinista, pues esta considera que el comportamiento forrajero de los cazadores y recolectores humanos, igual que el de sus equivalentes no humanos, es entendido como la aplicación en contextos ambientales específicos de reglas o decisión. Es decir a través de “algoritmos cognitivos” que operan como reglas de decisión. La idea de los “algoritmos cognitivos” es central en la tesis de Ingold y la asumen a diferencia de la “ecología humana evolucionista, como la fuerza y utilidad con la que los cazadores y recolectores humanos logran adquirir sus recursos. Finalmente, concluye que la ecología humana evolucionista enfrenta el problema de entender la morfología y el comportamiento realmente surgen a través de una historia de relaciones entre los organismos y el medio ambiente, como lo requiere una perspectiva realmente ecológica, entonces es imposible atribuirlos a una especificación de diseño anterior que se importa al contexto ambiental de desarrollo (Ingold, 1996). Ahora bien, si la naturaleza es el teatro de los forrajeros primitivos y la cultura la del hombre económico quiere decir que la dicotomía a la cual se refiere Philippe Descola, entre naturaleza y cultura sigue siendo también preocupación de la ecología humana evolucionista

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