ÉTICA JURÍDICA EN EL EJERCICIO PROFESIONAL
Enviado por Mikki • 8 de Febrero de 2018 • 15.580 Palabras (63 Páginas) • 477 Visitas
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4.1.- Principio de servicio a la justicia y al derecho justo[1]
El jurista es un servidor de la Justicia a través del Derecho; es decir, su fin es la Justicia, para lograrla emplea los medios que el Derecho le provee. Esto es acorde a la propia esencia del Derecho, que corresponde al qué quiere analizado en el apartado de la cosmovisión jurídica; es decir, si su objetivo primordial es alcanzar la justicia, entonces generará los medios acordes, coherentes y propicios para alcanzarla. De tal esencia se desprenden los Valores Jurídicos como objetivo del Derecho, comenzando por la justicia, interrelacionada con los demás valores: libertad, igualdad-equidad, seguridad jurídica, solidaridad, verdad, paz, bien común, etcétera[2].
Los principios deontológicos enlazan estos valores jurídicos con las normas que establecen los códigos profesionales; por ello pueden considerarse como principios de intermediación entre los valores propios de la esencia ética del Derecho con los valores propios de las normativas profesionales de los juristas. Por ello, el primer principio de la deontología jurídica es el de servicio a la justicia y al derecho como medio de alcanzarla, es decir, el derecho justo. Los juristas tenemos a este principio como base del deber profesional; de manera que en cualquier ámbito que se desenvuelva nuestra carrera se mantenga el compromiso con el Derecho, ya que el mismo es guiado por su aspiración de justicia (como el concepto de Derecho como Determinación de la Justicia).
Mucho se ha escrito acerca de la relación entre la Justicia y el Derecho. Si acudimos a la misma etimología de la palabra, se observa que ius se desprende de iustitia, por lo que el Derecho corresponde a una parte de la Justicia: aquella que se ha institucionalizado por ser el mínimo ético indispensable para que la sociedad se organice de manera armónica y, por ello, ha adquirido la fuerza pública del Estado conformándose sistemas normativos obligatorios (Del Vecchio, Campillo Sáinz), así como la profesionalización por la que se ha vuelto ciencia, filosofía, técnica y arte de los juristas (Villoro Toranzo) que se desempeñen en los distintos campos del Derecho: abogados, jueces, legisladores, servidores públicos, fiscales, investigadores, doctrinistas, etcétera.
Ulpiano nos recuerda a los juristas lo siguiente: “Conviene que el que ha de dedicarse al derecho conozca primero de dónde proviene la palabra ius (derecho). Llámese así de iustitia (justicia), porque, según lo define elegantemente Celso, es el arte de lo bueno y de lo equitativo”[3]. También a Ulpiano debemos la recopilación de la clásica definición de justicia: “la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno su derecho”; a lo cual agrega: “los preceptos del derecho son éstos: vivir honestamente, no hacer daño a otro, dar a cada uno lo suyo”[4]. Es decir, en su compilación del Derecho de la antigüedad latina, Ulpiano refiere cómo se determinaba la justicia como un valor jurídico que le establecía al derecho tres preceptos primordiales: actuar con honestidad, no dañar y entregar a cada quien lo que le corresponda. En cuanto al primero, la honestidad se relaciona con el valor jurídico de la verdad; respecto al segundo, con el de la paz y bienestar general; pero, ¿qué es “lo suyo”?
Para encontrar lo que corresponde a cada situación, a cada persona, a cada conflicto que el Derecho debe resolver, la Justicia ha de revelarse conforme a la situación concreta. A lo largo de la historia de la humanidad la definición indicada por Ulpiano, por su amplitud inherente, se puede ir aproximando los ideales de justicia. Así, partiendo del fundamento del Derecho, el ser humano en su esencia y en su contexto (esencia historizada de Beuchot), se puede determinar conforme a valores y principios[5], de acuerdo a lo que la situación particular exige para lograr la justicia en el caso concreto. La amplitud de la definición señalada tiene otra virtud: se ha ido enriqueciendo conforme el conocimiento de la esencia humana, como individuo social imbricado en su contexto del aquí y el ahora, ha avanzado; y, por ello, el Derecho ha ido evolucionando hacia formas más elevadas de dignidad y justicia. La abolición de la esclavitud, las libertades fundamentales y políticas democráticas, las garantías sociales (trabajo, salud, vivienda, educación, etc.), las sucesivas generaciones de derechos humanos, son ejemplos de ello. Desgraciadamente, también ha involucionado cuando prevalece un conocimiento erróneo o manipulado de la esencia humana y su contexto, sea para favoreces intereses egoístas perversos o por mera ignorancia.
Couture, en su obra clásica Los mandamientos del abogado, nos dice que en el Derecho hay otros valores, pero el que lo define esencialmente es el de la Justicia. La justicia nos manda tratar igual a los iguales y de manera proporcional a los desiguales para acercarlos; condensa la libertad y la seguridad para armonizar el ejercicio de facultades y obligaciones; guía las aspiraciones sociales hacia el bienestar compartido que sólo se alcanza con la solidaridad comunitaria. Además, la justicia va ensanchando su significado de acuerdo a los afanes de la humanidad, y, como ya vimos, el Derecho, como ciencia y como sistema normativo, se va enriqueciendo para lograr la efectiva evolución positiva de las sociedades en el mundo.
En el ser humano hay una permanente sed de justicia, y es en el jurista, por sus conocimientos y su vocación, en quien recae procurar que el Derecho avance hacia la aplicación de la justicia que, como valor perfectible en nuestra humanidad, debe ir mejorando hacia soluciones más justas. Recordemos que profesión viene de la palabra profesar, es decir, una convicción profunda del ser que se proyecta en todo su hacer; así el Derecho con su finalidad de Justicia es la convicción profunda del jurista y debe manifestarla en todas sus acciones.
4.1.1.- Oposición a normativas jurídicas injusta para lograr la evolución del Derecho
La justicia como valor esencial del Derecho y principio supremo de los juristas, nos trae implícitos los deberes de oponernos a la injusticia en el mismo para de buscar su transformación que lo acerque más a lo justo. Uno de los problemas más graves del jurista es determinar cuándo una normativa del derecho positivo es injusta. Al respecto, mucho se ha discutido sobre la validez de una de las fuentes formales del Derecho, la Ley; quizá por el modelo del positivismo formalista que la consideraba casi como un sinónimo de Derecho, o, tal vez, por la constante experiencia de abogados y jueces que en su ejercicio profesional han encontrado legislaciones injustas. Complementando con
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