Cómo llegar a la luna de Christian Müller
Enviado por Eric • 29 de Noviembre de 2017 • 2.759 Palabras (12 Páginas) • 515 Visitas
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—Si quieres —levanta los hombros —, pero probablemente no alcances pastel.
Y lo que dice tiene mucha razón, así que me pongo de pie en un segundo y camino a la fila, donde hay siete personas con sus bandejas en una mano y bebidas en la otra.
Me formo, y veo a mi alrededor: hay bastantes mesas, en cada una de ellas seis personas —promedio —, muchas comen con la boca abierta, y algunas otras con los codos sobre la mesa —lo cual considero de mala educación —; otros casi gritan contando sus anécdotas en los partidos de fútbol y las chicas ríen sin parar. Un lugar bastante regular, supongo.
—Siguiente.
La voz de la cocinera me vuelve a sacar de mis pensamientos; que rápido pasa el tiempo cuando pienso y profundizo.
Le doy mi bandeja y me sirve la última porción de pastel de chocolate, exquisitamente grande a mi parecer. Tomo un tenedor, dos servilletas y camino a mi mesa donde, para mi sorpresa, están dos compañeros míos, aparte de Jared.
—Hola chicos —los saludo cuando llego. Alex se está devorando la mitad de su hamburguesa y Erick come una ración de ensalada de manzana, que también se ve bastante buena, pero él la trae de su casa. Le da asco la comida que se sirve aquí, y aunque no toda es buena, hay exclusiones.
—Adivinen quién tiene novia —dice Alex con cuando aún está masticando su comida.
Hago un pequeño gesto y traga, para volver a preguntar:
— ¿Saben quién se le declaró a Gissel hoy por la mañana?
Jared abre los ojos, y Erick los rueda.
—Te dije que no dijeras nada —dice este último.
— ¿Y qué pasó? —interroga Jared.
—Me dijo que sí.
En sus ojos se ve reflejado un pequeño brillo peculiar, lo cual quiere decir que se siente bien por eso, y la sonrisa que se esboza en su rostro delata que se ha sonrojado porque Alex le da golpecillos con el codo repitiendo el nombre de Gissel.
—Te deseo lo mejor, amigo —anuncia Jared.
—Gracias —dice entre risas nerviosas.
Estoy por decir algo que, para ser sincero, no le gustará y se sentirá un poco mal por mi realidad contra su expectativa, así que me limito a decir:
—Felicidades —le digo, sin mirarlo, y vuelvo a mi pastel.
Ellos siguen hablando y dándole consejos a Erick sobre cómo tratar a su segunda novia en su vida. Para ser sincero, es una persona ligeramente atractiva, pero un poco distraído. Es callado y a veces un poco pesimista, pero la mayoría de las veces está de buen humor, y lo transmite a todo el que está en un radio cercano a él de cinco metros. Aparte su risa es contagiosa, y es muy graciosa cuando está nervioso.
No conozco muy bien a Gissel, porque no está en alguna de mis clases conmigo, pero la he visto con mi compañera de equipo en física, Alicia. Es castaña, de la mista estatura que Erick, alegre y vanidosa.
Aunque también sé que conociendo a mi amigo un poco más de lo normal, y sabiendo cómo podría ser Gissel en determinados casos, como cuando le dan tics a Erick, durarán, a lo mucho… tres meses. Cuatro y exagero.
—Harry, iremos a recepción —me avisa Jared —, ¿vienes?
Miro lo poco que me queda de pastel, y me lo acabo de un bocado. Me levanto de la mesa y tomo el agua que está a la mitad y fue abandonada por Alex, quien se ha adelantado. Riego al pequeño cactus y llevo la bandeja a su lugar.
CAPÍTULO DOS
Los chicos han entrado a recepción hace algunos minutos; los estoy esperando aquí, afuera de la oficina concurrida donde hay como quince alumnos formados en dos líneas paralelas frente a las dos recepcionistas. Están ahí pagar el curso extracurricular de alemán que llevan. Yo estoy exento en esa asignatura regular, así que no tengo porque cursarlo. Y la verdad estoy aquí afuera, sentado en una banca con dos espacios disponibles —bueno, ahora sólo uno, porque mi mochila ocupa un espacio —, es porque no me gusta estar en un espacio cerrado, sin ventilaciones o corrientes de aire fresco, apretado entre esos chicos que no pagan a tiempo. ¿En serio tengo que aguantar esto?
— ¡Harold! —grita una voz femenina que reconocería en cualquier lado.
Sonrío y veo a Alicia Adams, mi compañera de equipo en Física; un gran cerebro y una grandiosa chica.
—Hola —la saludo con un beso en la mejilla y se sienta al lado de mí (para esto quita mi mochila; astuta) —, ¿cómo estás?
—Hoy no es mi día.
Suelto una pequeña risa y noto que su respiración está muy agitada.
— ¿Tu respiración tiene algo que ver con “no es mi día”? —hago un gesto con los dedos de entrecomillado en eso último.
—Probablemente —se acomoda el cabello del lado izquierdo de su cabeza.
—Deja recupero el aliento.
Adams es mi mejor amiga y la única persona con la que me siento cómodo. Es una persona muy abierta —en todos los sentidos, me consta —. Siempre tiene una alegría que motiva a las demás personas y con ella he compartido muchos momentos a lo largo de la secundaria y parte de la preparatoria. Tiene quince años —uno menos que yo —, y estudia en el mismo nivel académico que yo, por ser “superdotada”.
—… lo cual me parece gracioso porque no hago ese tipo de cosas —menciona cuando vuelvo en sí —, ¿entiendes? —arquea las cejas —. Quiero que me des tu punto de vista, Amstey.
Le gusta llamarme por mi apellido, y es algo que entiendo porque yo hago lo mismo con ella: Adams.
Pero el problema está en que me volví a perder en mis pensamientos y no sé de qué me estaba hablando.
— ¿Podrías repetir eso último? —cuestiono, con lo cual me explicará brevemente todo lo que pasó.
Me empieza a hablar sobre su clase de gimnasia,
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