Cabezas rapadas y cintas argentinas

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En el año 1921 Rosa del Rio es nombrada directora de una humilde escuela de barrio y llegó allí con todo lo que había leído en los libros, con lo que le había contado una amiga que viajó a Europa sobre cómo trabajaban las escuelas allí, su espíritu renovador y sus ganas de cambiar la educación. Enseñaba a los alumnos que en la escuela no aprendían materias carentes de significado, sino que aprenderían cosas que servirían para la vida cotidiana. Mostraba a las maestras cómo dar una clase sin cartilla, sin repetir de memoria y a no esperar que los niños reproduzcan luego lo mismo que ellas recitaron. Que material didáctico se debía usar para que la clase sea más entretenida, que los niños podían aprender en otro espacio que no fuera el salón de clases, debían observar, salir de excursión. Para ella los niños tenían que razonar, sacar conclusiones, poder escribir un resumen, aprender en interacción con material concreto y así encontrar el significado de lo que estaban estudiando.

En 1918 habían comenzado los aires de reforma en Buenos Aires, por supuesto que en Europa desde mucho antes se comenzaba a hablar de la escuela nueva con la crítica a la escuela tradicional, cuestionando: el papel del profesor, la falta de interactividad, el formalismo, el aprendizaje memorístico. Pero acá recién comenzaban a pensar en un posible cambio en la educación. Rosa dice que estaba de acuerdo con la escuela nueva aún antes de saber de ella. Por supuesto que tenía una mirada diferente sobre la educación, tal vez una mirada avanzada para la época en que le tocó vivir. Todas sus ideas la describen como una escolanovista. Estuvo condicionada en su labor por cómo influyó el entorno socio-político en su educación y a pesar de esto, se animó a plantear la educación de un modo diferente, pero hay en su historia como docente dos hechos claros que no coinciden con su perfil escolanovista. Primero una escena en la que ya como directora lleva un peluquero a la escuela para rapar la cabeza de los varones. Y segundo, el desfile en público de sus alumnos con las cintas argentinas.

Si bien en 1921 cuando asume como directora, ya había una corriente democrática de socialistas y libertarios que buscaba un modelo alternativo a la normalización positivista, aún tenían presencia las amenazas higiénicas que dominaban el lenguaje escolar. Posiblemente fue esto lo que llevó a ésta directora a cometer ese acto de rapar las cabezas de los niños: prevenir enfermedades. Algo que en la actualidad sería un hecho totalmente repudiable, por la invasión a la privacidad de aquellos alumnos y hasta se podría pensar que es un acto discriminatorio. Pero en aquella época no tuvo mayor trascendencia que dos o tres madres preguntando en la escuela el por qué y para qué. Entonces, ¿Es realmente cuestionable o condenable lo que hizo Rosa del Rio en esta escena? Es fácil hablar con el diario de mañana en la mano, pero resultaría injusto juzgarla sin pensar en el contexto histórico y social en el que se desempeñaba y si pensamos en ese contexto, ella actuó acorde a la ideología de la época. Así mismo las docentes actuales se desempeñan acorde a la ideología de nuestra época, pero, ¿Quién nos garantiza que dentro de cien años éstas prácticas no serán consideradas, despóticas, discriminatorias o aberrantes?

Las nuevas ideas reformistas se enfrentaban al normalismo pero sin salir de los límites de la burocracia, sin abandonar los rituales que formaban la escuela pública. Los docentes eran patriotas y enseñaban con convicción la historia y aquí puede estar la explicación a las cintas Argentinas que lucieron los alumnos en el desfile de un 25 de Mayo. Esta maestra no buscaba conscientemente homogeneizar a la población escolar, buscaba inculcar en sus alumnos, el amor a la patria que ella sentía, era algo que venía de su interior. Ese patriotismo que también llegó a ella a través de la escuela. Si, la escuela siempre respondió al modelo y exigencias del gobierno en turno, pero no son los docentes quienes deciden el modelo escolar, éste es impuesto por quienes ejercen el poder. No podemos culpar entonces a aquella docente que fue apenas una herramienta en el proceso de civilización y homogeneización ideológica, después de haber sido víctima del mismo. En ese momento maestros, profesores y alumnos vivían la nacionalidad como algo propio.

Aristóteles tuvo una visión dualista, cuerpo-alma. Él hablaba de la existencia del alma dueña de los conocimientos, un alma que habitaba el mundo de las ideas hasta el momento de la encarnación en el cuerpo de un individuo. El alma estaba presa dentro de un cuerpo y para conocer debía recordar, traer de nuevo ese conocimiento que olvidó al entrar en el individuo.

De ese modo se podría pensar a Rosa del Rio quien mostró indicios claros de ser una maestra con ideas innovadoras, con metodologías a veces demasiado modernas, con ganas de cambiar el modo de enseñar, presa dentro de la época que le tocó vivir, de un sistema político que perseguía todo lo contrario, de una ideología educativa que respondía a los intereses gubernamentales. Víctima de un proceso que por momentos logra ensombrecer sus convicciones didácticas. Fue protagonista de la lucha entre sus ideales educativos y el legado de un sistema. Como lucha el alma por recordar los saberes que olvidó al entrar en un cuerpo así luchó Rosa del Rio para llevar a la práctica sus ideas escolanovistas, como si su alma las conociera y estuviesen adormecidas bajo la influencia de un modelo siniestro.

Bibliografía primaria:

Sarlo, Beatriz. (1998). “Cabezas rapadas y cintas argentinas” en La máquina cultural. Maestras, traductores y vanguardistas. Buenos Aires: Ariel

Bibliografía secundaria:

Puigross, Adriana. (2002). “La fundación del debate pedagógico” en Que pasó en la educación argentina. Buenos Aires: Galerna

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