Diálogos entre un numen y tal vez otra Calíope
Enviado por Jillian • 26 de Diciembre de 2018 • 5.331 Palabras (22 Páginas) • 366 Visitas
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-Capítulo 2-
ELLA. —Pasaron varios días de estar escribiendo sin que nadie lo notara, pese a que eso no me afectaba, sentía como si quisiera compartirlo con alguien, no es como si la sociedad se percatara de mi presencia. Siempre he sido de muy pocos amigos, conocidos muchos, en grandes cantidades, pero, amigos no.
Luego me reí de mi misma, no a carcajadas, me creerían loca. Llegué a tomarle una importancia menor a cero, él estaba ahí para mí, mi Numen (reconozco que me gusta más llamarlo así, bajo el seudónimo de “Él” no lo puedo denotar como mío, y nombrarlo me hace sentir que sí lo es, mencionar su nombre me hace sentir comodidad, una buena, no me malinterpreten) y es todo lo que en ese momento me era sustancial; sin él yo no era capaz de hacer lo que tanto amaba, me permitía y aún me permite desahogar todos mis sentimientos, mi conmoción, mi sustantividad a través de algo para lo que estoy llegando a creer que tengo habilidad.
Supe inmediatamente que era un hombre, no sé por qué ni cómo, sólo sé que me fascinaba la idea.
Solía imaginármelo, soñando, y a veces sólo cerrando mis ojos cuando me encontraba sola. Era alto, delgado, sin embargo, robusto; su boca —Inhaló— eran ambos labios del mismo grosor, tan saludables, tentadores (elevaban mis ganas de pertenecerle más que en mente) —exhaló—; tenía ojos grandes, negros, nunca había visto unos ojos así, su mirada te consumía.
Hubo un día que me invitó a sentarme en la cama (piensa que no lo recuerdo, estoy segura, pero, ¿cómo iba a ser posible que fuese una casualidad?, no, lo estuve esperando tan ansiosa), justamente el primer día que comencé a escribir, era bastante posesivo y no niego que me atraía como también llevarle la contraria, era emocionante, en fin, hablo como si estuviera enamorada, es una tontería, imaginar imposibilidades ya se me está haciendo una pésima costumbre.
ÉL. —Por alguna razón empecé a sentir que ocultaba que me quería, quiero presumir que así era, pero no lo sé.
Cada momento que transcurría en ese reloj frente a su cama era crítico, en lugar de estar trabajando en ideas para sus historias, estaba pensando en ella, no sé por qué ni cómo, pero, la imaginaba abrazándome, aun besándome, infiltrándonos uno en el otro, coincidiendo en más de una vida.
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-Capítulo 3-
ELLA. —Ese momento nunca lo olvidaré. Llegó un vecino nuevo a la comunidad, bastante impresionante, no él en sí, sino, la manera en que su físico parecía salido de mi imaginación, una perfecta materialización de Numen, a excepción de que esto era mejor, era real. Era muy extraño verlo ahí, platicando con mis padres. Lo veía a través de la ventana de la sala, ésta es perfecta para ver la calle de enfrente. No hace falta mencionar que la torpeza que te invade cuando es el momento menos oportuno me acompañó justo en ese instante, accidentalmente empujé con mi espalda un jarrón inmenso que conserva mi mamá desde que nos mudamos, el ruido de mi intento de detener que se rompiera contra el piso de cerámica hizo que me descubrieran viéndolos. Me paralicé alrededor de diez segundos, él solamente me sonrió y se fue, ¡Vaya sonrisa!
Traté de establecer una conversación con mis padres sobre él, digo, por pura curiosidad, y no logré nada más que un “Hija, solo vino a presentarse, y a ofrecer sus servicios por si necesitábamos algo, eso, y que vivirá en la casa frente a la cabaña”, sí, no era mucho, sin embargo, fue suficiente para crear un misterio, bastante interesante podría decir.
Intenté también hablar con él, saber dónde vivía antes, no sé, cosas típicas o importantes, como su nombre. Pasé frente a su casa caminando, en bicicleta, en la que me caí por voltear demasiado rápido para huir de lo que resultó ser un gato, empero, no se dio la oportunidad, hasta llegué a pensar que fue partidario de que no sucediera, en fin.
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-Capítulo 4-
ÉL. —Una noche de esas, veía en reloj como siempre, de la nada la escuché suspirar mi nombre, sonreía, y me pareció tan tierno, luego, en cuestión de minutos comenzó a gritar, se movía demasiado y hablaba de amor, creo, estaba tan estupefacto, no sabía qué hacer, y me fui, hallarse allí es diferente a contarlo.
Salí por la ventana y me quedé dormido fuera de su casa en la cabaña de sus padres (una cabaña de un tamaño no muy reducido que tienen hasta la fecha descuidada y de la que no hacen uso, saber los dioses por qué), cuando desperté y me vi, quería gritar, y entendí que sus deseos me convirtieron en lo que se asemejaba a un ser humano, los mismos sentimientos, características comunes: cabello, pies, brazos, cuello, piernas, manos, no obstante, unos ojos de los que estoy seguro nadie gozaba, sabía en ese instante que eran los más adecuados para verla *¡Vaya pecado tener un buen par de ojos!* . Empecé a desearla, desear estar a su lado, desear que me abrazara, que me quisiera, que jamás me dejara ir, jamás, no sólo como humano, como Numen, su Numen.
¡Ay Calíope!, me permito llamarla así porque sus deseos de escribir son los mismos que los de la mismísima diosa, porque además ella lo es, parece ser griega, sus facciones, su manera de expresarse, sus conocimientos, esa intelectualidad, su divinidad. Calíope produjo una copia, y es mía.
Caminé a su casa para presentarme con sus padres y hacerme pasar como su nuevo vecino al que podían recurrir si necesitaban algo, aunque prácticamente lo era. Platicaba con ellos cuando la sorprendí viéndome, solamente respondí sonriéndole y me fui, de nuevo.
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-Capítulo 5-
ÉL. —Una tarde de ese mismo mes, recuerdo que volaban varios pájaros, estábamos adentrándonos al otoño, los árboles se veían majestuosos vestidos ya con sus abrigos, y me la encontré en la calle, ambos caminábamos para respirar, nada más que eso, nos presentamos formalmente, me preguntó mi nombre y por inercia desvié el tema (nunca supimos cómo nos llamábamos). Me comentó de sus escritos y yo no supe que responder así que involuntariamente
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