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“El Alma de la Toga”. Autor: Ángel Ossorio y Gallardo

Enviado por   •  23 de Octubre de 2018  •  2.134 Palabras (9 Páginas)  •  981 Visitas

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De igual forma, el autor presenta una acertada propuesta para que aquéllos chicaneros mañosos sean castigados.

VII. La Sensibilidad.

Dentro del ámbito jurídico, y en la sociedad en general, existe la errónea afirmación “un abogado no debe tener corazón”. Ángel Ossorio la contradice totalmente. Afirma que una persona ajena a las situaciones por las que el mundo atraviesa, aquél indiferente al dolor y al sentir humano, no puede ser abogado. Estoy totalmente de acuerdo con esto. Un abogado debe ser apasionado en todos y cada una de las causas por las que lucha, y esto no le será posible si no comprende y escucha con empatía las situaciones por las que sus clientes atraviesan. Lo que buscan estos no es una persona que pueda hacer ver lo blanco negro y lo negro blanco, sino una persona serena, preparada y prudente que tome la causa como si fuera suya.

X. El Trabajo.

Dos prácticas observaciones me gustaría resaltar respecto al trabajo que realiza el abogado y que se exponen de manera muy directa en éste capítulo: primera, la evidente desaprobación para aquellos que encomiendan tareas tan esenciales como escritos de presentación o contestación de demanda a sus auxiliares pasantes. Un abogado es contratado por sus distintas cualidades, y los clientes esperan verlas reflejadas en cada uno de los actos que se deben realizar para lograr el cometido del negocio.

Segunda, la práctica recomendación que el apasionado litigante sugiere sobre el horario en que deben realizarse las tareas. Afirma que entre las seis y diez de la mañana se da el mejor rendimiento para tareas demandantes como lo son la redacción de los escritos.

De igual forma, el ilustre jurista explica la manera en que realiza su trabajo, lo cual me pareció una nota interesante.

XI. La Palabra.

El instrumento fundamental de los abogados es la palabra. Mediante ella se logra el tránsito del deber ser jurídico al ser jurídico. La palabra permite concebir al Derecho como el arte que actualiza la Justicia entre los hombres.

Son numerosas veces las que Ossorio considera al Derecho como un arte. Y es que el Derecho no puede –ni debe- ser concebido sin pasión ni belleza. La belleza convence, el abogado debe pensar, escribir y hablar con belleza. Por eso el Derecho es puro arte.

Con el desarrollo de éste capítulo se destaca la importancia que tienen las cualidades de orador y escritor en todo togado. También se resalta la importancia de un sistema de Justicia en el que predomine la palabra hablada.

XII. El Estilo Forense.

Tomando en cuenta el hecho de que la palabra es la herramienta fundamental del abogado, se puede afirmar que éste debe poseer facetas: la de historiador (refiriéndose a la importancia que tiene la narración de los hechos para lograr el cometido), la de novelista (para lograr el que los jueces participen de nuestros sentimientos) y por último la de dialéctico (interpretación y razonamiento jurídico y analítico). También se hace hincapié en la efectividad que tienen la veracidad, la claridad, sencillez, brevedad y amenidad para el convencimiento del juez.

En este capítulo también se hace la afirmación de que el Derecho no es una ciencia, argumento con el que desacuerdo firmemente, pues sólo se toma la consideración de que el Derecho, en efecto, no es una ciencia exacta; mas no por esto deja de compartir la categoría de ciencia. El Derecho es la ciencia social que estudia la conducta humana en cuanto a su exteriorización.

XV. El Arte y la Abogacía.

Como ya se rescató anteriormente, en el Derecho debe predominar el arte. Si el jurista y el abogado no son artistas no podrán lograr su meta. En este capítulo, más que engrandecer con bellas palabras a nuestro ministerio, Ossorio exhorta al lector a convertirse en artistas del Derecho a través de la lectura. Persona que no lee debe cambiar de profesión. Al igual que los músculos que se atrofian por la falta de movimiento, así el intelecto del abogado por falta de lectura. Es imprescindible que todo abogado cuente con una amplia colección jurídica que representa su alma doctrinal, aquello que le servirá como sistema intelectual para la toma de decisiones.

Conclusiones.

Considero que con el desarrollo de las anteriores ideas, expuestas de manera brillante en El Alma de la Toga, es suficiente para entender su esencia y encontrar motivación para realizar su lectura. Ángel Ossorio y Gallardo toca de igual forma puntos esenciales en la abogacía tales como la manera en la que un abogado puede –debe- darse a conocer, la influencia que ha marcado la política en la abogacía y viceversa (capítulo en la que se exalta el discurso jurídico dentro de la ciencia política, así como grandes juristas políticos), la libertad de la defensa, la carencia de una identidad que permita a los abogados concretarse como una clase influyente y poderosa, su marcado rechazo y desapruebo para aquellos que no se encuentran preparados para ejercer en todas las ramas del Derecho… En fin, otras tantas ideas que en definitiva serán de gran beneficio para todo aquél que se adentre en la lectura de éste monumento doctrinal del Derecho, cuya característica más notable, es que a pesar de haber sido redactado hace casi cien años, la mayoría de las ideas y los principios que contiene continúan vigentes en el mundo del litigio.

Para mí, la lectura de El Alma de la Toga fue algo muy significativo. Como estudiante es muy grato el encontrar lecturas que afirmen tu vocación y te ayuden con la a veces difícil tarea de comenzar a amar el Derecho. La memoria del que no cabe duda fue un gran litigante, se ha ganado mi respeto por ayudarme con éste cometido.

La obra no sólo es buena por su valioso contenido. El autor logra causar en el lector la sensación de que está manteniendo una conversación con un ilustre jurista. Los ejemplos y metáforas que utiliza hacen imposible el hecho de no sentirse emocionado mientras se lee. Pero sin duda el elemento que más disfruté de la obra es la presentación de consejos, casos y observaciones prácticas que el autor realiza constantemente para despertar en el estudiante la pasión por el litigio. Tengo que admitir que me maravilló el conocer una de las tantas expresiones intelectuales que consideran al Derecho como un Arte, pues comparto la misma opinión.

Referencia:

Ossorio,

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