Resumen Alma de la toga
Enviado por Ledesma • 22 de Noviembre de 2018 • 11.127 Palabras (45 Páginas) • 722 Visitas
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El hombre, cualquiera que sea su oficio, debe fijar principalmente en sí. La fuerza que en sí mismo no halle no la encontraría en parte alguna. Cuidado no tengas el atrevimiento de juzgar sin leer lo que dicen los autores y consultar la jurisprudencia y escuchar el parecer de tu docto amigo Fulano y del insigne maestro mengano. La palabra cordial no induce a perder el sentido propio apuro recabar los ajenos.
Por último hemos de afrontar constantemente el peso de la injusticia. Injusticia hoy en resultado de un concierto donde pudo más la fuerza, que la equidad; injusticia mañana en un fallo torpe; injusticia otro día en el cliente desagradecido o insensato; injusticia a toda hora en la crítica apasionada o ciega; injusticia posible siempre en lo que, congracia su castidad llamaba don Francisco Silvera.” El majestuoso y respetable azar de la justicia humana. En cuanto estas injusticias nos preocupan, perdemos la brújula para lo porvenir o caeremos rendidos por una sensación de aseo. No es esto soberbia, pues las decisiones de un hombre procedente no se forman por generación espontánea, si no como fruto de un considerado respeto a opiniones, conveniencias y estímulos del exterior.
El día en que la voluntad desmaya o el pensamiento titubea, no podemos excusarnos diciendo:” Me atuve al juicio de A: me desconcertó la increpación de X, me dije seducir por el halago es sólo nuestra; nuestros han de ser también de modo exclusivo la resolución y la actuación. No se diga que operan el alma de cada cual; de modo que no querrá al insistir en que actúa en alma aislada para librarse de la ira no hay antídoto más eficaz que el desdén. Saber despreciar es el complemento de la fuerza interna. Desprecio por los venales y los incluibles, para lo hipócrita y los necios, para los asesinos alevosos y los perros ladradores. Contra el abogado contra el verdadero abogado se concitan los intereses lastimados, el amor propio herido la envidia implacable.
Un literato ha dicho que el derecho ha dicho que el derecho es como una mujer casquivana que se va detrás de cualquier hombre que haga sonar espuelas. Si se refiere al derecho positivo de cada día, la imputación es de triste certeza. Detrás de una violencia triunfante o si quiere amenazante, cambia el estado legal.
El derecho no establece la realidad sino la que sirve, y por esto camina mansamente tras ella, consiguiendo rara vez marchar a su paso.
Postulado: que lo que al abogado importa no es saber el derecho, sino conocer la vida. El derecho positivo está en los libros.
Quien tenga previsión, serenidad, amplitud de miras y de sentimientos para advertirlo, será abogado; quien no tenga más inspiración ni más que la leyes, ser aun desventurada gana pan.
El derecho es mucho menos la obra del legislador que el producto constante y espontáneo de los hechos. Hay en el ejercicio de la profesión un instante decisivo para la conciencia del abogado y aun para la tranquilidad pública: el de la consulta. El letrado que después de oír al consultante. Se limita a preguntarse” ¿qué dice la ley?”, corre el riesgo de equivocarse y de perturbar la vida ajena. “¿Quién es este hombre que me consulta? ¿Qué se propone íntimamente ¿Qué haría yo en su caso ¿a quién dañará en sus propósitos? En una palabra:¿Dónde está lo justo?. Resuelto esto el apoyo legal es cosa secundaria. Para comer, lo importante es tener salud, tener apetito, tener tiempo y tener dinero.
Ponga usted figuras sobre los autos, sobre los autos, sobre las cifras, sobre las palabras, sobre las ideas. Esa partición que estudiaba usted cuando le he llamado, es el patrimonio fundado por un hombre, sostenido o agradado sistemáticamente entre los hijos. Un dominio que ya ha vivido una familia que se divida son también novelas o tragedias.
Las leyes, los códigos no deben ofrecer algún interés. Se aprende a leer con imágenes y se aprende la vida con hechos.
Los ejemplos deben aplicarse a todos, absolutamente a todas las cosas.
¿Qué hemos de contestarle a esta mujer casada que pretende divorciarse?¿Lo que dicen las leyes? No. Lo que interesa a sus hijos y a la ejemplaridad público.
¿A dónde miremos para asesorar a los que quieren constituir una sociedad industrial? ¿Al texto preciso del código, de la ley del timbre y del impuesto de derechos reales? No. A los condiciones que prácticamente hagan el empeño más viable y fácil para sus actores y más provechoso para el cuerpo social.
Alguna vez he visto tachadas anárquicos estas ideas que yo tenía por inocentes. Personas de gran respetabilidad sostienen que la inteligencia es facultad suprema a lo que debe subordinarse el sentimiento, por ser aquella una norma en la vida individual, y un nexo de sociabilidad; que sobre la percepción difusa, indefinible e informulable ha de estar la lucidez y la precisión de las ideas definidas, objetivos; que la supremacía de la razón es un principio de conducta que te pertenece a la moral;que el catolicismo y la tradición clásica proclaman que la sociedad ha de estar formada por hombres de razón, por caracteres lógicos, consistentes, por hombres capaces de juzgar y de refrenarse propias impresiones no por caracteres, no por caracteres delicuescentes, dispersos, degenerados, que sean juguete del oleaje de la vida; y que las esencias del genio latino son las ideas de unidad y universalidad, orden y organización, es decir, las contrarias a la singularidad y al individualismo.
Leyendo esas razones y escuchando otras análogos me he preguntado muchas veces si realmente seré y pagano en arte y anarquista en derecho.
Cosa semejante ocurre en la vida jurídica. El legislador, el jurisconsulto y aun el Abogado, deben tener un sistema, una orientación del pensamiento; su inclinación hacia uno y otro lado debe ser hija de la sensación.
El abogado que al enterarse de lo que se consulta no experimenta la sensación de lo justo y lo injusto(naturalmente, con arreglo a su sistema preconcebido) y cree hallar la razón en el estudio de los textos, se expone a tejer artificios legalistas ajenos al sentido judicial.
He aquí el magno, dramático problema¿ Cuáles son el peso y el alcance de la ética en nuestro ministerio?¿En qué punto nuestra libertad de libertad de juicio y de conciencia ha de quedar constreñida por esos imperativos indefinidos inconsútiles , sin títulos ni sanción y que, sin embargo, son el eje del mundo?.
Suele sostenerse que la condición predominante de la abogacía es
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