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El estado como problema y como solución – Peter Evans (1996)

Enviado por   •  15 de Marzo de 2018  •  1.729 Palabras (7 Páginas)  •  908 Visitas

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El Estado predatorio: Zaire

Mobutu Sese Seko tomó el poder en 1965 y junto con un pequeño círculo hicieron una gran fortuna a costa del Estado, en donde la clase política tenía el afán de apropiarse de las rentas públicas. Se puede enfatizar las características patrimonialistas a partir de Weber y Callaghy, en donde el control del Estado está en manos de un pequeño grupo de personas que son los que tienen una relación personal con el presidente. Además, la burocracia espera una compensación directa por su trabajo con dinero y otros bienes y el Estado no provee de los medios mas elementales para el funcionamiento de una economía moderna, como vigencia previsible de contratos, suministro y mantenimiento de la infraestructura e inversión pública en salud y educación.

Los Estados desarrollistas: Japón, Corea y Taiwan

Modelo Japonés. En la segunda posguerra, ante la escasez de capital, el Estado japones sustituyo a los mercados de capitales pobremente desarrollados y promovio inversiones transformadoras. El MITI (ministerio de comercio internacional e industria) aprobaba los préstamos de inversión de Banco de Desarrollo, la adjudicación de divisas con fines industriales y licencias para importar tecnología extranjera. Este ministerio concentró a los graduados más talentosos del Japón. Este modelo desarrollista presenta un aspecto weberiano porque los funcionarios gozan del estatus de la auténtica burocracia.

La política industrial de Japón depende básicamente de los lazos que unen al MITI con los principales industriales. Además esta organización tiene cierta autonomía que le permite formular de manera independiente sus propios objetivos y confiar que quieres deben llevarlos a la práctica consideren dicha tarea como algo importante para su carrera.

Esta autonomía enraizada es la combinación clave de la eficacia del Estado Desarrollista.

Los casos de Corea y Taiwan son un tanto diferentes. Ambos casos señalan un Estado más autónomo que el japones, aunque con los elementos de la autonomía enraizada. Sin embargo el caso coreano se diferencia por carecer de asociaciones intermedias bien desarrolladas y estar centrado en un número relativamente pequeño de grandes conglomerados (chaebol), que fueron lo suficientemente abarcadores para no limitar los alcances del proyecto de acumulación. Sin embargo esto puso al Estado coreano, muchas veces, en una situación de serio peligro de que los intereses privados colonicen el Estado, bordeando así al Estado parasitario pero sin caer en él.

Taiwan representa el peligro opuesto: la debilidad de los lazos con capital privadonamenazan la capacidad del Estado para obtener toda la información necesaria y para contar con el sector privado en su instrumentación eficaz. Si bien el Estado taiwanes en el más autónomo de los tres ejemplos, también es el menos arraigado. El Estado se envolvió en la tarea del desarrollo industrial de manera más directa que en Corea o Japón, asumiendo las funciones empresariales por medio de las empresas públicas. Si bien en Taiwan las redes informales público-privadas son menos densas que en los otros ejemplos desarrollistas, son de todas formas esenciales para la política industrial.

Evaluación

El autor se postura claramente en contra de la ola neoutilitarista y se alinea como parte de la tercera ola. Parece estar más bien en contra de la idea del ajuste estructural y más interesado en la promoción del cambio estructural industrialista en los países subdesarrollados, aunque señala que los Estados desarrollistas con su autonomía enrraizada han sido los más exitosos en ambos proyectos. Claramente pone a los Estados desarrollistas asiáticos y sus dos características emblemáticas como referente a tener en cuenta para los países en vías de desarrollo.

Sin embargo, llama la atención que el autor no mencione en ningún momento el hecho que los ejemplos desarrollistas exitosos que el utiliza se tratan de países que se industrializaron bajo un modelo mercado-externista cuya fortaleza residía en los bajos salarios y la “disciplina” de los obreros (no sindicalizados, ni “conflictivos”), que aceptaron trabajar durante décadas bajo condiciones (jornadas extendidas, peligrosidad e insalubridad del lugar de trabajo, etc.) que no hubiesen aceptado los trabajadores de los países ya industrializados (o los sindicatos fuertes o combativos en América Latina). Por no mencionar que en los casos de Corea y Taiwan la industrialización se realizo bajo regímenes autoritarios. Si bien el autor reconoce la particularidad histórica y espacial de los casos asiáticos, señalando la larga tradición meritocratica y corporativa de sus burocracias y la influencia del contexto local e internacional (posguerra, guerra fría, etc.), no menciona la relación entre los países ya industrializados y los subdesarrollados como relevante en el fracaso de los procesos de cambio estructural de la primera ola. Cabe señalar los Estados asiáticos señalados eran Estados escasos de materias primas exportables y en una situación de posguerra donde las élites agrarias tradicionales se encontraban profundamente debilitadas. Sin mencionar el apoyo económico de los EE.UU., debido a ser países lindantes con el bloque socialista.

Aunque es probable que la autonomía enrraizada halla sido fundamental en el éxito de estos casos, pues, como menciona el autor, el gobierno coreano anterior al régimen de Park, a pesar de contar con las mismas circunstancias que el ultimo, fue más predatorio que desarrollista.

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