El laberinto de la soledad, Octavio Paz.
Enviado por Mikki • 9 de Noviembre de 2017 • 2.527 Palabras (11 Páginas) • 719 Visitas
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El individuo se vuelve obrero, número de fábrica prescindible.
Produce mercancía que el mismo consume. Se disuelve en la masa y entonces cobra significado. Ahora pertenece a una clase.
Luego, volviendo a aterrizar en tierras mexicanas, el autor sorprende con una frase demoledora.
“El mexicano no quiere o no se atreve a ser el mismo” Demasiados fantasmas lo habitan: la conquista, la colonia, la independencia, las guerras contra Francia y Estados Unidos “nuestro buen vecino”, demasiados abandonos por parte de los dioses. Sin embargo, los mexicanos tenemos una manera de exorcizar a nuestros demonios.
Un grito es suficiente para afirmarnos ante lo exterior, ante los demás: ¡Viva México hijos de la Chingada! Y ¿quién es la Chingada?, ¿a quién o quienes se dirige tal grito de guerra? No es casual por supuesto, que el 15 de septiembre, aniversario de la independencia, todo México, embriagado de seguridad y orgullo, lo grite.
Y tampoco es casual que la figura materna, por un lado falsamente respetada, sea el blanco de la agresión.
La Chingada, es la mujer abierta, violada, es el resultado del conquistador, penetrando por la fuerza a la mujer indígena. Sin embargo, los hijos de la Chingada son los otros, los no mexicanos, los malinchistas.
En mi opicion, estos gritos o referencias, se dan gracias a que como ya sabemos, somos distinguidos por nunca renunciar como mexicanos a nuestras raíces. Y Así, la Chingada y la Virgen de Guadalupe, ambas figuras pasivas, representan el amor -odio del mexicano hacía sí mismo.
CONQUISTA Y COLONIA
Al llegar los españoles al nuevo continente, encontraron una civilización perfectamente estructurada: Mesoamérica. La próxima Nueva España comprendía el centro y sur de el actual México y parte de centroamérica, además, se encontraba poblada con distintas culturas peleadas entre si y con enemigo común: los últimos pobladores del Valle de México, los Aztecas
La agricultura, el uso del maíz, el juego de pelota, y los sacrificios humanos, eran rasgos característicos de todos los pobladores de Mesoamérica. Y todos también, se regían por un sistema teocrático y militar. Dentro del mismo culto, los dioses Tláloc, Tezcatlipoca, Huitzilopochtli, Mixcóatl etc, contemplaron sin duda, la llegada del invasor.
Al arribo de los españoles, todos los pueblos sometidos por los Aztecas, vieron una posible liberación, por ello, muchos o no oponían resistencia, o se dejaban llevar por la indiferencia. Algunos más, como los Tlaxcaltecas se aliaron incluso a Cortés. La meta, Tenochtitlan. Sin embargo, Moctezuma, emperador Azteca, (sabía o creía saber) que una era cósmica estaba por terminar, para dar paso a otra más. Todos esperaban el regreso de Quetzalcóatl, la serpiente emplumada que juró regresar. Moctezuma recibe a Cortés con presentes, y Cortes, con un puñado de hombres, la mayoría aventureros, realizó la conquista más absurda de la historia. Los signos, las profecías se habían cumplido y los dioses le dieron la espalda a sus creyentes. Ningún pueblo se habrá sentido tan desamparado como ellos. Cuauhtémoc se enfrenta al invasor, pero se enfrenta sabiendo de antemano su derrota.
“Si México nace en el siglo 16 hay que convenir que es hijo de una doble violencia imperial y unitaria; la de los Aztecas y la de los Españoles”.
España era por ese entonces una nación medieval, que tomó su lugar en la Europa renancentista, gracias a su “descubrimiento”.
Posteriormente, el catolicismo se convierte en el corazón de la Nueva España y los indígenas, consientes de su orfandad, abrazan al Cristo ensangrentado, al Cristo humillado pues de alguna manera, ven un certero reflejo de su realidad. Hay que hacer notar, que la decadencia del catolicismo europeo coincide precisamente con está época.
DE LA INDEPENDENCIA A LA REVOLUCIÓN
La independencia de la Nueva España, es tan ambigua como la conquista. No es una independencia propositiva en ideas, no hay postulados ni ideas universales. Los caudillos, es decir los sacerdotes, no tienen una idea clara de que hacer. Su única virtud, es que escuchan de cerca al pueblo.
La independencia sudamericana inicia con San Martín y Simón Bolívar. Se crean estados y promulgan leyes.
En la Nueva España, se luchaba por liberar a los criollos de la burocracia peninsular pero, no se pretendía cambiar las estructuras económicas ni sociales.
Los ecos de la Revolución Francesa y la Norteamericana se escuchaban por todos lados. Los insurgentes vacilan entre la independencia total, o formas modernas de autonomía.
La guerra inicia por los abusos de la burocracia española contra los latifundistas. Pero más allá estaba también el abuso de los latifundistas hacia sus campesinos. “No es una rebelión de la aristocracia contra la metrópoli, sino del pueblo contra la primera”.
Hidalgo termina con la esclavitud, Morelos reparte los latifundios, pero, la iglesia y los grandes propietarios buscan ayuda en la Corona Española.
Hidalgo, Morelos y Mina, sucumben ante la alianza. Entonces, un hecho inesperado sucede. En España, los liberales toman el poder, transforman la monarquía en constitución y amenazan seriamente los intereses del clero.
En México, la iglesia y los grandes propietarios, temiendo quizá una reacción en cadena, buscan a los insurgentes vivos y ¡consuman la Independencia de la Nueva España!
Sin embargo, se hereda el viejo orden español sin la visión futura de una sociedad moderna. Aparece entonces, la imagen del dictador hispanoamericano con su primera impresión: la del libertador.
Las nuevas sociedades se formaban por militares ansiosos de repartirse el botín. En México mientras tanto, aparece una constitución, copia de Europa y Estados Unidos que pasaban por una realidad muy distinta a la nuestra, es decir: la revolución Industrial.
Esta constitución ligeramente liberal y democrática, era, por un lado inaplicable, y por el otro, ocultaba nuestra realidad histórica por completo.
“La mentira política, se instaló en nuestros pueblos casi constitucionalmente”
LA “INTELIGENCIA MEXICANA”
En este capítulo, Octavio Paz define
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