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Ensayo de La degradación de Dido en La Eneida

Enviado por   •  18 de Noviembre de 2018  •  2.829 Palabras (12 Páginas)  •  548 Visitas

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Dido va atravesando escalones que inevitablemente la conducen a su trágico final.

Auspiciado por Venus y Juno se produce el himeneo. Las dudosas nupcias en la caverna desencadenan un nuevo problema y son la causa definitiva de su inminente muerte.

“Ille diez primus leti primusque malorum causa fuit; neque enim specie famave movetur, nec iam furtivum Dido meditatur amorem: coniugium vocat; hoc praetexit nomine culpam” (169-172)

“Aquel fue el primer día de la muerte y la causa primera de las desgracias: pues ni de apariencias ni de opinión se deja llevar Dido ni planea ya un amor a escondidas: casamiento lo llama, con ese nombre esconde la culpa”

Estas bodas, por un lado, no corresponden a cualquier ortodoxia tiria, troyana o romana, ya que se dan en un ámbito privado y son una especie de accidente de la cacería que se está desarrollando y, por lo tanto, no son validos. Asimismo, el héroe aparece entregado al curso de los acontecimientos sin tener participación activa y no sabemos qué idea tiene hasta que recibe el aviso de Júpiter a través de Mercurio y decide continuar su viaje.

Entonces se desata el conflicto central, no solo del Libro IV, sino de la primera parte de Eneida: el héroe puede atender el mandato de Júpiter y volver a los peligros del mar con rumbo incierto, o puede seguir sus deseos de quedar como príncipe consorte en una ciudad opulenta, junto a una bella y apasionada reina que le ofrece amor y prosperidad. Eneas no vacilará en elegir lo primero.

De esta manera, el héroe vuelve a retomar el papel de profugus dado que, ante el estado mental de la reina, no sabe como decirle que debe marcharse. La opción de huir a escondidas desata el segundo momento que atraviesa la reina: enloquecida de dolor

b)- Segundo momento: enloquecida de dolor

El conflicto se desata y predomina la voz de Dido. Eneas es casi lacónico. Otra vez el héroe, como en el Libro I al cabo de la tempestad, oculta el dolor en su corazón y expone ante la reina la necesidad de su partida. Eneas debe renunciar a sus afectos y deseos personales y puede hacerlo porque no está, como Dido, posesa por la fuerza de una divinidad sino que mantiene su libertad de elección y puede responder a la fuerza de motivaciones supraindividuales. Eneas ama a la reina libremente, sin la fuerza compulsiva del furor amatorio. Y también puede usar su razón y su capacidad de elección para dejar de lado lo que ama.

La reina, en cambio, es un personaje cuya locura se asocia a lo dionisiaco:

“At Regina dolos praesensit (…) Saevit inops animi, totamque incense per urbem bacchatur, quails commotis excita sacris orgia, nocturnusque vocat clamore Cithaeron” (301-8)

“Pero la reina presintió la trampa (…) Enloquece privada de la razón y recorre encendida toda la ciudad como una bacante excitada ante el comienzo de sus ritos”.

Presa del dolor, la reina está sometida a su irracionalidad, se enajena de sí misma. Virgilio nos muestra que este tipo de amor no es apto para la sociedad que Eneas ha de fundar y, por lo tanto, la única salida que encuentra la reina es el suicidio

Cuando se dirige a Eneas, mantiene el tono pasional, suplica que no se marche y le acusa de haber perdido su pudor. Aquella ciudad que no construía, ahora la preocupa y admite que se derrumba.

En el parlamento en el que responde a Dido, Eneas le presenta el imperativo de marchar a Italia ya que la divinidad lo ha reclamado y ello, está por encima de su propia voluntad.

Es interesante como Eneas, tras el mensaje de Júpiter recuerda fielmente cual es su misión y se justifica diciendo que su patria es su único amor. Marca por vez primera, además, la diferencia entre países: “a ti, fenicia” y por primera vez la señala como enemigo. Descarta el matrimonio, no hubo pacto porque no fue público.

Finaliza con estas palabras: “Deja de atormentarme y atormentarte con tus lamentos: no por mi voluntad voy a Italia” (IV, 360). El recato sentimental del héroe corresponde a su condición, no solo heroica sino fundamentalmente conductora de su pueblo por determinación divina y aceptación humana. El discurso evidencia la estatura moral y espiritual del fundador de Roma: ha elegido su destino en el momento de huir de Troya, al deponer los imperativos y deseos personales para obedecer a los dioses. Si hubiera seguido sus convicciones individuales, nunca habría abandonado su ciudad y hubiera muerto defendiéndola, pero una vez aceptado un destino que lo trasciende no hay vuelta atrás y debe entregarse por completo a su misión. Quedarse en Cartago significaría desertar de tal empresa, pero además convertiría en traición su fuga de Troya.

El discurso de Eneas, donde habla como jefe, está condicionado por la razón, totalmente opuesto al de la reina donde la locura predomina en sus palabras. Esto ocurre porque él la ama libremente (no está contaminado por un dios) y, por ello, puede elegir el futuro de su hijo, y de Roma, frente a su amor individual.

La inminente partida de Eneas da lugar al tercer momento de la reina: Ira

c)- Ira e inminente suicidio

Dido representa el interés personal frente al social de retomar el viaje hasta el Lacio. La presencia de la reina funciona antes que nada para permitir que Eneas deba elegir entre ese interés individual y el colectivo, para que escoja, por supuesto, el colectivo.

Asimismo, la reina está condenada aún antes de enamorarse de Eneas, y mucho más después. Dido representa el amor humano que anhela la realización de su pasión, pero su propio fatum le niega la posibilidad de vivir ese amor: primero ama a Siqueo, pero su hermano lo mata; después a Eneas, quien la abandona para seguir el mandato de los dioses. El fatum de Dido que determina su naturaleza pasional, la conduce a la muerte.

Como dijimos, la partida de Eneas da lugar al tercer momento de la reina (449 y ss.). En esta instancia de locura, sumado al dolor de la partida, la reina sufre de delirios.

Tum vero infelix fatis exterrita Dido mortem orat; taedet caeli convexa tueri.

Quo magis inceptum peragat lucemque relinquat, vidit, turicremis cum dona imponeret aris, horrendum dictu, latices nigrescere sacros, fusaque in obsenum se verteré vina cruorem (450-55)

Entonces, aterrorizada por su sino, la infeliz Dido busca la muerte; odia contemplar ya la bóveda del cielo.

Y para más

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