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LA ADOLESCENCIA: RUPTURA E INTEGRACIÓN DE DOS MUNDOS

Enviado por   •  1 de Marzo de 2018  •  3.085 Palabras (13 Páginas)  •  336 Visitas

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La “invención” de la adolescencia suele atribuirse a Juan Jacobo Rousseau[4] (siglo XVIII), quién en la época de la ilustración se ocupó de ese particular problema humano que afronta el niño, cuando asume las responsabilidades propias de la vida adulta. Su obra Emilio dedica varios de sus capítulos al tema del desarrollo y la educación del joven. Posteriormente, a principios del siglo XX, el psicólogo norteamericano G. Stanley Hall[5] se ocupa de nuevo, de manera extensa del tema, y parece ser que es de su obra de donde derivan las ideas principales que están en la base de la concepción más general que se tiene hoy en día sobre la adolescencia.

En el psicoanálisis la adolescencia como tal no ha sido objeto de tanto interés como por ejemplo, la niñez. Freud escribió acerca de “Las metamorfosis de la pubertad”[6] [7] y también “Sobre la psicología del colegial”[8] y allí plasmó algunas reflexiones que hoy pueden servirnos para pensar aspectos de la adolescencia. Por otra parte, Freud también se ocupó en algunas ocasiones de pacientes adolescentes, en algunos casos con un relativo éxito (Catalina, cuyo caso aparece relatado en los “Estudios sobre la histeria”) y otros con menos fortuna desde el punto de vista terapéutico, pero con la posibilidad de fructíferos aprendizajes a partir de su trabajo (son los casos conocidos uno como “Dora”[9], y el otro como “la joven homosexual”[10]). También se ocupó[11] de una obra literaria, protagonizada por un hombre joven (la “Gradiva” del escritor W. Jensen).

En los casos en los cuales Freud se ocupó de personas adolescentes, al igual que sucede hoy en día, cuando un adolescente entra en análisis, lo hace a causa de su neurosis y no de su adolescencia. Pero en ocasiones, los adolescentes van a ver al psicoanalista en busca de una escucha serena en torno a sus preguntas acerca de si mismos.

Aunque quizás no fuera necesario, quiero recordar el hecho de que en la actualidad es reconocido el hecho del impacto que diversos aspectos de la cultura tienen sobre la forma como se expresa la adolescencia. En ese sentido se habla en ocasiones más de adolescencias que de adolescencias. En muchas sociedades, especialmente las llamadas sociedades pre-industriales el paso de la niñez a la edad adulta se marca de manera más clara que como lo hace en lo que pudiéramos llamar las sociedades urbanas en occidente. En aquellas, por lo general en relación con la aparición de los signos que expresan la maduración biológica de la pubertad (que por lo general en el caso de la mujer está más claramente evidenciada por la aparición de la menstruación y en los varones parece orientarse más por el criterio de la edad), se establecen los llamados ritos de iniciación, mediante los cuales el sujeto se somete a la ley que regulará su vida en esa sociedad.[12] Sin desconocer estos hechos que tiene que ver con la cultura, es importante no perder la perspectiva que nos lleve a indagar, para tratar de establecer si en el fondo de la diversidad, algunos elementos señalan algún o algunos hechos comunes que nos ayuden para pensar la situación singular de cada adolescente.

El niño, dijimos, a las puertas de la adolescencia, se ve confrontado consigo mismo, cuando establece y reconoce la separación y diferencia entre que aquello que vive en el seno de su familia y al lado de sus padres y aquello otro que, por distintos canales, le comunica la existencia de otra dimensión de la realidad de la cual la vida familiar está, en cierto sentido, excluida. Es dimensión, ese “otro mundo” es algo que, en la medida en que ha permanecido separado, pero que también es percibido por el niño, llega a constituir para él, en el su ingreso a la adolescencia, una fantasía y una representación de lo que es el mundo adulto, un mundo que habla diferente, que ofrece y exige otras cosas, diferentes a las que él como niño conocía. Freud afirma en su escrito “Las metamorfosis de la pubertad”[13], que en ese momento, la pulsión sexual encuentra aquello, ese “objeto” por medio del cual hallará satisfacción. El encuentro con ese objeto, exige también una respuesta diferente a la respuesta del niño que, dice Freud, ha sido hasta entonces ”predominantemente autoerótica”.

Este proceso es algo que no se logra sin consecuencias y que se hace al precio de una desestructuración del mundo conocido por el niño, y un cambio radical en la relación con quienes han sido sus figuras de apego afectivo. De alguna manera, es como si sintiera que la posibilidad de entrar en el verdadero mundo de los adultos pasara por destruir ese mundo que le es conocido y que le representa la condición de niño, de la cual, por una parte quiere desprenderse y por otra anhela conservar, porque ha sido para él, hasta ese momento, el representante y la fuente de sus gratificaciones y de su seguridad. Freud dice, refiriéndose a este momento, que el niño “empieza a salir de la casa y a mirar el mundo real, y ahí afuera hará los descubrimientos que enterrarán su originaria alta estima por su padre y promoverán su desasimiento de este primer ideal” [14]

Sería necesario tratar de explicar que es lo que impulsa al niño en esta dirección. Tanto la biología como los procesos cognitivos participan de todo ello, pero no son factores suficientes para comprender el proceso. Vamos a tratar de explorar algunos elementos que pueden ayudarnos a comprender mejor el proceso que vive el adolescente en el proceso de ruptura e integración de esos dos mundos.

Esta mutación que es la adolescencia, incluye elementos del cuerpo, que se modifica en sus proporciones y en sus formas, conduciendo a su dueño hacia la adquisición de las características propias del cuerpo adulto. Estos cambios corporales suelen ser la fuente de muchas inquietudes para los jóvenes, especialmente en la primera parte de la adolescencia. El cambio en la imagen del cuerpo implica la variación de uno de los referentes del propio ser. Dichos cambios suelen ser esperados por el adolescente con cierta ansiedad, relacionada, en parte, con lo que la expectativa de los mismos genere en su entorno. Para los adolescentes suele ser importante el estar en fase con su grupo de referencia, madurar al mismo tiempo o casi al mismo tiempo que los otros, ni mucho antes, ni mucho después.

Pero los cambios que se experimentan no son sólo una transformación de la imagen. Además de la modificación de las formas, es importante tener en cuenta que hay algo que surge de manera abrupta, diríamos inesperada, que es el empuje libidinal, que es algo que no es equivalente a lo que algunos llaman la “explosión hormonal”. No se trata de la “maduración” de la sexualidad, sino del hecho de que el impulso sexual empieza

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