Reynosa, Tamaulipas, una ciudad entre dos mundos

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“cenadurías” o “fonditas” que en un “pizza Hut” o en un “church chicken”, poco a poco comencé a disfrutar de las migadas, los pachucos y los tacos blanditos, y ni hablar de la cochinita los domingos por la mañana o disfrutar de unas empipianadas. Esta experiencia me abrió a conocer otros aspectos de nuestra tan rica nación en diversas dimensiones… logre apreciar el teatro, que de entrada me parecía aburrido, y aunque no es de origen americano pude reconocer el toque mexicano en sus comedias, así como en sus dramas escritos por autores cien por ciento mexicanos. En la música popular, logre conocer a artistas que no precisamente eran de discos de oro o de grandes compañías disqueras como Fernando Delgadillo, por ejemplo, originario del estado de Jalisco, radicado en el estado de Nuevo León y hoy día, uno de los exponentes de la trova latinoamericana en nuestro país. Las fiestas tradicionales, sus danzas, vestuarios, música regional y todos los elementos que hacen de nuestra cultura un lugar de experiencias inigualables, místicas y hasta cierto punto mágicas que solo se pueden experenciar estando en tan noble territorio. Al cabo de mi universidad me di cuenta que mi visión de éxito se había transformado completamente, a tal grado de que cuando regrese a mi tan amada Reynosa, recibí numerosas ofertas para trabajar en el valle de Texas, que con respeto pero con orgullo rechace o deje ir. Pude identificar la riqueza de nuestra cultura en mi propia Reynosa, en callejones, fiestas privadas e inclusive en plazas públicas en donde en su mayoría, los asistentes eran personas que venían de otros estados para disfrutar justo donde termina México, su máximo esplendor.

Hoy, a mis casi cuatro décadas de existencia puedo compartir que en Reynosa, Tamaulipas, se vive México, a pesar de la influencia de nuestro país vecino, surge de entre las noches la pasión, el romance y la mística prehispánica, en plazas o funciones de teatro improvisadas, esas cualidades que nos distinguen como mexicanos y que muchas naciones admiran, respetan y añoran en sus hogares. Reynosa, una ciudad atrapada entre dos mundos tan diferentes y tan similares a la vez, no pierde su esencia, su fuerza, su sangre… la energía de ser lo que es… una gran parte de México, lugar de trabajo para algunos, para otros una urbe indescifrable, para mí, un lugar enigmático donde los sueños se cristalizan diariamente y la magia jamás cesa.

Hiram Magdaleno Mendoza Saldívar