LA INVESTIGACIÓN SOBRE LA SALUD Y NUTRICIÓN EN POBLACIONES ANTIGUAS EN MÉXICO
Enviado por Jerry • 1 de Mayo de 2018 • 2.081 Palabras (9 Páginas) • 401 Visitas
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Se localizan en diversas partes el esqueleto y son originados por impactos causados por fuerza física o artefactos.
REGISTRO E INDICADORES Y NOMENCLATURA
Se diseña una cédula donde se registra la ausencia o presencia de algún rasgo o indicador, esta incluye:
- Identificación individual
- Inventario del esqueleto
- Sexo (1=femenino, 2=probablemente femenino,3=masculino, 4= probablemente masculino, 5=sexo indeterminado individuo >15años, 6= no identificable)
- Edad
- Rango social (1=sociedad no diferenciable, 2= con rangos sociales 3= sociedad estratificada)
- Posición social individual(1=rango más alto, 2= segundo rango, 3= tercer rango más alto)
- Crecimiento y estatura
- Robustez
- Hipoplasias del esmalte (1= sin hipoplasia, 2= una hipoplasia, 3= 2 o más hipoplasias)
- Caries
- Abscesos
- Criba orbitaria y espongio hiperostosis (0=falta sección , 1=ausente, 2= presencia de la lesión 3= lesión severa)
- Exostosis auditiva (0= no se puede observar, 1=sin, 2=con)
- Reacciones periostales(0= no hay material, 1=sin presencia, 2=hay presencia, 3=presencia moderada, 4=presencia severa)
- Degeneraciones óseas
- Traumatismos(0=sin material, 1=sin fractura, 2= con fractura)
- Huellas de usos de armas.
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EVIDENCE FOR HUMAN SACRIFICE, BONE MODIFICATION AND CANIBALISM IN ANCIENT MÉXICO
Carmen Ma. Pijoan Aguadé y Josefina Mansilla Lory
Nos habla de los diversos estudios e investigaciones que se han hecho en México en diferentes sitios, respecto al tema del canibalismo y sacrifico humano durante periodos anteriores y durante la conquista.
Pero la principal dificultad para el arqueólogo y el estudio de esa investigación es saber diferenciar y caracterizar entre las pruebas que nos pueden hablar sobre canibalismo o sólo de sacrificio humano. Para poder hacer algunas propuestas se basan en la propuesta de Turner que dice que, “el mínimo patrón de daño o modificación ósea puede ser reconocida como determinante de la evidencia de canibalismo incluye, entre otros, roturas óseas intencionales, evidencia de exposición al fuego, abrasiones debidas a un percutor o soporte, marcas de cortes, segmentos óseos faltantes tales como vértebras o ilíacos y pulido en las puntas de los fragmentos de huesos largos. Si la muestra estudiada presenta sólo algunos de estos indicios, la interpretación debe ser diferente y asociarse generalmente con prácticas rituales posteriores al sacrificio humano”.
Se analizan 3 muestras de diferentes sitios para comprobar la evidencia de sacrificios humanos y canibalismo en México Pehispánico.
La primera de ellas es el Tzompantli de Tlatelolco.
González Rul localizó, al noreste de la Gran Pirámide, en Tlatelolco, 170 cráneos con su mandíbula y en algunos casos las tres primeras vértebras cervicales, enterrados en perfecto orden y con la característica de presentar una gran horadación en la región de los temporales y parietales de ambos lados.
Los cráneos estaban alineados en grupos de cinco, uno al lado del otro. Este agrupamiento, así como el agujero en la región de los temporales, indujo a los arqueólogos a concluir que eran los restos de un Tzompantli, como anteriormente habían hablado de él y descrito los cronistas.
Las perforaciones son claramente intencionales, ya que se produjeron cuidadosamente y en general en forma casi circular, Los diámetros fueron mayores de 5 cm, lo cual puede inferir que la pértiga utilizada tenía aproximadamente ese diámetro.
Los impactos r de las perforaciones se produjeron con un cincel de obsidiana. Estos impactos produjeron un agujero inicial que se amplió al fracturar progresivamente su borde por palanqueo. Las marcas de incisión se produjeron probablemente con navajas prismáticas de obsidiana, que era el instrumento más cortante del mundo prehispánico.
Desde luego estos cráneos muestran un alto contexto ritual, donde el canibalismo pudo o no estar presente, pues ignoramos lo que pasó con el resto del cuerpo.
Luego de este hallazgo se llega a una nueva conclusión que permite establecer patrones de las diferentes prácticas rituales en el México prehispánico: descarnamiento y desmembramiento de los cuerpos, golpes, roturas intencionales y exposición al calor.
La segunda fue en Tlatelcomila, Tetelpan, D.F en la que se obtuvo una muestra, cuando excavaban unos pozos Los restos óseos se hallaron en cuatro de estos pozos, dos de los cuales constituyen una unidad, ya que fueron contiguos. Los huesos humanos estaban en intrusiones mezclados con tepalcates y huesos de animales.
Los huesos de Tlatelcomila se depositaron en lo que parece un basurero de una aldea del Formativo, mezclados con huesos de animal y tepalcates, y muestran el patrón mínimo aceptable de modificación o rotura ósea que nos permite determinar la existencia de canibalismo
La tercera muestra procede de Electra, Villa de Reyes, al sur del estado de San Luis Potosí. Los materiales óseos fueron localizados en un pozo en el centro de un patio. Suponen que esos restos son producto probablemente de sacrificio humano y se los enterró en este sitio después de haber sido descarnados, desmembrados, destazados y canibalizados parcialmente, como una ofrenda a la construcción de un nuevo edificio.
A partir de estas tres muestras analizadas, proponen que el sacrificio humano y el canibalismo se complementaban uno al otro desde tiempos muy antiguos. En las comunidades aldeanas como las del período Formativo, podrían constituir costumbres comunitarias con una base ritual, donde lo importante era el acto del canibalismo, y posteriormente los restos óseos perdían su significado ritual y se arrojaban a los basureros domésticos.
A través del tiempo, con una sociedad y creencias
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