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LIBRO: EL OFICIO DEL POLÍTICO DE MANUEL ALCÁNTARA SÁEZ.

Enviado por   •  19 de Abril de 2018  •  1.664 Palabras (7 Páginas)  •  255 Visitas

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Para ello, en las dos primeras sentencias o pronunciamientos, se realiza un repaso del pensamiento clásico y la modernidad en lo concerniente al estudio de los políticos. A partir de ahí, podemos verter nuestra atención en el peso de la psicología y de la biología, enfatizando cómo los estados mentales y los factores personales deben ser tomados como elementos explicativos del poder político. Finalizando su pronunciamiento, estipulando la importancia de introducir un pensamiento multidisciplinar de las carreras políticas que conecte los aspectos humanos con las normas institucionales, es decir el político no debe solo ser un humano capacitado para impartir la democracia sobre un estado de derecho, debe tener en cuenta y contar con los aspectos humanos que le permitan dirimir cualquier circunstancia social que se le presente, utilizando las herramientas adecuadas.

Posterior a lo enunciado, nos encontramos con una concepción pluralista, en la que el autor propone una definición de lo que es el político profesional. Para ello, adopta como principales criterios, el desempeño de sus acciones que intenten transformar o mantener la realidad social y la existencia de una identidad política que se convierta en una razón de vida, convirtiéndose en una justificación moral de la misma. Esta dualidad entre desempeño y vocación muestra la tensión existente entre las variables individuales y las de corte institucional en todo lo que concierne tanto a la entrada en política como a la trayectoria y salida de la misma. Esto es, se toma en cuenta cómo la profesionalización de la política debe ser explicada tanto por el desarrollo de una actividad concreta dentro del sistema político como por la predisposición a actuar dentro del ámbito de lo público.

Tras aportar una propuesta de definición de político, se profundiza en la profesionalización de la política y se presta especial atención al sentido negativo que ha adoptado esta actividad a lo largo del tiempo, el político no debe ser tomado con una carca negativa ante la sociedad, pues debe ser aquel que busque la equidad y el bien común social. Así, existe una visión tradicional de los políticos como personas que llevan a cabo la realización de actividades bajo la sospecha de buscar intereses espurios y que, por tanto, cuentan con un alto nivel de descrédito. No obstante, frente a estas concepciones, el autor plantea cómo el político profesional debe ser entendido como el resultado de cuatro variables que interaccionan entre sí: la remuneración, la dedicación, la vocación y la ambición. Por ello, superándose la mala reputación asociada a la política, la profesionalización de la misma ha de interpretarse dentro de un marco de formación específico de carácter permanente en el que se combinan los aspectos citados.

Con base en esta noción, se atiende al hecho de que el político contemporáneo tendrá que desempeñar su actividad dentro de democracias representativas. Ello influye en los mecanismos de entrada a la política, ya que los cargos representativos están ligados a la celebración de elecciones periódicas (votación). De igual manera, se condiciona la permanencia dentro de la misma debido a la existencia de mecanismos de rendición de cuentas. De este modo, el contexto institucional es una variable a tener presente a la hora tanto de estudiar la profesionalización como de analizar la trayectoria específica de cada político. No obstante, también en este capítulo se hace patente la dicotomía entre factores individuales y de corte institucional.

Así, Manuel Alcántara se sostiene que, junto con los mecanismos de entrada y permanencia en la carrera política, cabe atender a la posesión de unos determinados atributos personales para poder hablar de políticos de calidad. Con el fin de identificar cuáles han de ser estos rasgos, por una parte se pone el acento en las demandas sociales de la opinión pública sobre lo que debe constituir el quehacer político. Por el otro, se atiende a la propia visión que los políticos tienen de su desempeño y de las cualidades que deben poseer para tener un mejor rendimiento. Como resultado de ambas dimensiones, se lleva a cabo una interesante reflexión sobre la necesidad de combinar ética y habilidades prácticas en el proceso de profesionalización.

Por último, se plantea las principales conclusiones de los diferentes capítulos a partir de un sugerente ejercicio que pretende unir la literatura con la política. En este sentido, Alcántara trata de transmitir al lector la idea de que ambas cuentan con puntos en común, al basarse en gran medida en un repertorio simbólico que cuenta con estrategias discursivas y retóricas que construyen significados. Asimismo, asimila la figura del político y del escritor profesional, apuntando cómo ambos comparten atributos comunes en el desempeño de su oficio.

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