La narración El punto de vista (a partir de los apuntes de Pilar Rubio: Teoría del Lenguaje Literario).
Enviado por Ensa05 • 14 de Junio de 2018 • 1.477 Palabras (6 Páginas) • 564 Visitas
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El monólogo interior es la expresión más clara y directa de esta tendencia. En él se rompe por completo la diferenciación entre la voz naradora y el mundo narrado, eliminándose todo tipo de filtros entre los fonémenos y el observador, tanto sociales y morales como gramaticales. En esto se diferencia del soliloquio tradicional, que se ordena a partir de cauces expresivos de carácter lógico-argumentativo. En el monólogo interior, por contra, la asociación de ideas se vuelve arbitraria, en un intento mimético por presentar el desarrollo de la conciencia del personaje.
El abandono del punto de vista omnisciente, tanto en personajes presentados por sí mismos como presentados por otro, tiene como fin, en la narrativa del XX, evitar la construcción de lo que Forster denominó “personajes planos”, es decir, personajes arquetípicos, como los de la narrativa primitiva, fácilmente reconocibles con los que el lector puede establecer con rapidez una conexión emocional. En otras palabras, al mismo tiempo que se produce un acercamiento de la voz naradora a los personajes, se produce un alejamiento entre ellos y el lector. Ahora los personajes van a ser presentados voluntariamente como oscuros y problemáticos, tanto en sus actos como en sus motivaciones.
EL cambio en el punto de vista hace que se presente como dubitativo, con un perfil poco claro y sin conciencia exacta de los acontecimientos y de su encadenamiento. La ruptura además, con las formas tradicionales de la narración homodiegética hace que se caracterice por la banalidad de su discurso, fluctuante pero carente de vuelo argumentativo. A esto se añade la creación de una corriente novelística en torno a personajes colectivos. EL viejo héroe singular es desbancado por personajes que no suponen más que un rasgo característico de un gran personaje inabarcable que es la ciudad. La evolución desde la épica hasta la novela de vanguardia dibuja el trazado de la conversión del arquetipo en sujeto individual, y de ahí en sujeto conflictivo y en débil ingrediente de la multitud. Los dos primeros pasos marcan el camino que lleva de los personajes sobrehumanos y solemnes, sujetos a su destino, y los personajes individuales, agentes de su propio destino. El camino puede ser observado desde antiguo, y lleva desde los personajes homéricos a los de la novelística de los siglos XVII y XVIII, al lazarillo y a Robinson Crusoe, aunque ya es apuntado en la diferencia entre los personajes de la Ilíada y el Ulises de la Odisea. El segundo episodio fue analizado por Lukács ya en los años 20, al hablar de los héroes problemáticos en busca de valores verdaderos de la narrativa del XIX, en contraste con la confianza ciega en los mecanismos civilizadores de Crusoe. Al héroe problemático sucedería el héroe demoníaco en conflicto con los valores sociales establecidos, y a éste el individuo que siente su propio medio al tiempo como agente de su desarrollo identitario y enemigo de su individualidad, tal como lo analizó Benjamin. (Dos Passos vs. Balzac).
En todo caso, el héroe, allí donde se mantiene, aparece solitario y estado de fracaso, sin fuerza e inactivo, esperando que de fuera llegue la solución de sus conflictos, los cuales no siempre están definidos. La tendencia a la confesión, al no haber una presencia individual fuerte y ordenadora, se convierte en un discurso que únicamente actúa como soporte para catalizar una serie de reflexiones sin conclusión. La acción narrativa, consecuentemente, se ve devaluada y tiende en algunos casos a desaparecer, en favor de la exposición de situaciones. La fábula pierde peso en favor de la caracterización interna del personaje a partir de sus mecanismos de percepción. En ocasiones, la trama se convierte en excusa para la exposición del conflicto entre varios caracteres, sin solución (vg: Cinco horas con Mario).
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