La sociedad patriarcal en las obras de Machado de Assis
Enviado por monto2435 • 15 de Noviembre de 2018 • 3.552 Palabras (15 Páginas) • 333 Visitas
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La educación en la mujer se evidencia con peculiar diferencia en Don Casmurro: Capitú, en discrepancia con las mujeres en Quincas Borba, manifiesta un prominente interés por variadas disciplinas: “(…) le gustaba saberlo todo. En el colegio, donde desde lo siete años había aprendido a leer, escribir y cuentas, francés, doctrina y labores” (cap. XXXI). La narración es llevada a cabo por Bento, personaje masculino que advierte en este mismo capítulo los diversos intereses de su compañera y sus habilidades por adquirirlos: “Capitú obedecía y jugaba con facilidad, con atención y no sé si diga con amor” (cap. XXXI).
Considerando los fragmentos anteriormente citados de ambas novelas, se puede alegar que aquí se percibe uno de los contrastes más contundentes entre ambas representaciones femeninas en relación con la educación: con un profundo interés en aprender y saber, se trata de una Capitú curiosa que no se contenta con sólo adquirir los conocimientos impuestos y considerados necesarios para las mujeres en el sistema patriarcal. Desea conocer tanto y más: anhela obtener conocimientos por el puro placer y la curiosidad. Mientras en Quincas Borba la mujer recibe una mera educación por un fin específico (ya sea por un ascenso social o bien para el matrimonio), Capitú no desea aprender por alguno de esos fines, sino que simplemente intenta procurarse de conocimientos de variada índole por placer.
Hay un aspecto más a destacar con respecto al acceso limitado de la educación en las mujeres: se observa que la enseñanza de la mujer en Quincas Borba se da únicamente en el ámbito privado y los profesores son exclusivamente hombres: “Los profesores de francés y de piano eran hombres conocedores de su oficio” (cap. LXVIII). En cuanto a esto, se atina otra pertinente diferencia con Capitú: ella asiste al colegio desde temprana edad, a diferencia de María Benedita, quién recibe una educación tardía.
Asimismo, es de semejante relevancia como Capitú confronta el sistema patriarcal y normativo de la época. Audaz y desafiante se impone cuando descubre la prohibición al acceso de determinados conocimientos sólo por su condición femenina: “(…) el padre, después de proponérselo con gracejo, acabó diciendo que el Latín no era lengua de niñas. (…) esta razón encendió en ella el deseo de saberlo” (cap. XXXI). Mientras que las mujeres en Quincas Borba se acomodan a las exigencias del orden patriarcal y no perciben la latente desigualdad que prevalece entre ambos géneros, Capitú se atreve a cuestionar las impertinencias del sistema paternalista de la época.
La diferencia que se atisba entre la educación de calidad que el hombre recibe y que le permite formarse en una determinada profesión y los limitados conocimientos que puede adquirir la mujer, denotan la dominación y la exclusión a la que la mujer es expuesta en el contexto social e histórico que se despliega en ambas novelas.
La función de la especie: matrimonio, domesticidad y reproducción. La mujer objeto.
Ahora bien, es preciso abordar otro culminante aspecto que se manifiesta en relación con la mujer en el orden patriarcal: el matrimonio. Es de suma importancia que la mujer contraiga matrimonio: se la condiciona a casarse para obtener cierto reconocimiento y prestigio en la sociedad. A su vez, la falta de un marido se torna gravemente problemático ya que debido a esto la mujer se ve excluida y desvalorizada por la sociedad. Así vemos que se encuentra el personaje de Doña Tonica, quién se ve abrumada y afligida por la imposibilidad de casarse: “Cuarentona, solterona; doña Tonica tuvo un escalofrío” (cap. XLIII). Sin más, la mujer pierde significancia en una sociedad que la repudia si no posee la compañía de un hombre: “Un marido, por malo que sea, siempre es mejor que el mejor de los sueños” (cap. CXVIII).
A partir del matrimonio, la mujer es conducida a cumplir determinadas funciones: se la confine a una domesticidad que involucra el permanente cuidado del hogar y de los hijos. A su vez, la mujer casada debe comportarse de forma obediente y ser una gratificante compañía del marido, apoyarlo en sus decisiones y conceder sus deseos. Este último aspecto se evidencia en la relación de los personajes de Doña Fernanda y su esposo Teófilo como también en los recién casados María Benedita y Carlos María.
Doña Fernanda brinda apoyo a su marido que se ve consternado por no lograr el cargo político que aspiraba. Entretanto, la mujer intenta consolarlo incesantemente mientras Teófilo permanece ofuscado en sus preocupaciones. Por último, concede que Teófilo viaje mientras ella quedará al cuidado del hijo, de la casa y de sus cosas. La mujer espera el beneficio del marido y su plena satisfacción: “Doña Fernanda esperó, tan ansiosa como si el ministerio fuese para ella y pudiese darle algún placer ni amargo ni complicado. Pero una vez que su marido estuviese satisfecho, pensaba, todo mejoraría” (cap. CLXXVII).
Se advierte en diversas situaciones a la mujer constantemente sirviendo al hombre e intentando satisfacerlo o apaciguarlo. Es plausible atinar que este comportamiento que la mujer asume y que consiste en que procure cuidar sus formas para agradarle al hombre refleja con claridad la dominación masculina y la representación de la mujer sometida y subordinada. En este caso también se observa como esa dominación en la mujer es aceptada por ella y considerada como justa y válida. Se trata de una dominación profundamente naturalizada.
De manera similar se evidencia dicho comportamiento en las actitudes de María Benedita ante Carlos María. Mientras ella intenta escudriñar los inexplicables enfados de su esposo, se aflige reflexionando: “(…) no pensó en otra cosa que esa sonrisa muda y descolorida, señal de algún enfado cuya culpa no podía tener nadie más que ella. (…) y, como siempre, le dio la razón a su marido” (cap. CLXX). En definitiva, se manifiesta como la mujer le debe proveer cierta conformidad al hombre, se la ve plenamente minimizada ante él y asume una culpabilidad que “de seguro tiene” por no comportarse como su marido lo pretende.
De modo que nos encontramos frente a una mujer carente de autoridad, arraigada y condicionada a cumplir las pretensiones del hombre, nuevamente reaparece Capitú para invertir dicha situación y asumir una imperante posición autoritaria y dominante. Así la vemos responder a Bento, cuando éste le confiesa que le ha contado sus amoríos que con ella mantiene a su amigo Escobar: “– (…) Tú no tienes derecho a contar un secreto que no es tuyo solamente, sino mío también, y yo no te doy licencia para decir nada a nadie. Era justo: me
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