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La vida del conocimiento difiere demasiado del resto de las vidas. Nunca como en la antigüedad griega y romana ha estado tan dominado el pensamiento por la cuestión de la vida mejor para el hombre.

Enviado por   •  9 de Junio de 2018  •  2.040 Palabras (9 Páginas)  •  582 Visitas

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Para Sócrates la injusticia daña el alma de quien la perpetra y le impide ser feliz. Inversamente la práctica de la filosofía es una actividad virtuosa que hace buena y feliz nuestra existencia.

La concepción socrática de la vida filosófica comprende tres juicios normativos:

- 1º Practicar ese género de existencia es un deber incondicionado.

- 2º Entre todos los géneros de vida, el filosófico es el preferible.

- 3º Solo la vida filosófica es feliz.

Platón y Aristóteles solo aceptan el segundo, que sienta la supremacía de la vida filosófica. Rechazan los otros dos principios, veamos las razones que abonan ese rechazo. Una muy importante ya ha sido mencionada, se trata de las aptitudes humanas, que se encuentran muy desigualmente repartidas.

Y no solo es una cuestión de dotes, sino también de vocación. Solo la filosofía “se hace cargo” del sentido y el valor de los distintos géneros de existencia y nos permite vivir de manera lucida, responsable.

Este argumento padece de limitaciones importantes:

La primera, consiste en sostener que todo conocimiento digno de ese nombre procede de la filosofía. Sócrates confiesa no saber a ciencia cierta sino una cosa: que no se debe cometer injusticia a ningún precio. Esta es una certeza previa, la misma que le ha empujado a abrazar la filosofía como modo de vida.

En segundo lugar, al pivotar exclusivamente sobre el argumento de la superior dignidad de la actividad intelectual, pasa por alto lo más peculiar del fenómeno de la vocación, su intransferibilidad. La vocación es un deber para quien la siente, pero no un deber universal.

En favor de la postura socrática podemos decir que la vida filosófica no es incompatible con otras vocaciones distintas. El músico, místico, ingeniero, político, pueden ser además filósofos.

Tampoco este argumento parece convincente. Por supuesto que las distintas actividades humanas son compatibles entre sí. Pero no se trata aquí de actividades ejercidas puntualmente, sino de géneros de vida.

La complejidad y amplitud de los problemas estudiados por el filósofo, hacen que la sed de claridad que mueve a la vida intelectual nunca llegue a saciarse. No vale ser filósofo a ratos.

Hay filosofía solo cuando el respeto a la verdad se radicaliza hasta convertirse en búsqueda constante y sistemática que tensa la existencia toda.

Para terminar una palabra sobre Cicerón, si bien se aparta de la concepción de la vida mejor defendida por Platón y Aristóteles. Y para cualquier lector moderno, la glorificación que este hacia de la existencia política como forma plena y modelo de humanidad, ha perdido a desde hace mucho el mas solido de los argumentos que halaban en su favor. Aun así Cicerón nos obliga a abrir el abanico de las formas de plenitud humanas.

No hay motivo para no aceptar sucesivas ampliaciones, siempre que vengan avaladas por sus meritos. En este sentido se hace muy difícil no incluir entre las formas de felicidad una forma de vida religiosa contemplativa, o la vida dedicada a la caridad. Si estos géneros de vida brillan por su ausencia es porque se trata de autores precristianos.

- Apéndice sobre la vocación

El concepto de vocación desempeña un papel importante en la argumentación y tratamiento filosófico del problema de la vida buena. Vocación es llamada o interpelación de orden moral. Pero no toda interpelación moral es vocación. Procede siempre de uno mismo, es mi yo mas verdadero el que me plantea exigencias, que me reclama ser el que ya soy. El destinatario, lejos de ser universal es individual: soy yo mismo. Aquí se trata de ser fiel a uno mismo.

¿Como llega uno a reconocer su vocación? Esta tiene un mensaje distinto para cada cual. Le ocurre lo mismo que a mis ojos, pueden verlo todo, excepto a sí mismos. Como le advertía Don Quijote a Sancho: Conocerse a sí mismo es el más difícil conocimiento que pueda imaginarse.

El carácter intransferible de la vocación individual dificulta considerablemente el discernimiento.

Para terminar nos referiremos a tres vocaciones en particular: La filosofía, la religión y la caridad.

Antes habíamos dicho que vocación, es una llamada a la autenticidad e identidad personal, esta solo es posible para quien sea innegociablemente fiel a sí mismo.

Mientras la vocación pasa por el conocimiento de uno mismo, la filosofía se vuelve a la realidad toda. Pero en uno y otro caso se trata de poder vivir como se debe.

La pregunta del “yo” nos lleva a concluir sin dar razones, que la consistencia personal de cada hombre solo es pensable si existe un ser supremo, un yo absoluto. Por eso la sabiduría religiosa nos ha presentado a Dios como el único que me de verdad me conoce desde que estaba en el seno de mi madre. Porque soy hechura suya, y no me ha fabricado en serie, ni ha vaciado mi barro en un molde genérico, sino que me ha llamado a la existencia por mi propio nombre y con ello me ha dado la tarea de conocerme.

En la tarea nos ayudan otros hombres, los amigos que desempeñan un papel decisivo. El amigo hace calas en nuestra intimidad, mi verdad se la digo, y él también me la dice. Quien se conozca mínimamente a sí mismo, sabe cuán menesterosos y frágiles somos.

Ante quien esto advierte se abre un horizonte infinito: la caridad no tiene fin. La amistad no es sino una forma de caridad. Otras se desarrollan en la familia, en la comunidad, profesional y ciudadana.

Las tres vocaciones de las que hemos hablado no son incompatibles: Amor a la verdad, amor de Dios y amor al prójimo, no son incompatibles. Todo lo contrario. Todos los hombres sin distinción estamos llamados a la sabiduría, a la religión y a la caridad.

En realidad no hay hombre sin vocación, deslumbrante o modesta. De que la escuche y siga depende la identidad consigo mismo y de su felicidad.

Curso: Segundo CC RR

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