Magdalena.

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La recapitulación de los hechos dio comienzo cuando nuestros caminos se cruzaron. Allí la vi a ella por primera vez, capto toda mi atención y mi sentido visual. Detallé rápidamente sus facciones físicas: brillantes ojos verdes, piel blanca y un largo cabello rubio. Una curiosidad inmensa se apropió de mí y descarté que era de por aquí. Sintiendo confianza le pregunté su nombre y de donde era, por algo debía empezar. Escuché por primera vez su voz y me contestó – Magda, Magda Stefely y vengo de Austria -. Esa respuesta hizo que aumentara más aun mis incógnitas, sorprendido, quería que ella me contestara: ¿Qué rayos hacía en este lugar? Magda inicio su respuesta explicándome que se encontraba en una actividad de intercambio estudiantil. Llevaba tres meses aquí. Su manejo e interpretación del español era bueno y básico, me entendía y yo a ella.

Llegó ese momento en el que iba a comenzar, una historia que es difícil de olvidar, una historia que aún no ha llegado su fin y quiero que nunca llegue a terminarse. Como no solo la coincidencia hizo su papel, las situaciones, las decisiones y hechos imprevistos lograron ponerme en la posición que me encontraba. Juntos pasamos por momentos que poco a poco nos hacían conocer más de cada uno. No solo me gustaba ella, sus ideales, sus perspectivas, su pasado y su historia me llenaban el alma. Su personalidad alegre, despreocupa, mostraba un aire fresco el cual ayudo para que se generara total confianza entre ambos. Nunca le mentí ni le mentiría, fui practico y conciso al hablarle de quien era ese intruso que la acabo de conocer. Una atmosfera emergió, la construíamos los dos con sonrisas, miradas y uno que otro verso. El alrededor y sus restos desaparecían, se sentía bien estar juntos, éramos ella y yo aferrados a la palabra felicidad.

Nicolas Verdugo Galanskaya.