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Mansebo y la mujer brava

Enviado por   •  1 de Abril de 2018  •  2.626 Palabras (11 Páginas)  •  271 Visitas

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PADRE RICO---Calle por una vez, señora, y no replique más. Es mi voluntad y ya está hecho. Mañana será la boda.

MADRE---(Furiosa.) ¡Su voluntad, Su voluntad! ¿Y qué voluntad es la suya, bragazas? ¡Ay mi hija, mi pobre hija!…

PADRE RICO---(Refugiando su confidencia junto al vecino.) También la madre es buena, amigo. Pero ¡a esa ya no hay quien me la saque de casa! (Se corre la cortina y vuelve PATRONIO.)

ESCENA III

PATRONIO---Ya veis aquí, señores, cómo principia el cuento. Pronto hemos de ver cómo se adoba y acaba. Fuerte es la moza; y bien tajado el mancebo. Lo que sea de su casamiento y fortuna, ahora lo sabréis. Yo me voy a retirar, que el cortejo llega, y yo salí para advertiros esta razón: que el casamiento se hizo y ya traen a la novia a casa de su marido. (Saluda al cortejo de

bodas, que viene por la plaza, y sale. El cortejo sube al tablado. Vienen dulzainas, tamboriles y panderos. Luego, el PADRE RICO y LA MADRE; detrás los novios y parejas de mozos y mozas coronados de guirnaldas. Trenzan una danza de cintas y figuras. Cuando el baile termina, entre relinchos y gritos, el PADRE RICO toma a la MOZA de la mano y la aparta a un rincón.)

PADRE RICO---Casada eres, hija mía; óyeme ahora un consejo: obedece y sirve a tu marido, que más sosiego hay en obedecer que no en mandar.

MADRE---(Tomando a la MOZA de la mano y llevándola al otro extremo.) Casada eres, hija mía; óyeme ahora un consejo: no te dejes ablandar ni por buenas ni por malas; que al que lame las manos, a ese le dan palos.

PADRE RICO---Ea, señores, retírese ya el cortejo y déjese a los novios en su soledad hasta otro día. (Hacen la despedida, entre risas y abrazos, y salen todos cantando. El Mancebo descorre la cortina y entra con la novia en su casa. Está puesta la mesa y sobre ella un candelabro encendido. Al fondo, por una ventana, se ve la cabeza del caballo rumiando en el pesebre.

Mientras la MOZA se quita sus galas y guirnaldas, se oye el canto del cortejo alejándose.)

ESCENA IV

MANCEBO---Digo, mujer, que no se cumple con nosotros las costumbre de esta tierra, que es la de adobar cena y mesa a los novios sin que nada falte.

MOZA---Pues qué, ¿no ve Ud. ahí todo?

MANCEBO---No veo que hayan dispuesto el aguamanos.

MOZA---¡Aguamanos! ¿Con esas sale, marido? Coma y calle, que bien acostumbrado estará, de vuestra casa, a comer sin lavaros.

MANCEBO---No tal, que siempre he sido pobre, pero limpio. ¡Lavarme quiero! (Espera. Al ver que no le atiende, da un puñetazo sobre la mesa alzando la voz.) ¡Lavarme quiero! (Mira alrededor.) ¡Eh, tú, don perro: dame agua a las manos! (Otra pausa esperando.) ¡Cómo! ¿No oíste, perro traidor, que me des agua a las manos? ¡Ah! ¿callas? ¿No obedeces? ¡Pues aguarda y verás! (Sale furioso entre cortinas y da de cuchilladas al perro, que aúlla espantado.)

MOZA---Pero ¿qué ha hecho, marido? ¿Al perro ha matado? ¡Miren qué empresa de hombre!

MANCEBO---Le mandé traer agua y no me obedeció. (Limpia su espada en el mantel y vuelve los ojos airado alrededor. Se dirige al gato, que se supone al otro lado.) ¡Eh, tú, don gato: dame agua a las manos!

MOZA---¿Al gato habla, marido?

MANCEBO---¡Cómo, don falso traidor! ¿También tú callas? Pues qué, ¿no viste lo que fue del perro, por no obedecer? Prometo que si poco ni más conmigo porfías, lo mismo te he de hacer a ti que al perro. ¡Dame agua a las manos ahora mismo!

MOZA---Pero, marido, ¿cómo quiere que un gato entienda de aguamanos?

MANCEBO---(Le impone silencio secamente.) Qué, ¿no te mueves todavía? ¡Ah, gato traidor!…¡Aguarda, aguarda tú también! (Sale entre cortinas. Se oyen unos maullidos estridentes y vuelve a entrar con el gato ensartado en la espada. Lo tira contra el suelo.)

MOZA---¡Ay mi gato, mi pobre gato querido!…(Lo levanta por el rabo, comprobando que está muerto. El Mancebo mira en torno cada vez más furioso. Se oye en el patio el relincho del caballo.)

MANCEBO---Y ahora vos, don caballo. ¡Dame agua a las manos!

MOZA---¡Eso no! ¡Téngase, marido, que perros y gatos muchos hay, pero caballos no tiene Ud. otro que ése!

MANCEBO---Y bien, mujer, ¿piensa que porque no tengo otro caballo se ha de librar de mí si no me atiende? Guárdese de enojarme, o si no, ¡yo juro a Dios que tan mala suerte le he de dar a él como a los otros! (Mirándola fijamente avanza hasta ella, que retrocede comenzando a espantarse.) Y no habrá cosa viva en la casa a quien no hiciera lo mismo. ¡Eh! ¿oíste, don caballo? ¡Dame pronto agua a las manos!

MOZA---(Se santigua.) ¡Ánimas del Purgatorio! ¡Loco está!

MANCEBO---Qué, ¿no te mueves? ¡Pues toma tú también! ¡Toma! (Le suelta un pistoletazo. El caballo cae redondo.)

MOZA---¡Dios nos valga, marido! ¡Muerto es el caballo!

MANCEBO---Pues qué, ¿he de mandar yo una cosa y no se me ha de obedecer en mi casa? (Tira la silla de un puntapié. Vuelve a mirar a todos lados con furia. Fija los ojos en ella y dice reposadamente:) Mujer…, dame agua a las manos.

MOZA---¿Agua? ¡Ahora mismo! ¿Por qué no me la pidió a mi antes, marido? (Corre y vuelve con aguamanil y toalla.) Deje, no se moleste; yo mismo se las lavaré.

MANCEBO---Bien está. Dame ahora la cena.

MOZA---Sí, sí, sí…, la cena…, ahora mismo. Lo que mande, señor. Aquí está la cena. (Le sirve prodigando sonrisas. Queda en pie mientras él cena.)

MANCEBO---¡Ah!, cómo agradezco al cielo que hiciste a tiempo lo que te mandé. Que si no, con el enojo que tengo, otro tanto te hubiera hecho a ti como al caballo.

MOZA---¿Y cómo no le había de obedecer, marido? Bien sé yo que no hay gala que tan bien siente a una mujer como servir y honrar al señor de su casa. Mándeme cuanto quiera, que yo le juro…

MANCEBO---¡Calla!

MOZA---Sí, sí, sí, perdón. MANCEBO---Mala

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