No hay nada más difícil en el mundo que cambiar cuando todavía se es exitoso..
Enviado por klimbo3445 • 13 de Marzo de 2018 • 1.866 Palabras (8 Páginas) • 479 Visitas
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Caminando lentamente al centro del salón, se paró frente al atrevido discípulo, lo miró a los ojos y haciendo una reverencia proclamó:
— ¡Usted es el nuevo Guardián!
Grandes gestos de sorpresa aparecieron en los rostros de los demás monjes. Estaban perplejos y confundidos. El Gran Maestro los tranquilizó, ofreciéndoles la siguiente explicación:
—Son tiempos de cambio. La muerte de nuestro Guardián nos anunció el advenimiento de una nueva etapa en la vida del monasterio. Tenemos que romper con el pasado, sin importar cuán hermoso fue. Sólo así podremos estar preparados para encontrar nuevas formas de belleza. Si no rompemos con el pasado, corremos el riesgo de quedar atrapados en él —concluyó el iluminado.
Cerré los ojos para sentir la escena. La filosofía oriental siempre me había atraído. En ese lugar se podía sentir la paz y el equilibrio necesario para reflexionar. Un ligero aroma a incienso fue cómplice de mis pensamientos.
— ¿Te gustó la lección? —inquirió mi papá.
—Sí, mucho. Pero no entiendo ¿por qué le llamó “un problema”?
—Un problema, es un asunto o cuestión que requiere una solución. En muchas ocasiones, no vemos que frente a nosotros tenemos problemas que son fascinantes, o que se esconden por su belleza; pero que deben ser eliminados o resueltos.
—Sigo sin entender. No me queda muy clara tu explicación.
—Un problema es un problema. Puede estar escondido en la forma de un florero fino de porcelana; de un lindo amor que ya no tiene futuro y que nos está acarreando inconvenientes; de un trabajo que debe ser abandonado; de un puente que debe ser derribado; de un éxito que debe ser superado o de un camino que debe ser clausurado. A veces son situaciones que nos ubican en una zona de confort pero que, sin saberlo, poco a poco nos están perjudicando y, si no les damos una pronta solución, a la larga nos harán mucho daño.
Me quedé callado, tratando de asimilar sus palabras. Trataba de visualizar algunas situaciones que realmente fueran problemas escondidos para mí. Mi padre continuó con su explicación, tratando de llevarla lo más posible a la tierra.
— ¿Qué pasa en una relación cuando se acabó el amor? ¿Qué sucede cuando te aferras a un conocimiento que se volvió obsoleto, pero que en el pasado rindió grandes frutos? ¿Por qué, cuando tienes una gran oportunidad no quieres aceptarla, porque en tu trabajo actual tienes cierta estabilidad? ¿Qué pasa cuando la fuerza del pasado es más férrea que la visión de un futuro diferente?
—Tienes razón. A veces estamos cegados por los éxitos del pasado que sutilmente empiezan a desfigurarse y que no nos dejan ver las oportunidades que se nos están presentando.
— ¿Sabes cuál es la peor trampa en la que puede caer un hombre? La soberbia de pensar y creer que llegó a su máximo esplendor; a la cumbre más alta de la montaña. Pensar que lo sabe todo, que lo ha logrado todo y que no hay nuevas metas que alcanzar. Este pensamiento, derivado de la soberbia, desemboca en una terrible parálisis de pensamiento y de movimiento. Cuando un hombre llega a ese punto, inicia el triste camino hacia su propio final.
—Papá ¿cómo puedo evitar llegar a ese momento? —pregunté, buscando una respuesta concreta que me diera la luz necesaria.
—Tienes que reinventarte.
— ¿Reinventarme? ¿Qué es eso?
—Reinventarte significa abandonar tus éxitos y tus logros mentalmente para preguntarte: ‘Si me quitarán todo lo que tengo ¿cómo podría volver a empezar? ¿Qué nuevas habilidades tendría que desarrollar? ¿Qué nueva aventura tendría que emprender?’
Hacerlo dentro de tu pensamiento te ayuda a buscar caminos y soluciones alternativos, antes de que algún problema o suceso imprevisto ocurran en la realidad.
— ¿Cuáles pueden ser esos problemas o sucesos imprevistos?
—Una enfermedad o un accidente, si hablas de tu persona. Un grave problema económico o una situación adversa que te deje en bancarrota. Un despido o una mala decisión, si hablas de tu vida laboral.
En ese momento vinieron a mi mente diferentes personas que había conocido como personas de éxito y que ahora estaban derrotados por la vida misma, caminando como muertos vivientes.
Mi padre, como adivinando mis pensamientos, me explicó:
—Hay tres palabras claves para reinventarte: coraje, curiosidad y ambición.
Coraje para darte cuenta de que, aunque estés contento por tus logros, debes sentirte insatisfecho. Cada vez que hayas conquistado una montaña tienes que encontrar un nuevo reto por el cual luchar, una nueva montaña que escalar.
Curiosidad, porque es la clave del aprendizaje. Siempre tienes que tener hambre, entendida como la capacidad de querer aprender más, saber más y conocer más.
Ambición de querer lograr más, de ser mejor o de empezar un nuevo reto, más grande, más exigente, más provocador y más sublime.
Sólo con esas tres palabras, bien entendidas y aplicadas, podrás decirle “no” a la trampa efímera del éxito y a la soberbia de los triunfos pasajeros.
Nos quedamos en silencio, contemplando la majestuosidad del Gran Salón, sintiendo mi cuerpo en armonía y disfrutando de ese peculiar olor a incienso.
Cerré los ojos y le di gracias a la vida por este hermoso momento, por esa grandiosa enseñanza.
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