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Operación masacre.

Enviado por   •  23 de Marzo de 2018  •  3.871 Palabras (16 Páginas)  •  382 Visitas

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Esto no tuvo sentido ayer, ni hoy, ni lo tendrá mañana, pero muchas veces a nadie le interesa atentar contra la vida de alguien para obtener beneficios propios.

“Operación Masacre” pone al alcance de los lectores, el mayor problema que puede surgir en una comunidad y lo describe desde la cruda realidad. Con una dureza que asusta y una riqueza que asombra, nos muestra lo mísera que puede resultar la vida cuando hay “intereses políticos” de por medio.

A mi criterio, en esta obra, se pone en duda la dignidad moral de aquellos que se indignan hipócritamente por barbaridades, masacres y violencias que se cometen contra el orden, y que también se toman el derecho de juzgar y disponer de las vidas de otros creyendo que solo están obrando “en beneficio del bien común”.

Y mi opinión se basa en las expresiones de Walsh cuando dice:

“Si hay algo justamente que he procurado suscitar en estas páginas es el horror a las revoluciones, cuyas primeras víctimas son siempre personas inocentes, como los fusilados de José León Suárez o como aquel conscripto caído a pocos metros de donde yo estaba. La pobre gente no muere gritando “Viva la patria”, como en las novelas. Muere vomitando de miedo, como Nicolás Carranza, o maldiciendo su abandono, como Bernardino Rodríguez. Sólo un débil mental puede no desear la paz.”

- Esta novela permite al lector conocer aspectos de la vida cotidiana y de la sociedad de Buenos Aires a fines de los años cincuenta. Un claro ejemplo es la descripción del barrio de Florida en el capítulo 3: “Don Horacio”, donde se encuentra la casa donde serán apresadas las víctimas de esta masacre. En él, el autor describe el vecindario donde se desarrollará la tragedia diciendo: “El municipio regatea el agua y las obras sanitarias, hay baches en los pavimentos, faltan letreros indicadores en las esquinas, pero el pueblo vive a pesar de todo”. Y continúa, diciendo “El barrio en que van a ocurrir tantas cosas imprevistas está a unas seis cuadras de la estación, yendo al oeste. Ofrece los violentos contrastes de las zonas en desarrollo, donde confluye lo residencial y lo escuálido, el chalet recién terminado junto al baldío de yuyos y de latas” y también que “en invierno las calles quedan semidesiertas a hora temprana. Las esquinas están mal iluminadas y hay que cruzarlas con precaución para no enfangarse en lo charcos provocados por la falta de desagües. Donde hay un puentecito o una hilera de piedras para facilitar el cruce, es obra de los vecinos. A veces el agua oscura llega de un cordón a otro, y más que verse se adivina por el reflejo de alguna estrella o de los macilentos faroles que languidecen en los porches hasta altas horas. Sólo en la avenida San Martín se nota algún movimiento: un colectivo que pasa, un letrero de neón, el frío resplandor celeste del ventanal del bar”. Como puede apreciarse el barrio descripto es uno de clase trabajadora con ciertas comodidades pero también con ciertas carencias tales como la falta de asfalto en algunas calles, la mala iluminación o la falta de desagües. El escritor también agrega una descripción de la sociedad del barrio: “El habitante medio es un hombre de treinta a cuarenta años que tiene su casa propia, con un jardín que cultiva en sus momentos de ocio, y que aún no ha terminado de pagar el crédito bancario que le permitió adquirirla. Vive con una familia no muy numerosa y trabaja en Buenos Aires como empleado de comercio o como obrero especializado. Se lleva bien con los vecinos y propone acepta iniciativas para el bien común”. Cuando el autor menciona en estos párrafos los oficios posibles de los vecinos de Florida, hace énfasis en el “obrero especializado”. Walsh sigue describiendo al habitante de la zona dando al lector una visión de las actividades que éste solía tener en su vida cotidiana: “Practica deportes, por lo general fútbol, conversa los temas habituales de la política, y bajo cualquier gobierno protesta sin exaltarse contra el alza de vida y los transportes imposibles”.

En los dos primeros capítulos de Operación Masacre, se describe a dos trabajadores ferroviarios, Carranza y Garibotti, que formarán parte del grupo que será posteriormente apresado y masacrado. Ambos habitan el Barrio Obrero de Boulogne, un barrio de trabajadores relacionados con el sector industrial y de los transportes. Walsh, retrata la vida cotidiana de Carranza y describe características similares a tantos otros hombres y mujeres en la misma situación política y social que el protagonista, por ejemplo la relación con su mujer que es muy similar a la que debieron mantener miles de militantes del justicialismo en esos días de persecución: “Siempre era igual. Siempre llegaba así su hombre: huido, nocturno, fugaz. A veces se quedaba una noche, después desaparecía las semanas. Por ahí le hacía llegar un mensaje: estaba en casa de tal amigo. Y entonces era ella quien iba a su encuentro, dejando los chicos a alguna vecina, y pasaba con él unas horas transidas de temor, de zozobra, de la amargura de tener que dejarlo y esperar el lento paso del tiempo sin noticias suyas”. La vida familiar es claramente vista en el caso de Carranza: “Y ahora estaba sentado en el sillón del comedor, hamacando en las rodillas a Berta Josefa, de dos años, y a Carlos Alberto, de tres, y acaso a Juan Nicolás, de cuatro- toda una escalera de pibes tenía, don Carranza- hamacándolos e imitando el fragor y el silbato de los trenes que manejaban hombres como él, gente de esa barriada ferroviaria”.

El viaje diario que podía realizar un trabajador en los medios de transporte de la época es descripto en párrafos como “Salen los dos amigos. Caminan varias cuadras por la larga calle Guayaquil, doblan a la derecha, rumbo a la estación. Allí toman el primer local que va a Florida. Son apenas unos minutos de tren”. En este caso la descripción es del trayecto entre el Barrio obrero de Boulogne y la casa de Florida donde transcurrirá la detención de todos los presentes en dicha vivienda.

En el capítulo número diez, Walsh realiza una semblanza de un personaje y un entorno distinto al de trabajadores ferroviarios, el de un oficinista, una persona de un estamento social completamente distinto: “En el número 1812 de la calle Franklin vive Mario Brión. Es un chalet con un jardín, casi en una esquina, a menos de cien metros de la casa fatídica…Un muchacho serio y trabajador, dicen los vecinos. Una vida común, sin relieves brillantes, sin deslumbres de aventura, reconstruimos nosotros. A los quince años se emplea de oficinista, sin abandonar sus estudios, sigue cursos de inglés, que llegará a hablar con cierta soltura, se recibe de perito mercantil.

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