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Quito y Cádiz, el sueño de los comerciantes

Enviado por   •  29 de Noviembre de 2018  •  1.445 Palabras (6 Páginas)  •  257 Visitas

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A finales del siglo XVI, Quito era considerada como una de las principales plazas de comercio en los Andes, aquí la gente escondía su ruina y su crisis detrás de telas ostentosas y caras, tratando de imitar a la clase alta de Paris y Londres. Paños ingleses, terciopelos y diferentes tipos de telas eran la materia prima de la ostentación de los estratos sociales altos de la ciudad, la tela en esta época representaba un tipo de elitismo, por otro lado “la ropa de tierra” era utilizada por la gente que se dedicaba a actividades laborales muy sacrificadas como los agricultores, labradores y criadas.

Las mulas eran el transporte principal de los productos importados desde Lima y Cartagena de Indias, tenían que pasar por caminos muy empinados y los Indios eran decretados por la Corona Española como cargadores de mercancías en tiempos de lluvia torrenciales.

Los principales productos que eran comercializados en la época fueron los paños y las bayetas, los lienzos y tocuyos los que eran muy usados por la industria doméstica además de otros productos que permitían relacionarse a Quito con la metrópolis como los cuadros y las imágenes de la escuela quiteña.

En el siglo XVII la sobreoferta de productos europeos además de las consecuencias de las epidemias y catástrofes naturales provocaron una decaída en el comercio generando esto perdidas incluso para los comercializadores directos, debido a esto todo el proceso para ir a Lima tomaba dos años además de la obligación de ir a

conseguir los metales preciosos para hacer negocios europeos, los viajes de negocios eran a Lima en donde se reunía la producción de la plata pues en la época, la producción de metales preciosos en la Sierra era muy limitada.

El camino a Barbacoas tiene un papel importante es este asunto, pues este era un lugar muy empinado para que las mulas pasen con la carga además que allí existía la posibilidad de cambiar los pesos de plata en oro en polvo o doblones pues este proceso tenia mayor valor en el intercambio internacional.

A la crisis que atraviesan los quiteños se le suma el Decreto de Comercio Libre, pues Quito se encontraba en la mitad de Lima y Cartagena de Indias, los comerciantes que se quedaron con la mercancía “hueso” tenía que tratar de relatarla para que su dinero no quede amortizado, además debían estar atentos a la llegada de los barcos europeos llenos de mercancía de la que se desconocía su precio, su calidad y su versatilidad, la llegada de esta mercancía era incierta pues se desconocía cuál sería su primer destino.

La desesperación de ser los primeros en dar apertura a la llegada de aquellos barcos llenos de mercadería que podría sacarlos de la crisis en la que se encontraban, los llevo a pensar que , la mejor opción era un viaje a Cádiz, pues esto disminuiría los costos y los intermediarios, y así poder elegir mercadería exclusiva, pero el ensueño de todo comerciante quiteño era frenado por los altos costos de un viaje de tal magnitud.

La comparación de costeo que se hacía de un viaje a Cádiz, que duraba alrededor de cinco meses, era con el valor de una casa quiteña, es decir que para cumplir el sueño de comerciante era necesario tener una suma considerable de dinero y eso sin contar con el valor de las compras de mercaderías que se realizarían.

Este sueño del gran viaje de negocios a Cádiz y Sevilla ni siquiera los podían costear la geste de alcurnia.

En medio de la crisis nace de la idea de buscar una persona que resida en Cádiz y sea muy confiable y honesto.

Gregorio Álvarez Verjuste, es el nombre que as aparecía en la correspondencia comercial, llega a Quito con fines laborales, contrae matrimonio con una quiteña y es así como empieza su historia, su larga estadía en los Andes se da por los relaciones comerciales que desarrollo en todo este proceso.

Álvarez se convirtió en un medio de comercio entre los quiteños y los productos de Cádiz, era un hombre de dinero. Era encargado de algunos cobros como por ejemplo los ochenta pesos que la Capilla de Cantuña debía enviar a Roma para recibir gracias y privilegios espirituales

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