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CULTURA EMPRENDEDORA TRADICIÓN Y ACTUALIDAD

Enviado por   •  17 de Abril de 2018  •  985 Palabras (4 Páginas)  •  440 Visitas

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Es muy importante saber que las industrias creativas no agotan todas las actividades culturales. Otras artes como el teatro, la danza, la pintura, la escultura, o la música alternativa, no son propiamente industrias, pero su valor se mide en términos estéticos y simbólicos.

Esta diferenciación deben tenerla muy en cuenta quienes se encarguen de las políticas de fomento cultural: por un lado está la cultura y por otro las industrias culturales.

Una política cultural tiene que dedicarse a los aspectos simbólicos de las industrias culturales y a todo aquello que el mercado no favorece, no deberíamos confundir el concepto de cultura con el concepto de mercancía, porque de alguna forma, las industrias culturales nos están diciendo constantemente quiénes somos, entonces nos están diciendo quienes somos desde criterios diferentes a los nuestros.

En los últimos tiempos parece que está de moda ser “emprendedor”, palabra de la que se está abusando debido a la necesidad de utilizar un eufemismo para sustituir la palabra empresario. Una pena, ya que tener empresarios debería ser algo valorable y positivo. Los empresarios suponen creación de valor, bienestar y riqueza, elementos necesarios para el correcto funcionamiento de un país.

La esencia de la palabra emprendedor está en lo que supone como valor necesario a incorporar en cualquier cultura y, en esa línea, es en la que debe trabajarse.

Cuando pensamos en un emprendedor pensamos en crear, inventar, atreverse, arriesgarse, construir o liderar. En ver más allá y hacer cosas distintas a los demás. En ser personas que marcan la diferencia en la sociedad y es precisamente, en todo eso, en lo que debe ponerse el foco a la hora de hablar de una cultura emprendedora.

La cultura emprendedora es la que lleva a renovar las legislaciones, a dinamizar las economías y a mejorar la calidad de nuestras vidas a gran escala, pero también a ser personas satisfechas en lo personal y lo profesional en lo más cercano.

Para que la cultura emprendedora se introduzca en nuestra sociedad, hay que comenzar a trabajarla a todos los niveles. Por supuesto, desde la escuela, donde comienzan a incorporarse tímidos intentos, pero también en las empresas, familias, instituciones, etc. Debe propiciarse la creatividad y la adaptabilidad, pero también deben favorecerse capacidades como la toma de decisiones, el pensamiento crítico, la negociación o la autoconfianza, acompañadas de otras, igualmente necesarias, como la planificación o el conocimiento sobre algunos temas tradicionalmente apartados de lo que se ha venido considerando como educación básica.

Un “emprendedor” ve oportunidades donde otros no las ven, es capaz de movilizar los recursos y motivar a las personas necesarias para que algo ocurra y, por tanto, de convertir las ideas en realidades.

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