Alicia en el País de las Maravillas una mirada a la realidad como una ilusión en el devenir de la infancia a la adolescencia
Enviado por Boris Cardenas • 25 de Mayo de 2021 • Ensayo • 3.003 Palabras (13 Páginas) • 954 Visitas
Ensayo 1
Hipótesis subjetiva: El relato de Alicia en el País de las Maravillas es un mensaje simbólico de parte del autor acerca de la realidad como una ilusión, en el paso de la infancia a la adolescencia, en la búsqueda de lo permanente durante este paso y en medio del conflicto límite que el cambio y desarrollo supone.
Introducción
En Alicia en el País de las Maravillas, el autor nos invita a viajar con la protagonista a un mundo en apariencia mágico y de fantasía, un mundo que bien podemos llamar irreal, pero este mundo imaginario al que viaja Alicia dista mucho de ser irreal en el sentido en que generalmente nos referimos con ese término. En este ensayo mostraré que su autor, deliberadamente por medio de lenguaje simbólico, nos habla sobre la identidad, la realidad y nuestra percepción de ella, y asimismo sobre el pasar tumultuoso de la infancia a la adultez.
Veremos cómo la identidad o más bien la búsqueda y conformación de la misma está marcada por el devenir, pero en una búsqueda infructuosa de lo permanente.
El autor nos muestra por medio de Alicia (como si de un espejo se tratara), el proceso íntimo que ha sido vivenciado en nuestra preadolescencia del cual no estuvimos exentos.
La realidad como ilusión es una interpretación siempre condicionada por nuestro propio mundo interno, siempre en conflicto entre lo que percibimos como “yo”, lo que deseamos, lo que rechazamos, lo que sucede como reacción a los cambios biológicos y psicológicos (como en el caso de Alicia, que navega en esa ingenua niñez que se despide ineludiblemente).
Basado en lo anterior, enlazaré los aspectos que establecen cómo esta comprensión de “la realidad como una ilusión”, y de la búsqueda de lo permanente en el contexto de la identidad, son relevantes para la psicología. Siendo relevante para la psicología la carencia de permanencia en ningún estado del desarrollo de la identidad. Tal como indica Carpio en su análisis sobre Aristóteles. "Resulta que todas las cosas de este mundo son y imperfectas, en mayor o menor medida, puesto que ninguna llega a adecuarse totalmente a la forma o acto. por ello porque toda decisión que de las cosas sensibles se dé será siempre sólo aproximativa, nada es entera o perfectamente real. (Carpio., 2003 . pg 124)
Desarrollo
Charles Lutwidge Dodgson, fue un diácono anglicano, científico, matemático y escritor británico. Bajo su seudónimo como "Lewis Carroll" nos introduce en un viaje a un mundo cargado de signos y metáforas, de aparente fantasía, donde Alicia es una niña que, desde la transición entre la pubertad y la adolescencia, experimenta los cambios, los avances y los retrocesos, el impulso de abrazar la adultez y el de aferrarse a su infancia.
El relato se inicia con Alicia disfrutando del sol y el campo junto a su hermana de quien sólo sabemos que lee. Alicia se encuentra adormecida por el calor mientras observa el libro de su hermana que carece de ilustraciones y diálogos. En este estado hace un cuestionamiento mental sobre el libro, que marca figuradamente el inicio de su aventura por el acaecer del crecimiento y expone la ilusión de la realidad como algo estable, sólido y fácilmente definible (en este caso en particular, de su propia identidad):
“¿Y de qué sirve un libro sin dibujos ni diálogos?, se preguntaba Alicia” (Caroll. 2003, p. 6)
Alicia es una "extranjera" al libro que lee su hermana. Su evidente desconcierto ante la naturaleza ausente de ilustraciones y diálogos tan comunes en la literatura infantil nos evidencia que aún es una niña, y nos quedaríamos con esta impresión si no fuera por los eventos que luego suceden y nos llevan a una vorágine de percepciones encontradas sobre su naturaleza infantil. Aquí es donde vemos claramente lo ilusorio de la realidad, tanto en su identidad como en la forma en que la preadolescente comprende y conoce el mundo. Continuando con el relato, Alicia de pronto se ve siguiendo a un conejo blanco al cual escucha decir que se le hace tarde: “¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Voy a llegar tarde!” (Caroll. 2003, p. 6).
Nuevamente la mente de la niña actúa. No se asombra de ver un conejo que habla, pero esto no dura mucho: pronto reflexiona que tal evento debió de sorprenderla y mucho. Aquí vemos el primer atisbo de la mente menos infantil y más adulta de Alicia haciendo su entrada: la curiosidad se despierta en ella, no tanto al escuchar al conejo hablar, sino al ver que éste lleva chaleco y reloj... Semejante descubrimiento la impulsa a seguirlo sin detenerse a pensar a dónde va y de esta forma caen en la madriguera.
Desde el punto de vista de la realidad como una ilusión, el autor nos muestra como algo común y corriente el que un conejo hable y aún más, porte ropas y reloj de bolsillo, lo cual hace sin problema alguno, porque no pretende inducirnos a una mirada a lo común, sino que veamos más allá de ello por medio de esta expresión figurativa, un mundo de maravillas que se presentará ante nuestros ojos.
“O el pozo era en verdad profundo, o ella caía muy despacio, porque Alicia, mientras descendía, tuvo tiempo sobrado para mirar a su alrededor y para preguntarse qué iba a suceder después. Primero, intentó mirar hacia abajo y ver a dónde iría a parar, pero estaba todo demasiado oscuro para distinguir nada. Después miró hacia las paredes del pozo y observó que estaban cubiertas de armarios y estantes para libros: aquí y allá vio mapas y cuadros, colgados de clavos.” (Caroll. 2003, p. 7).
El relato del agujero de la madriguera está cargado de simbolismos. El agujero es un lugar oscuro de caída libre que parece no tener fin. Mientras baja, Alicia experimenta sensaciones diversas y se hace preguntas, las cuales responde para sí misma en un estado de agitación mental que representa el proceso inevitable del derrumbe de la infancia hacia el hueco desconocido de la adultez. En las paredes del agujero hay libros, estantes, mapas y cuadros que representan esa madurez que, tímida, se avecina:
“Cogió, a su paso, un jarro de los estantes. Llevaba una etiqueta que decía: MERMELADA DE NARANJA, pero vio, con desencanto, que estaba vacío”. (Caroll. 2003 p. 7).
Con todo, Alicia no se desprende aún de su ropaje psíquico infantil y no lo hará por un tiempo. Intenta afianzarse a un estado permanente de su mente, pero nada resulta permanente en su derrotero. No es sólo su cuerpo el que comienza a cambiar: son sus emociones, sus pensamientos (mejor dicho, la forma en que crea pensamientos), son sus impresiones sobre la realidad y cómo la interpreta.
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