El autoconocimiento constituye el propósito de la filosofía, este es el requisito previo y principal de la realización que nos conecta con el mundo exterior a fin de gozar de sí mismo, nuestro propio ser es invencible e invulnerable.
Enviado por Stella • 19 de Agosto de 2018 • 1.339 Palabras (6 Páginas) • 474 Visitas
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Entonces, no hay más que un modo de acercarse a la naturaleza humana, la religión. Nos muestra el hombre antes y después de la caída. Un hombre que no puede confiar en sí mismo y escucharse a sí mismo; tiene que enmudecer para poder oír una voz superior y verdadera: Dios. Pero estas afirmaciones religiosas no aclaran el misterio del hombre, solo corrobora y ahonda este misterio.
En la época moderna resurge nuevamente un espíritu nuevo y científico que remueve las barreras artificiales que separaba el mundo humano del resto de la naturaleza. El entendimiento del orden de las cosas humanas debe comenzar con un estudio del orden cósmico: las ideas de Copérnico sientan la base para una nueva antropología. El hombre se encuentra colocado en un espacio infinito, se haya rodeado por un universo mudo, por un mundo hermético para su sentimiento religioso y para sus profundas exigencias morales. Montaigne apoya estas ideas.
La nueva cosmología lejos de debilitar u obstruir el poder de la razón humana, establece y confirma ese poder.
En la doctrina de Bruno, lo infinito del universo significa la inmensurable e inagotable abundancia de la realidad y el poder ilimitado del intelecto humano. Es el paso decisivo hacia la autoliberación del hombre. El universo infinito no pone límites a la razón humana, por el contrario es el gran incentivo para ella. El intelecto humano se da cuenta de su propia infinitud midiendo sus poderes con el universo infinito.
Otros grandes pensadores contribuyen a la solución del problema.
Galileo sostiene que el hombre alcanza la cúspide del conocimiento a través del campo de la matemática: las pocas verdades conocidas por la mente humana son conocidas tan perfectamente por el hombre como por Dios.
Descartes comienza con su duda universal, que encierra al hombre dentro de los límites de su propia conciencia. Lo infinito resulta ser el instrumento para superar la duda.
Leibniz, descubre el cálculo infinitesimal: las leyes de la naturaleza resultan ser casos especiales de las leyes generales de la razón.
Spinoza, construye una teoría matemática del mundo moral. La razón matemática representa el vínculo entre el hombre y el universo, y nos permite pasar libremente del uno al otro. Es la llave para una comprensión, verdadera del orden cósmico y de orden moral.
Por otro lado, Diderot, espera el surgimiento de una ciencia concreta basada en la observación. Así el pensamiento biológico toma la delantera al matemático. Con los aportes de Darwin en “el origen de las especies” se afirman estas postulaciones, pero más importante que los hechos empíricos de la evolución, fue la interpretación teórica de los mismos. Uno de los principales propósitos de Darwin consistía en liberar al pensamiento moderno de la ilusión de las causas finales, ya que para la teoría de la evolución no hay más que una corriente continua e ininterrumpida de la vida.
Ante estos postulados, los filósofos tenían que demostrar que el mundo cultural, el de la civilización humana, se reducía a un pequeño número de causas generales; las mismas para los fenómenos físicos que para los llamados espirituales, que al estar constituida por fuerzas, magnitudes y direcciones, se consideraba que el resultado final se producía por el mismo método. No obstante, la tarea de la psicología y de la teoría de la cultura consiste en descubrir la estructura de ese método.
La metafísica, la teología, la matemática y la biología asumieron la guía del pensamiento en cuanto al problema del hombre y determinaron la línea de investigación. La crisis verdadera del problema se hizo patente cuando dejó de existir semejante poder central capaz de dirigir todos los esfuerzos individuales. Por otra parte, era imposible combinar o unificar estos aspectos y perspectivas. Así, Scheler afirma que el estudio del hombre ha contribuido más a enturbiar y oscurecer nuestro concepto del hombre que a esclarecerlo.
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