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El hombre: buscador de sentido.

Enviado por   •  3 de Febrero de 2018  •  3.476 Palabras (14 Páginas)  •  390 Visitas

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Acatar el destino que la vida le depara pasa a ser una decisión pura de libertad del ser en cuestión. Si bien este no es siempre el esperado, este formará de todas maneras un pedazo del sentido que se le está buscando a la vida. “El modo en que un hombre acepta su destino y todo el sufrimiento que éste conlleva, la forma en que carga con su cruz, le da muchas oportunidades —incluso bajo las circunstancias más difíciles— para añadir a su vida un sentido más profundo”. Los prisioneros del campo de concentración no tenían otra opción. Quizás algunos consideren que la opción del suicidio en ese entonces era algo lógico, algo que se traspasaba de cabeza a cabeza, pero personalmente no creo que sea algo que la vida nos espera, si no lo que la vida de otras personas espera de nosotros. Si bien suena ilógico, más ilógico aún sería que nuestra propia vida decida terminarse a ella misma.

Existe un dicho popular que ha traspasado de generaciones en generaciones y no es por su belleza literal, si no porque sigue siendo verídico hasta en los días de hoy: la esperanza es lo último que se pierde. Aunque la situación amerite desistir, la esperanza será lo último que uno ve, lo último a lo cual uno se aferra con tanta convicción, lo último que da un sentido real y natural a la vida del ser humano.

Justamente a las generaciones pasadas es donde se dirigirá este escrito en este apartado del escrito. Sócrates, renombrado y aclamado escritor, filósofo y ser pensante en los siglos griegos de oro se está defendiendo en frente de un tribunal. Platón es quien nos relata lo que Sócrates quiere decir en su defensa en el texto leído. Según Sócrates, este está siendo culpado de forma ilegítima en contra de su actuar ciudadano. El tribunal condena a Sócrates por intentar reclutar a jóvenes con sus palabras acerca de lo que realmente es el sentido de la vida y dando consejos sobre cómo actuar en la vida mundana. Dicen sus opositores que se entromete a cosas que no se le incumben o que no son de su especialidad fomentando así también otras creencias. Esto está considerado como un error de tamaño garrafal para el tribunal quien lo castiga con la pena de muerte.

Sócrates intenta descubrir por qué estas acusaciones lo están atormentando tanto por lo que se dirige a un oráculo para entender los deseos de los Dioses con él. Es ahí donde le informan que es un sabio de la polis. Incrédulo, va de puerta en puerta a las casas de los sabios que él conocía pero lo único que pudo obtener de esas conversaciones es que ellos, a los cuales consideraba él sabios, no eran nada pues creían que lo sabían todo, derivando entonces que él era más sabio al admitir su propia ignorancia. Estos supuestos sabios desde ese momento, Consideran a Sócrates como un enemigo de la sociedad.

Dentro del tribunal, Sócrates le pregunta a Mileto qué es lo que le hace bien a la sociedad y a lo jóvenes en particular si según ellos lo que él proclamaba, que era el simple mensaje de dejar las riquezas naturales y enfocarse en la virtud del ser humano, era lo incorrecto en el mundo. También, argumenta que si lo que él hizo era algo ilegal, fue hecho de manera involuntaria, por lo que no deberían castigarlo al primer llamado de atención. Sócrates nunca se avergonzó de su profesión y muy por el contrario, la defendió hasta las últimas consecuencias. Estas últimas con las cuales no se sentía asustado, ya que además de estar emocionado por ver otros héroes que admiraba, declaraba lo siguiente: “(…) un hombre con un mínimo de valentía no debe estar preocupado por esos posibles riesgos de muerte, sino que debe considerar sólo la honradez de sus acciones, si son fruto de un hombre justo o injusto”.

Dentro del protagonista, existía una voz divina a la cuál este le llamaba “daimon Socrático” de la cual este se aferraba fielmente. Sus acciones estaba directamente relacionadas con esta voz y su atención también enfocada en esta. Si la voz no se advertía de peligro, este peligro no era grave para él, y viceversa. Por ejemplo, que no se meta en la política de la polis o que no le tema a la muerte. En conjunto a esa voz, Sócrates siempre actuó siguiendo su corriente filosófica de que “Lo bueno es lo justo”. Además, Sócrates afirmaba lo siguiente: “(…) considero esto una prueba de que lo que me acaba de suceder es para mí un bien y que, por tanto, no son válidas nuestras conjeturas cuando consideramos la muerte como el peor de los males”.

Luego de la muerte por envenenamiento de Sócrates y un basto lloro de Platón y sus fieles seguidores, se pueden analizar varios aspectos de sus dichos. Si se busca encontrar la motivación del diario vivir para Sócrates, se encuentra su deseo de cumplir lo que Dios le ha dado por cumplir. Busca él hacer el bien cumpliendo con lo que el oráculo le proclamó. Busca el sentido de su vida en Dios, en su palabra, en la actitud cívica que le han entregado como misión. Cumplirá él su misión en esta vida, la misión que lo tiene atento a su deseo, misión que al fin y al cabo es el sentido que encontró a su vida y es el sentido el cual lo guiará.

Sócrates no se entrega a la vida normal ni al arrepentimiento o indulto aún cuando este es condenado injustamente. No le teme a la muerte tampoco debido a que es lo que la vida le depara y lo que hace sentido en ella. Si bien antes en el escrito se ha argumentado en contra de la muerte propia, en este caso llega a su final debido al deseo de vidas ajenas, no de su propio deseo. Dicho esto, se puede complementar que al haber estado proclamando el bien, Sócrates no cree en que la muerte sea un mal mayor, sino el fin del sentido de su vida como tal.

Ambos textos anteriormente citados tienen peculiaridades evidentes en común. Un rasgo en el que se detallará en este apartado es sobre la injusticia que viven ambos protagonistas por parte de entidades o seres que se encuentran sobre ellos con aire de grandeza y que los condenan a vivir momentos en donde el sentido de sus vidas se ve aplastado, derrumbado y lanzado al aire. Es en esos momentos en donde se busca más a quién aferrarse para que guíe la búsqueda de ese sentido. Se busca a un ser, una divinidad que nos empuje al lado correcto, ese ser es Dios. Dios es la clave para encontrar el sentido a la vida. Dios es quien tiene ese olfato que percibe la esperanza, el olfato que percibe la justicia, ese olfato que te entrega serenidad para encontrar ese sentido que uno tanto anhela.

Iniciando la segunda parte del escrito, cabe mencionar que los textos citados a continuación tienen la misma temática de los dos anteriores: la búsqueda del sentido por parte del ser humano en momentos de adversidad y pérdida de fe. Se realizará por

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