El hombre en busca del sentido
Enviado por ingridach • 31 de Octubre de 2017 • Tarea • 1.691 Palabras (7 Páginas) • 616 Visitas
ARGUMENTO
Primera fase: Internamiento en el campo
En esta primera fase se relata el shock que sufrieron los prisioneros; primero por no saber a dónde iban; segundo, al saber que habían llegado a Auschwitz ya que inmediatamente lo relacionaron con cámaras de gas, hornos, crematorios y exterminio.
Estando allí los presos fueron conducidos a unas filas en dónde eran seleccionados, los de la izquierda iban a la cámara de gas y los de la derecha a trabajos forzados. Los que fueron seleccionados hacia la derecha pasaron por una sala de desinfección en dónde fueron despojados de absolutamente todo.
Después de un tiempo, surge la curiosidad de saber lo que les deparaba el futuro, el querer saber si saldrían vivos o no.
En esta primera fase tenían que aprender a perderle el miedo a la muerte si querían seguir vivos, tenían que aparentar estar bien y ser capaces para trabajar.
Segunda Fase: La vida en el campo
En esta segunda fase, los prisioneros sufren de apatía, una muerte emocional; sufren una intensa añoranza del hogar y la familia, pierden sentimientos como la repugnancia, la piedad, la indignación, el horror. Dejan de tener emociones. El prisionero crea una caparazón que le sirve de escudo protector contra todo el mal trato, la humillación, la indignación y la injusticia, lo cual era mucho más doloroso que los mismos golpes recibidos. Tenían una dieta absolutamente insuficiente en calorías. Un hombre hambriento sufre de conflictos mentales. El despertar diario del prisionero era el momento más terrible de las 24 horas del día.
La única y más difícil tarea que tenían era la de tratar de conservar su propia vida y la vida de sus amigos; hubo veces que los prisioneros tenían pesadillas y los prisioneros mismos entendieron que aún la pesadilla más fea podía ser mejor que la propia realidad; así que no los despertaban, dejaban que vivieran sus pesadillas.
El prisionero se imaginaba a su ser más querido; como en el caso del protagonista quien se aferra a la imagen de su esposa, hablaba con ella en su imaginación y ella hablaba con él; eso le ayudaba a seguir luchando, a seguir viviendo. Acá se plantea que cuando todo se ha perdido, cuando una persona es despojada de absolutamente todo, es el amor la meta última y más alta del hombre. El amor trasciende la persona física del ser amado y halla su sentido más profundo en el ser espiritual, el yo íntimo. El protagonista comprende que la felicidad puede existir con solo ver a un ser querido.
El arte fue muy importante dentro del campo de concentración. Los prisioneros aprendieron a ver la luz en medio de la oscuridad, reían, lloraban, cantaban, contaban chistes, hacían la simulación de asistir a una función o a un teatro; cada día se inventaban una historia divertida pensando que podía llegar a ser cierta tras su liberación. Aprendieron el arte de vivir, aprendieron que el tamaño del sufrimiento humano es relativo. Aprendieron a ver lo hermoso que podría ser el mundo. Los escasos placeres de la vida dentro del campo de concentración era una especie de felicidad negativa.
En esta segunda fase, el protagonista fue asignado como médico, el sabía que iba a morir, pero estaba feliz porque trabajando como médico, su muerte tendría un sentido: el morir asistiendo a los demás. Empezó a sentir añoranza de soledad, necesitaba estar solo, aunque sea por unos minutos; en esos minutos de soledad observaba a lo lejos, las colinas azuladas, el florecer de las verdes praderas enmarcadas por los alambrados del campo de concentración. La melancolía lo vencía, ansiando volver a su hogar.
El prisionero llego a ser un juguete del destino, no importaba su nombre, su historia, su edad, su destino; lo único que importaba era su número, su número de prisionero. Los prisioneros estaban a la merced del humor de los guardias. La mayoría de prisioneros sufrían de complejo de inferioridad; todos habían sido “alguien” en la vida anterior al internamiento y ahora ellos eran únicamente un número.
Como prisionero, existía el miedo a tomar decisiones. El protagonista tuvo la oportunidad de fugarse, pero desistió por compadecerse de los enfermos que rogaban de su presencia. La libertad interior puede elevar al hombre por encima de un destino adverso. Las circunstancias adversas otorgan al hombre la oportunidad de crecer espiritualmente más allá de si mismo.
Dentro de los guardias, existían guardias que trataban de ayudarlos como dándoles medicinas o raciones de pan. Existían dentro de ellos personas compasivas. La vida dentro de un campo de concentración desgarraba el alma humana y exponía a la luz los abismos interiores. El hombre siempre va a ser un ser que puede decidir lo que es o quien puede ser.
Tercera fase: Después de la liberación
Al izarse la bandera blanca a la entrada del campo de concentración, hubo un estado de ansiedad seguido por una relajación total; se miraban unos a otros y sentían extraño no recibir órdenes y golpes. Sentían las piernas adoloridas y se doblaban al caminar. Se veían libres pero la palabra “libertad” padecía de sentido, veían flores llenas de colores y no despertaba en ellos ninguna emoción. Sufrían de un estado de “despersonalización”, habían perdido la capacidad de sentir alegría., todo les parecía irreal. De tanto soñar con la libertad, estando dentro del campo de concentración, ahora que la tenían, no la creían.
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