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Filosofia en sus origenes.

Enviado por   •  20 de Abril de 2018  •  6.304 Palabras (26 Páginas)  •  276 Visitas

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En la contraparte, Parménides combate a los sentidos porque tratan persuadirnos de la existencia de la movilidad y el cambio, el devenir y el perecer, la variedad y la multiplicidad, y esto no es más que mera ilusión de los sentidos. Parménides pone el ser en el centro de su filosofía y niega el devenir y toda posibilidad de llegar a ser; El devenir debe ser solo algo que fluye, no algo que es, y puesto que no es algo que está en reposo y se mantiene, no es absolutamente nada. Los sentidos nos dan la ilusión del devenir, del cambio y la multiplicidad y nos colocan en el camino de la engañosa opinión resultante de la percepción sensible. El verdadero conocimiento es el que va por el camino de la verdad y se apoya en el pensamiento, no en los sentidos, para hallar el verdadero y único ser que es y no que está siendo. “Lo mismo es pensar que ser” Los hombres que se pierden en lo múltiple corren el riesgo de perder el uno, el ser, la verdad, el mundo real, por perderse en el mundo de lo sensible. Pensar es lo primordialmente humano y lo único que nos eleva por encima del mundo de la experiencia y reúne en el hombre lo único verdadero, el ser mismo.

Posteriormente, el problema de la posibilidad y los medios para llegar al verdadero conocimiento, fue abordado por los sofistas; particularmente con Gorgias y Protágoras. En general, los sofistas terminan buscando demostrar cuán peligroso instrumento es el espíritu humano, pues lo que puede aparecer como una espléndida virtud, puede ser también un vicio espléndido, Para penetrar esta verdad, hace falta no solo espíritu, sino madurez de espíritu. En líneas generales, el pensamiento filosófico de los sofistas, confluye en un relativismo universal, que niega la existencia de la verdad, pues nada es por naturaleza, es decir, eternamente valedero, pues todo proviene por institución o convención humana.

Gorgias es el más esclarecido en este aspecto, declara la imposibilidad de conocer y explicar la realidad, por cuanto el ser, el ser invariante e inmutable no existe, y si existiera no lo podríamos conocer; pero en caso de que esto fuera posible, no se lo podrían comunicar de un hombre a otro. Esta posición, va a tener una repercusión de carácter educativo, porque según ella, no ocurriría un traslado o entrega de un objeto de parte de quien habla o enseña –en este caso, el maestro- a quien escucha –o sea, el alumno-, por tanto el conocer no es más que el esfuerzo individual, que implica una elaboración personal, que supone una adquisición previa, lograda de modo propio.

Su contemporáneo Protágoras, niega cualquier forma de superioridad del pensamiento sobre la percepción sensorial y más bien afirma la identidad psicológica entre percepción y pensamiento; a lo cual agrega que la conciencia no puede tener existencia sin contenido y que la percepción es el conocimiento adecuado de lo percibido pero nunca de las cosas en cuanto tales; porque el hombre nunca conoce las cosas como son en sí, sino como son para él, y solo para él, en el momento de la percepción; es decir, las cosas son como él se las representa; o sea que, para cada individuo las cosas son como le parecen a él. De ahí que termine concluyendo con su famoso aforismo de que “el hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto son y de las que no son en cuanto no son” Todo es relativo, subjetivo, según la posición de cada cual. “Una cosa es para mí como me parece a mí, para ti como te parece a ti”

El escepticismo y el relativismo de los sofistas, se va a enfrentar con el rechazo de Sócrates, quien constituye el conocimiento de sí mismo, el Nosce te ipsum, en el punto de partida de un método filosófico cuyo designio es la obtención de conocimientos universalmente válidos. La meditación filosófica, así, se constituye en auto actividad que permite al maestro, mediante la forma del diálogo, conducir a los discípulos a encontrar por sí mismos lo buscado. En efecto, del análisis de casos concretos y de sus experiencias vitales, cada cual va ascendiendo al concepto de lo examinado. Todo hombre sensato debe reconocer las cosas tal como son; y en eso debe coincidir con los demás, porque el criterio de verdad para Sócrates, coincide con una especie de antropologismo general, en cuanto que lo verdadero es aquello que parece a todos como verdadero. El saber es un poder divino al cual el hombre debe aspirar, por tanto, el no saber, que en un principio expresa la modestia del filósofo se constituye en una estrategia pedagógica, cuya finalidad última es la de conducir al interlocutor a la verdad moral por medio de la propia reflexión. De ese modo, Sócrates resuelve el problema de la comunicación docente planteado por Gorgias; por cuanto el verdadero maestro no es el que enseña o entrega algo, sino el que conduce y guía para que cada cual vaya descubriendo por cuenta propia la verdad. Este principio es el mismo que esgrime siglos más tarde Inmanuel Kant, cuando afirma que es imposible enseñar filosofía, pues solo es posible enseñar a filosofar, es decir, a pensar.

Esta oposición entre Sócrates y los sofistas viene a determinar el punto de partida de la filosofía platónica, que en su crítica a la sofística se revela como un hecho decisivo. Para ello, parte del reconocimiento de la relatividad del conocimiento sensible, tal como lo esboza Protágoras, pero plantea que ese relativismo es insuficiente para postular y fundar una filosofía de la virtud, pues las opiniones y creencias, sustentadas en los sentidos, no suministran el saber que la virtud exige, pues su fundamento está en los estados cambiantes del sujeto y el objeto. El conocimiento sensorial, por tanto, tiene un origen muy diverso. Del mundo cambiante de los objetos no es posible hacer ciencia, solo percepciones, cuyo valor es relativo. El objeto de la filosofía por tanto, debe cimentar su investigación en un mundo inmaterial, que debe existir frente al mundo corpóreo, del mismo modo que el conocimiento (επιστεμε) existe frente al de la mera opinión subjetiva (δοξα).

A partir de su concepción de la filosofía, entendida como una investigación cuyo objeto es la verdad, Platón diseña lo que se podría llamar el primer sistema racional del mundo, dentro del cual lo material y tangible es concebido como una pálida sombra de lo realmente existente, que es el mundo de las ideas. Lo que nuestros sentidos perciben de las cosas, es lo cambiante, lo inestable, lo aparente, la sombra; de ahí, que solo nos pueda aportar un conocimiento borroso y engañoso de la realidad. Las ideas, por su parte, son algo incorpóreo y susceptible de ser conocido por medio de conceptos. No existen en el mundo empírico, sino que forman parte de una realidad diferente, por eso su conocimiento se

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