LOS SUEÑOS Y LA CONDICIÓN HUMANA
Enviado por Ledesma • 3 de Enero de 2018 • 6.149 Palabras (25 Páginas) • 341 Visitas
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Las personas primitivas eran incapaces de distinguir los sueños de la realidad, para ellos los sueños eran una extensión de la realidad y un mundo más poderoso. En Egipto, los sacerdotes eran intérpretes de sueños y los registraban en jeroglíficos. Por lo que sabemos, las predicciones oníricas eran el único tipo de predicciones que se recogían y coleccionaban sistemáticamente por lo menos ya en la primera mitad de segundo milenio a.C. en el antiguo Egipto.
En otras culturas el sueño también ha sido motivo de atención y preocupaciones desde tiempos a ancestrales hasta hoy en día. Cabe hacer un alto en el camino y mencionar a los iroqueses de América del Norte y los senois de Malasia, dos pueblos sin lenguaje escrito que viven en extremos casi opuestos en el globo pero que tratan los sueños de manera parecida. Los iroqueses creen que los sueños se basan “los deseos del alma”. Consideran que el alma les da a conocer los objetos deseados por el cuerpo por medio de los sueños. Deseos que son considerados una categoría ontológica superior a las necesidades y deseos de la vigilia, y por los que los demás se desviven por ayudar al soñador a realizar su sueño. Los senoi, por su parte, también tienen una teoría de los sueños muy compleja: en la hora del desayuno el pueblo se reúne en un consultorio onírico dónde se relatan, comparan e interpretan; el trabajo y la representación de los sueños se convierten en algo fundamental para la educación de los niños y un motivo de desarrollo del lenguaje. Podemos decir sin reparos que los Senoi han hecho de los sueños una institución social; pues los consideran como mensajes de importancia primordial y sacan de ellos una sabiduría que rige sus relaciones individuales y sociales desde hace siglos. Viendo pues, que para éstos pueblos el sueño y su representación son desde tiempos ancestrales las claves de la terapia para los males humanos, parece evidente (como veremos al tratar la interpretación psicoanalítica de los sueños) que Senoi e Iroqueses se adelantaron al psicoanálisis Freudiano del s.XX por los menos varios siglos.
En cualquier caso, y volviendo a nuestro paseo, sabemos que en la Antigüedad clásica la interpretación de los sueños fue una práctica corriente. En las ferias, en los mercados, los adivinos populares ejercían su oficio, interpretaban los sueños de los ciudadanos. En Grecia y Roma, los intérpretes de sueños acompañaban a los líderes militares a la batalla ya que para ellos eran mensajes de los dioses. Eran un oráculo o augurio de los espíritus, por un lado eran mensajes de un Dios, de antepasados o incluso de trabajo de demonios.
Echando un vistazo a la mitología y literatura griegas, aparece Hipnos como dios del sueño, hijo de la noche (Nyx), hermano gemelo de la muerte no violenta (Tánatos) y hermano de las muertes violentas (Keres) y las diosas del destino (Moiras), entre otros. El sueño aparece, pues, vinculado a la muerte y la noche. Más adelante, en diferentes escritos sobre la mitología griega, aparecen los hijos de Hipnos llamados los oniros y que encarnaban cada uno de los posibles sueños, siendo liderados por Morfeo, Fobetor y Fantaso. Fantasmas o apariciones, los sueños del paganismo griego y romano provenían del mundo de los muertos. Los sueños «falsos» y los «verdaderos» se distinguían cuidadosamente, como hace Homero en la Odisea, donde Penélope percibe las dos puertas del sueño: “Forastero, sin duda se producen sueños inescrutables y de oscuro lenguaje y no todos se cumplen para los hombres. Porque dos son las puertas de los débiles sueños: una construida con cuerno, la otra con marfil. De éstos, unos llegan a través del bruñido marfil, los que engañan portando palabras irrealizables; otros llegan a través de la puerta de pulimentados cuernos, los que anuncian cosas verdaderas cuando llega a verlos uno de los mortales..” (Homero, Odisea XIX vv.560-569). 0 Virgilio, que en la Eneida distingue también las puertas de los sueños: “El Sueño volador tiene dos puertas,/ Una de albo marfil, otra de cuerno,/A ensueños varios a la vez abiertas./ Transitan la primera, del Averno/ Fábricas de ilusión, sombras inciertas;/Las visiones e imágenes reales/ Cruzan de la segunda los umbrales/ (…)” (Virgilio, Eneida Libro VI, CLXXIX)
Pero el tema del sueño interesó a los antiguos griegos en muchos de sus aspectos. No sólo lo incluyeron los poetas en sus composiciones como elemento de gran valor estético y escénico, sino que también elucubraron sobre su fenomenología los filósofos, a la vez que los médicos trataban de descubrir cómo diagnosticar con ellos, y los adivinos pretendían hacer predicciones a través de sus mensajes. Además el sueño fue también objeto de estudio de obras como el tratado De los sueños, un texto que data cerca del 400 a.C. y que algunos autores atribuyen a Hipócrates segundo. Numerosas teorías oscilan entre valorización y denigración, sin embargo, no se puede negar que en Grecia la oniromancia fue una actividad habitual. Aún hoy se conserva un manual de interpretación de sueños del siglo II d. C., el de Artemidoro, Biblia Oneirokritica; el único tratado de la antigüedad sobre la interpretación de los sueños que nos ha llegado completo. Este autor elaboró una compleja teoría sobre la naturaleza de los sueños y se dio cuenta de que podían y debían ser interpretados de diferentes maneras según las circunstancias personales del soñador. Sus interpretaciones se basaban en una serie de sueños y consideraba las imágenes oníricas como símbolos con un significado oculto que debía ser descubierto. Artemidoro, había difundido una clasificación de los sueños que se impondría hasta el siglo XIX. Sus teorías se extenderían por la Edad Media latina y europea gracias al comentario compuesto por Macrobio del Somnium Scipionis, que Cicerón incorporó en su De re publica (VI) escrita entre el 55 a.C y el 51 a.C.
Adelantando algunos siglos, cuando el Cristianismo se impuso como la ideología dominante a partir del siglo IV, la cuestión del sueño, uno de los fenómenos más enigmáticos de la humanidad, no podía ser ya evitada por la religión en el poder. La herencia de la cultura pagana inquietaba y angustiaba ante todo.
La demonización del sueño fue pues una respuesta hábil a una cultura pagana de la interpretación de las verdades del más allá, que debía hacerse ahora con la mediación y el control de las autoridades eclesiásticas. El tiempo de los sueños vigilados se abatía sobre Occidente. Los sueños se convertirían en un elemento de distinción social. De hecho, la doctrina cristiana distinguía la categoría inferior de los sueños, designados por el sustantivo somnium, de las nobles visiones que dejaban entrever una verdad oculta
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