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Cine liberación: “hacia un tercer cine”

Enviado por   •  19 de Diciembre de 2017  •  4.211 Palabras (17 Páginas)  •  426 Visitas

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Los mass comunications tienden a completar la destrucción de una conciencia nacional y de una subjetividad colectiva en vías de esclarecimiento, destrucción que se inicia apenas el niño accede a las formas de información, enseñanza y cultura dominante. Para el neocolonismo, es una forma de ubicar a la ley, igual que al pueblo, al margen. La violencia pasa a convertirse en oren, en la normalidad. La verdad equivale a la subversión. Existe de parte del neocolonismo un serio intento de castrar, digerir las formas culturales que nazcan al margen de sus proposiciones (desvincular la obra de las necesidades de la lucha por la emancipación nacional). La virulencia, el inconformismo, la simple rebeldía, la insatisfacción, son productos que se agregan al mercado de compra y venta capitalista, objetos de consumo. Sobre todo en una situación donde la burguesía necesita incluso una dosis más o menos cotidiana de shock y elementos excitantes de violencia controlada.

En realidad el área de protesta permitida del sistema es mucho mayor que la que él mismo admite. De este modo les da a los artistas la ilusión de que ellos están actuando contra el sistema, al traspasar mas allá de ciertos limites estrechos y no se dan cuenta que el arte antisistema puede ser absorbido y utilizado por el sistema. Tanto como freno, como auto corrección necesaria. Insertar la obra como hecho original en el proceso de liberación, ponerla antes que en función del arte en función de la vida misma, disolver la estética en la vida social; estas y no otras son a nuestro parecer las fuentes a partir de las cuales habrá de ser posible la descolonización, es decir, la cultura, el cine, la belleza, , al menos, lo que mas nos importa, nuestra cultura, nuestro cine, nuestro sentido de la belleza.

- LOS MODELOS CINEMATOGRÁFICOS NEOCOLONIALES EN ARGENTINA

Una cinematografía, al igual que una cultura, no es nacional por el solo hecho de estar planteada dentro de determinados marcos geográficos, sino cuando responde a las necesidades particulares de la liberación y desarrollo de cada pueblo. El cine hoy dominante en nuestros países, es dependiente, un cine alienado y subdesarrollado. Las fronteras se esfumaron paralelamente a la expansión del imperialismo yanqui y al modelo de cine que aquel, dueño de la industria y de los mercados improndira: el cine americano. Es un cine de imitación; la inserción, aunque solo sea en el lenguaje, conduce a una adopción de ciertas formas de aquella ideología que dio como resultado ese lenguaje y no otro, esa concepción se la relación obre-espectador y no otra.

Además de satisfacer los intereses comerciales de los grupos productores, llevan tambien a la absorción de formas de la concepción burguesa de la existencia, que son la continuidad del arte ochentista, del arte burgués: el hombre solo es admitido como objeto consumidor y pasivo; antes que serle reconocida su capacidad para construir la historia, solo se le admite leerla, contemplarla, escucharla, padecerla.

La existencia humana y el devenir histórico quedan encerrados en los marcos de un cuadro, en el escenario de un teatro, etc. A partir de aquí, la filosofía del imperialismo (el hombre: objeto deglutidor) se conjuga maravillosamente con la obtención de plusvalía (el cine: objeto de venta y consumo). Es decir el hombre para el cine y no el cine para el hombre.

Estamos ante el andamiaje del primer cine, del cine dominante, aquel que desde las metrópolis se proyecta sobre los países dependientes y encuentra en estos sus obsecuentes continuadores. El cine en Argentina importa más que como industria generadora de ideología, como transmisor de determinada información, sustentando, entre otras cosas, en formas industriales casi rudimentarias. La primera alternativa del primer cine nace, en nuestro país, con el llamado: “cine de autor”.

Este segundo cien significa un evidente progreso en tanto reivindicación de la libertad de autor para expresarse de manera no estandarizada, en tanto apertura o intento de descolonización cultural (vanguardia constituida por: del Carril, Kohon, Kuhn, Torre Nilson, Ayala, Feldman y Fernando Birri que, con Tire dié, inaugura el documentalismo testimonial argentino.

Este segundo cine comenzó a generar sus propias estructuras: formas de distribución y canales propios de exhibición, como también ideólogos, críticos y revistas especializadas. Se crea la ambición de aspirar a un desarrollo de estructuras propias que pueda competir con las del primer cine, en una utópica aspiración de dominar la “gran fortaleza”. Esta tentativa condujo a importantes capas del segundo cine a quedar mediatizadas por los condicionamientos ideológicos y económicos del propio sistema. Asi ha nacido un cine abiertamente institucionalizado o presuntamente independiente, que el sistema necesita para decorar de “amplitud democrática” sus manifestaciones culturales.

En este tiempo de América Latina no hay espacio para la pasividad ni para la inocencia. El compromiso del intelectual se mide por lo que arriesga, no con palabras ni con ideas solamente, sino con datos que ejecuta en la causa de liberación. En una situación donde “estado de hecho” sustituye al “estado de derecho”, el hombre define, un trabajador más en el frente de la cultura, deberá tender, para no autonegarse, a radicalizar constantemente su posición a fin de estar a la altura de su tiempo. el salto a un tercer cine será la síntesis de las mejores experiencias dejadas por el segundo cine. El cine ya no será para quien se lance a tal aventura una “industria generadora de ideología”, sino un instrumento para comunicar a los demás nuestra verdad, de ser profunda, objetivamente subversiva. La prioridad será la transmisión de aquellas ideas, de aquella concepción que sirva, en lo que el cubre pueda hacerlo, a liberar a un hombre alienado y sometido. No le importa ya la conquista de la “fortaleza del cine”, porque sabe, tal conquista no ocurrirá en tanto poder político no haya cambiado revolucionariamente de manos.

- DEL CINE DE ELLOS AL CINE DE NOSOTROS: TERCER CINE

Las capas que de mejor manera han trabajado para la construcción de una cultura nacional (entendida como impulso hacia la descolonización) no han sido precisamente de las elites ilustradas sino de los sectores más explotados e incivilizados. Con justa razón las organizaciones de masas han desconfiado siempre de los intelectuales y de los artistas. Cuando estos no fueron indirectamente ya que se limitaban en su mayoría a declamar una política propiciadora de “la paz y la democracia”, temerosa de todo lo que sonara a nacional, asustada de contaminar

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