Cuando se habla del realismo mágico, es inevitable pensar en uno de sus más aclamados exponentes, muchas veces considerado el padre de este movimiento literario

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largo del relato es posible notar numerosos hechos que parecen escapar de las posibilidades de un mundo real, pero el elemento más sorprendente del relato no es un hecho en sí, sino que corresponde a la indiferencia expresada ante la incorruptibilidad de la hija de Margarito, tal como se señala dentro del mismo cuento:

«Al cabo de tantos aplazamientos, Margarito decidió afrontar las cosas en persona, y llevó a la Secretaría de Estado una carta manuscrita de casi sesenta folios, de la cual no obtuvo respuesta. Él lo había previsto, pues el funcionario que la recibió con los formalismos de rigor apenas si se dignó darle una mirada oficial a la niña muerta, y los empleados que pasaban cerca la miraban sin ningún interés. Uno de ellos le contó que el año anterior había recibido más de ochocientas cartas que solicitaban la santificación de cadáveres intactos en distintos lugares del mundo. Margarito pidió por último que se comprobara la ingravidez del cuerpo. El funcionario la comprobó, pero se negó a admitirla»

(García Márquez, 1992)

Según lo expuesto en la narración, es posible relacionar la indiferencia de las personas ante un hecho con la frecuencia con que este hecho ocurre, lo que para unos puede ser extraordinario, para otros es simplemente algo cotidiano, y esta percepción depende únicamente de las experiencias que tenga una persona. Es justamente esa percepción que se tiene de elementos poco comunes lo que se acentúa en los relatos de García Márquez, ya que, si bien en nuestra cultura es frecuente encontrarse con tradiciones basadas en creencias tan fantásticas como lo propuesto por su narrativa, al momento de leer sobre situaciones similares, pero que se encuentran enmarcadas en un contexto distinto, nace en el lector una suerte de sentido de conciencia sobre las maravillosas narraciones a las que se ha sido expuesto desde el comienzo de sus días.

La mezcla entre realidad y fantasía llevada a cabo por el autor se aprecia no solo en el cuento mencionado anteriormente, sino que se deja ver también en «Tramontana» y en «Me alquilo para soñar», en una manera que relaciona a ambos relatos más estrechamente.

Sugestión colectiva.

En «Tramontana» se nos narran las vivencias de un hombre en Cadaqués, uno de los pueblos costeros más bellos de España. Se muestra a dicho pueblo como un lugar cálido, con bellas vistas y clima ameno, a excepción de la aparición ocasional de un misterioso viento, conocido por los locales como tramontana, el que, según la creencia popular, se relaciona directamente con episodios de locura y envejecimiento prematuro, por lo que se evita a toda costa el contacto directo con el mismo. Este miedo a la tramontana está basado nada más que en el imaginario colectivo de la región, como se aprecia en el siguiente fragmento: