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Facultad de Educación, Ciencias Sociales y Humanidades

Enviado por   •  1 de Enero de 2019  •  2.827 Palabras (12 Páginas)  •  390 Visitas

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A pesar de lo señalado en los párrafos precedentes, es claro que no se puede negar la validez que tuvieron estos autores en sus propios contextos. Determinaron el camino que debía seguir la ciencia, cuestionando las conceptualizaciones que derivaban de la idea de ciencias. El método científico ya no importaba la proposición de ideas universales, sino que solo tenía validez singular. Aún más, la importancia de estos textos traspasó su propia área de experticia, siendo sumamente valorados en áreas tales como el derecho, sociología, psicología y un sinfín de otras.

Dentro del contexto decimonónico, quien se atreviese a dudar de las ciencias afianzadas se enfrentaba a una muralla impasable, debiendo presentarse con una justificación que permitiese mirar más allá del horizonte. Cuestionar el universalismo, así como la inducción, implicaba ir en contradicción de teorías filosóficas imperantes, en un ambiente donde las revoluciones político-sociales se iban sucediendo de forma tal que la importancia de otras materias, fuera de los círculos académicos, parecía insignificante. No obstante, el atrevimiento mostrado en el planteamiento de los autores que están siendo objeto de análisis muestra una gran convicción en la objetivación de ideas, dejando de lado cualquier rasgo de subjetivación, así como de ideología. A pesar de ello, su afán solo sobrevivió en parte puesto que en la actualidad es claro que la ideología es un imperativo presente en toda afirmación, debiendo toda investigación contar con un apoyo económico que deriva de oportunidades ligadas a conclusiones determinadas, lo cual ha llevado a que nada resulte evidente, debiendo los argumentos ser apoyados en convenciones científicas difusas a las cuales se les otorga el nombre de “comunidad científica”, pero que representa una constelación de diversos exponentes de cada metodología con objetos de estudio tan diversos que unificarlas resulta un imposible.

Basta con solo señalar que las verdades que han sido reputadas como evidentes, siendo ello ejemplificado en el cambio climático, posee un sinfín de detractores acompañados de intereses político-económicos que han llevado a una subjetivación de la ciencia. Sin querer, la propuesta de Popper aquí resultó ser perjudicial. Buscó que su falsacionismo permitiese dejar de lado las dualidades o las dicotomías, pero en vez de eso, ha sustentado la presencia de diversas teorías que niegan sistemas de conocimientos cuya veracidad ha sobrepasado el nivel de la duda razonable pero que aun así están en constantes aprietos por cuanto son contrastables con situaciones singulares, usualmente efímeras y que responden más bien a caracteres excepcionales o a fundamentos lógicamente falaces que abusan de la reducción al absurdo para poder sobreponerse a fenómenos observables.

La objetivación del conocimiento, como ya se ha señalado, partió de un presupuesto erróneo: hay una verdad única que no es extrapolable a otras realidades ajenas al hecho determinado que le dio nacimiento. La supuesta existencia de realidades múltiples indica que no hay verdades univocas, que las distintas posibilidades se suceden en tantos planos de existencia como podamos imaginar, sin que ello lleve al absurdismo de aceptar conceptos tales como el suicidio cuántico. La inverosimilitud de que haya un plano de existencia donde toda ucronía sea posible desafía todo intento lógico de entender nuestro mundo. Aun así, habiendo infinitas posibilidades de que las cosas sucedan e incluso infinitesimales probabilidades de que los absurdos surjan, la sociedad no ha sido capaz de plantear los presupuestos necesarios y suficientes para la construcción de una sociedad agnóstica, entendiendo por tal a aquella en que se deban tener evidencias para la aceptación de ciertos hechos, excepcionando el término del uso meramente religioso puesto que ello es parte de una discusión de otra índole.

La sociedad actual ha visto un avance acelerado en las comunicaciones que cada vez nos facilita más la investigación de cualquier hecho que queramos visitar, así como el acceso a la información, sin embargo, estamos en frente de la época de la posverdad. La posverdad ha invadido todo círculo ideológico, volviéndose una fuerza política y social en sí misma, donde la ciencia debe actuar con rapidez para resolver problemas ético-filosóficos a través de su adecuada divulgación. Hace siglos hubiese sido normal y adecuado entender que el conocimiento era propio de los eruditos, siendo traspasado a los profesionales en épocas posteriores, pero es claro que se ha abierto una nueva etapa donde la accesibilidad es el concepto clave. Ya no basta con realizar el descubrimiento de cierta materia o hecho, sino que es prudente darle una adecuada visibilización para así lograr implantar una forma de pensar consecuente en la sociedad, permitiéndole a sus miembros la toma de decisiones con la suficiente información.

La posmodernidad nos ha atacado con múltiples ideas cuya utilidad es cercana a cero, puesto que todas las soluciones están asociadas al eclecticismo, donde todo es tan válido como el intérprete quiera considerarlo. Sin embargo, también ha generado un ambiente permanente de discusión que permite el crecimiento de toda ideología que, así como trastoca las conclusiones de las investigaciones por factores económicos, permite el crecimiento de las diversas ciencias, permitiendo la apertura a nuevas relaciones entre las diversas ramas de las ciencias alguna vez llamadas empíricas y la metafísica.

La cuestión es determinar cuáles son los desafíos a los que está llamada la ciencia actualmente. Habiendo ya aseverado que las proposiciones hechas en los textos que están siendo objeto de análisis han dejado de tener validez absoluta en la realidad actual, ¿Es posible realizar nuevas propuestas para allanar el camino a la relación entre ciencias empíricas y metafísica? Pareciera que no. La mera presencia de reglas, por más difusas y abstractas que estas pudiesen ser, pone en aprietos a cualquier teoría que busca explicar fenómenos aún por descubrir. Es así que la validez de las propuestas analizadas es contemporáneamente puesta en duda, no obstante, ello no implica que en un futuro puedan ser vueltas a poner en práctica. La realidad cada vez responde a experiencias más contextuales, ya sea en rasgos culturales, filosóficos, ideológicos o políticos; por tanto, el más mínimo cambio puede implicar una alteración enorme a la cosmovisión que posee la sociedad y, dentro de ella, a la labor científica y académica.

Es claro que no es posible adelantarse a lo que sucederá en un futuro próximo, puesto que recién estamos saliendo de la caverna de Platón, pero sí es posible suponer que la realidad

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