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Frases célebres

Enviado por   •  11 de Septiembre de 2018  •  1.264 Palabras (6 Páginas)  •  409 Visitas

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Carl Jung, dicen las buenas lenguas, se metió con una de sus pacientes que con el tiempo llegó a ser una importante psicoanalista que introdujo la doctrina freudiana a Rusia, se trata de Sabina Spielrein. Tuvo influencia directa sobre la construcción de la teoría psicoanalítica, ella introdujo el concepto de “pulsión de muerte” que luego Freud reclamaría para sí mismo. Jung pícaro, fue seducido por una neurótica. La historia cuenta también que quedó fascinado con la novela de Ulisess de James Joyce, a quien escribió una carta elogiando esas páginas oscuras de 18 capítulos casi ritualistas que lo abstrajeron y condensaron su razón. Cuando era un total desconocido y ni siquiera Joyce sabía de su existencia, la hija de este último dos años después entró en cuadros patológicos que obligaron a llamar al Dr. Jung, quien tuvo la oportunidad de conocer al hombre que con su obra cautivó su interés intelectual, comparó la psicosis de Lucía, hija de Joyce, con los estados que te hacían pasar las largas horas de lectura del Ulises. Es probable que haya sentido esa pujanza del inconsciente colectivo del que tanto habló.

Adler fue cremado hacia el año 1937, y nadie supo hasta el año 2007 donde se quedaron sus cenizas, el 2011 fueron devueltas a su lugar de origen, en Viena. Es seguro que las personas que escondieron sus restos experimentaron, inconscientemente, fuertes sentimientos de inferioridad, y en su extremado afán de poder, que se constituye patológico, quisieron borrar indicios de la existencia de Adler. Esta es hipótesis mía basada en la teoría adleriana. Cuando de niño cuenta que era muy lábil de salud, un médico desistió en sus esperanzas condenándolo casi a la muerte, a lo que dijo Adler “prefiero recuperarme”.

Y hemos hablado de la interjección de Freud sobre sus discípulos, ¿pero y él? Ha dicho Jung que en una ocasión Freud le contó que se metió con su cuñada, Minna Bernays, tuvieron una pasajera aventura. Todo quedó en especulación hasta que unos especialistas en el año 2006 demostraron que el 13 de agosto de 1898 ambos estuvieron en un hotel en los Alpes suizos y lo hicieron como una pareja casada. Podemos intuir que su Yo, como instancia reguladora no pudo frente a un Ello sumamente pulsional y el superyó se quedó en su oficina, descansando, presto solo a ser teorizado. Vaya joyita, eh.

Podríamos continuar con la lista, sin embargo el tiempo se agota y solo podemos concluir algo que no es novedoso, pero los hombres y sus teorías no solo son una respuesta a su época, a su tiempo, sino una respuesta a sus propias inquietudes intelectuales. Esto no sucede exclusivamente en nuestra ciencia, pensamos en un Lutero en la religión, un Newton en la física, un Gutemberg, Da Vinci, César Vallejo, Enstein, etc.; los hombres, más allá de sus aportes, de sus impulsos, de su inteligencia, tienen quiebres de debilidad, desajustes emocionales, y nosotros los futuros psicólogos no somos distintos. Justamente allí la tarea, la fortaleza de nuestros estados afectivos, un complejo emprendimiento que debemos considerar y mantener en constancia. Las teorías nos sirven, eso es cierto, pero no hemos de perdernos en lo quisquilloso de los sistemas de pensamiento, a veces un abrazo, unas palabras de ánimo, un comportamiento cortés son suficientes para cualquiera. Los hombres son lo que hacen de lo que hicieron de ellos, dijo Jean Paul Sartre, seamos esos hombres que hacen de los demás su bien, Levítico 18: 19… Ama a tu prójimo como a ti mismo. Feliz día al profesional psicólogo.

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