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Gerardo Leal Castañeda ACT. DE APLICACIÓN

Enviado por   •  31 de Octubre de 2017  •  2.700 Palabras (11 Páginas)  •  430 Visitas

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Gerardo Leal Castañeda ACT. DE METACOGNICION

2 de Febrero del 2015

.- “imagina, pues, una especie de vivienda subterránea en forma de caverna, provista de una entrada, abierta ampliamente a la luz, que se extiende a lo ancho de toda la caverna; y a unos hombres que están n ella desde niños, encadenados por las piernas y el cuello, de modo que tienen que permanecer en el mismo lugar y mirar

únicamente hacia adelante, incapaces como están de mover en torno a la cabeza, a cierta distancia y a cierta altura, y entre el fuego y entre el fuego y los cautivos un camino escarbado, a lo cual a lo largo del cual imagínate que ha sido construido un tabique parecidos a las mamparas que se alzan entre los prestigiadores y el público, y por encima del cual exhiben aquellos sus maravillas.” “Ahora bien, mi querido Glaucòn, proseguí, este cuadro debes aplicarlo exactamente a o que antes dijimos. El mundo que nos es patente por la vista habrá que asimilarlo al local de la presión, y la luz de fuego que hay en ella, a la acción del sol. En cuanto la subida al mundo superior y a la contemplación de las osas de lo alto, ponlo como el camino del alma en su ascensión al mundo manifestado al deseo de oírme sobre esto. Si es o no verdadero, dios lo sabrá. En cuanto ama he aquí como se me da lo que aparece como evidente: la idea del bien con dificultad percibimos en el extremo límite del mundo inteligible, pero que, una vez entrevista, aparecen al razonamiento como siendo en definitiva. La causa universal de todo cuando es recto y bello; que en el mundo visible, es ella la generatriz de la luz y del señor de la luz, y en el inteligible, a su vez, es ella la señora y dispensadora de la verdad y de la inteligencia, y que, en fin, tiene que verla quien quiera conducirse sabiamente, así como en la vida privada como en la vida pública.” EL BIEN Pues ve ahora, a lo largo de ese tabique, unos hombres que transportan por encima de esta pared, y figuras de hombres o animales, trabajadas en piedra, en madera y en toda clase de materiales; y eh de suponer que entre los cargadores que desfilan unos vayan hablando y otros estarán callados ¡Qué extraño cuadro describes —dijo— y qué extraños cautivos! pues se parecen a nosotros, repuse. Y en primer lugar, ¿puedes creer que quienes están en semejante situación han tenido de sí mismos o los unos de la otra, otra visión distinta de las sombras proyectadas por el fuego sobre la pared de la caverna que tienen ellos enfrente? ¿Cómo, dijo, cuando por toda su vida han sido obligados a tener inmóvil la cabeza? ¿Y de los objetos transportados? ¿No habrán sido lo mismo? Sin duda. Y si pudieran hablar entre ellos, ¿no crees que, al nombrar lo que ven, pensarían estar nombrando las cosas reales? Necesariamente. ¿Y que si la prisión tuviese un eco que viniera de la pared de enfrente? ¿No crees que cuando quiera que hable alguno de lo que pasan, no pensarán ellos que estará hablando la sombra que desfila? Si, por Zeus, dijo; yo por lo menos no pensaría otra cosa Es incuestionable, por tanto, dije, que, en el criterio de estas gentes, la realidad no puede ser ninguna otra cosa que las sombras de los objetos fabricados. EL MÉTODO DIALECTICO. “El método dialéctico, por consiguiente, dije, es el único que, cancelando sucesivamente las hipótesis, sigue así su camino hasta el principio mismo para asentarlo firmemente; el único que verdaderamente saca al ojo del alma, con toda suavidad, del bárbaro lodazal en que estaba sumido, y lo eleva hacia lo alto, sirviéndose como de auxiliares y cooperadores, en esta conversión, de las artes antes enumeradas. A menudo las hemos llamado ciencias, por conformarnos al uso, pero sería preciso darles otro nombre que connotara más claridad que la opinión y más oscuridad que la ciencia. Antes nos servimos, en algún momento, del término de "conocimiento discursivo"; pero no me parece que debamos discutir sobre el nombre cuando debemos examinar temas tan importantes como los que tenemos ante nosotros. No, en efecto, dijo; y bastaría con un nombre que hiciese ver con claridad nuestro pensamiento. Mi dictamen, dije, es que continuemos llamando, como de antes, ciencia a la primera sección del conocimiento; inteligencia discursiva a la segunda; creencia a la tercera y conjetura a la cuarta.” “Pues si así es, le dije, vuelta atrás, ya que no acertamos al tomar la ciencia que sigue a la geometría. ¿En qué erramos al tomarla?, preguntó. En que después de las superficies, contesté, tomamos los sólidos que verifican ya una revolución, antes de haber tomado el sólido mismo y en su esencia de sólido. Lo correcto, en cambio, es que inmediatamente después de la segunda dimensión se tome la tercera, es decir, la que está en los cubos y en los objetos que tienen también profundidad. Así es, dijo; pero con todo, Sócrates, me parece que se trata de cuestiones aún no bien esclarecidas. Por dos causas, repuse. La primera, que por no haber ninguna ciudad que estime debidamente estas investigaciones, se prosigue en ellas débilmente, por ser de suyos difíciles. La segunda, que los investigadores tienen necesidad de un director, sin cuyo concurso nada podrán descubrir.” “ Y en verdad, proseguí, que yo mismo observo ahora, al referirnos a esta ciencia del cálculo, cuan bella es y cuan útil, por tantos aspectos, a nuestro propósito, siempre que uno la practique por causa del conocimiento y no del marchante. ¿Cómo puede ser útil?, preguntó. Por lo mismo que acabamos de decir: porque da al alma un impulso poderoso hacia lo alto, y la obliga a discurrir sobre los números en sí, sin permitir en absoluto que nadie introduzca en sus razonamientos números que tengan cuerpos visibles o palpables. BELLO “Penetración en los estudios, mi incomparable amigo le dije, y facilidad para aprender, es lo en ellos de hacer; por que las almas flaquean mucho más en los estudios arduos que en los ejercicios gimnásticos, porque la fatiga en este caso, al ser exclusiva dela alma, la afecta más que cuando lo comparte con el cuerpo. Es verdad, dijo. Y hay que procurar también que sean memoriosos, infatigables y amantes del trabajo en todas sus formas.” “En primer lugar dije que todas las filosofías no debes ser cojo en esto del amor al trabajo en la mitad de las cosas y perezoso en la otra mitad. Y esto pasa cuando uno pasa cuando uno es amante de aprender, ni de la conversación e investigación, sino que aborrece el trabajo corporal, pero no es amante de aprendizaje, ni de la conversación e investigación, sino aborrece el trabajo consiguiente a todo esto. Y es también cojo cuando su amor del trabajo toma una dirección contraria.” “Mira pues, mi excelente amigo, proseguí, que no des a los niños por la fuerza

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