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Influencia de la Religión en la Sociedad

Enviado por   •  6 de Junio de 2018  •  2.863 Palabras (12 Páginas)  •  378 Visitas

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Una de las cuestiones más evidentes, es que el elemento determinante del enfoque religioso es el hombre; el hombre como centro de su reflexión, como origen y fin de la misma, pues hay en ello una intención de dar sentido a la existencia humana. De acuerdo con José María Mardones (Biblioteca ITAM), como parte de la estructura religiosa, es evidente el desarrollo de los “cinco grandes mandamientos de la humanidad: 1) no matar (no causar daño a otro); 2) no mentir (no engañar, respetar los contratos); 3) no robar (no violar los derechos del otro); 4) no entregarse a la prostitución (no cometer adulterio); 5) respetar a los padres (ayudar a los necesitados y débiles).”

“Su aplicación en el contexto mundial actual representaría una contribución muy importante de las religiones a la configuración de una ética mundial y a la puesta en práctica de los Derechos Humanos. Supondría un compromiso activo en pro de:

- La paz, una cultura de la no violencia y del respeto a toda vida y a la naturaleza (no matar).

- La tolerancia y de una vida vivida con veracidad (no mentir)

- La solidaridad y de un orden económico justo (no robar)

- La igualdad de los derechos y por la hermandad entre hombre y mujer y todos los seres humanos sin distinción de razas (no prostituirás ni te prostituirás).” (Mardones)

Como puede verse, la religión no solo puede ser analizada desde la tendencia a la opresión, o a la alienación, sino que hay que revisarla también desde la forma en que se ve presente en el desarrollo de las cuestiones de desarrollo y derechos humanos.

Como parte fundamental de este elemento, hay algo presente en la forma en que se desarrolla la sociedad actual y que define la necesidad de “La educación de la mirada”, tal como lo dicen R. Ballah y colaboradores (The Good Society). Para estos estudiosos, democracia equivale a capacidad de prestar atención; no desparramarse en una dispersión fútil, sino concentrarse en las necesidades e intereses de todos, especialmente de los más necesitados. Esta capacidad de prestar atención es una categoría religiosa que está presente tanto en el zen-budismo como en el cristianismo; supone apertura a la experiencia, concentración y estar activamente donde se está; una especie de iluminación, que exige autocontrol, disciplina y descentramiento de sí.

Este elemento es parte de lo que se ha venido manejando recientemente como conciencia del otro; desde el enfoque personalista, o el presente en una filosofía de la liberación, hay una necesidad apremiante de voltear a ver a la otra persona, reconocerla como un “otro”, relacionado conmigo mismo y con lo que es la humanidad en general. Se trata pues, de definir el aspecto, o la posibilidad de ver, como punto de partida para una revisión de quien somos, hacía donde nos dirigimos y modificar el camino si es necesario.

Este tipo de revisiones, no son exclusivas de lo contemporáneo; ya existe en otros elementos de carácter religioso dentro de los enfoques de varias etnias, no solo en nuestro continente, sino en todo el mundo; si es posible visualizar estos elementos fuera del enfoque filosófico, fenomenológico o sociológico, podemos darnos cuenta de la influencia positiva que se vive en relación al desarrollo social desde el aspecto religioso.

Entre otros elementos, es posible abordar la cuestión del “sentido comunitario”; que si bien es evidente se ha perdido en pos de una búsqueda constante del desarrollo económico, también es posible visualizar una tendencia marcada a regresar a este tipo de relación social. Tal como lo indica Mardones, la revisión de D. Bell (Las contradicciones culturales del capitalismo), ha señalado la necesidad de compartir y sacrificarse como una de las condiciones de la vida colectiva común. La vitalidad democrática exige esta capacidad que fue denominada por lbn Khaldun "asabíyah", sentimiento de grupo y disposición al sacrificio de unos por otros. Normalmente va ligada a un "telos" o propósito moral que suministra la justificación moral de la sociedad.

Como parte de una función de catalizador, se parte de una revisión desde los teóricos críticos, donde ha sido frecuentemente señalada la función de la estética y de la religión para facilitar la emergencia de preguntas y cuestiones que suponen un paso adelante en los planteamientos de la justicia y la solidaridad. Es en el ámbito de grupos, comunidades, donde se superan las barreras comunicativas y surge una nueva interpretación de las necesidades, de las convenciones establecidas, que puede ser luego objeto de la formación reflexiva, discursiva, de la opinión y la voluntad políticas. (Habermas)

Partiendo desde la revisión de Mardones, las comunidades religiosas se pueden convertir en comunidades de interpretación de los aspectos de la vida buena o de la justicia, el derecho, la solidaridad, en una sociedad dominada por la lógica funcional de los sistemas. Estas comunidades religiosas poseen un potencial normativo sustancial en sus tradiciones que puede ser movilizado en pro de las cuestiones éticas de la justicia social. Es sabido, desde Aristóteles hasta H. Arendt, pasando por Dewey, que el espacio público donde florece la deliberación y la "phrónesis"[2] requiere de un "ethos" y un vínculo afectivo que poseen -no exclusivamente- las comunidades religiosas.

También desde el punto de vista de la acción práctica, las comunidades religiosas funcionan como catalizadores para la acción: proporcionan la convicción, el coraje y la esperanza para arriesgarse en pro de la defensa de los otros vulnerados. Ahí están los ejemplos cercanos del movimiento de los derechos civiles, o actualmente la vehemencia ética que surge desde pequeños grupos juveniles impulsando el movimiento del voluntariado social, de la defensa de los derechos humanos y de los llamados nuevos movimientos sociales.

Y es que, aunque tratemos de negarlo, la misma estructura legal, social, cívica; va enfocada a una forma de visualizar los grandes valores morales; determinar las cuestiones de relación de lo humano con lo divino, va más allá de considerar la existencia o inexistencia de cualquier ser superior. Se trata pues, de la forma en que la religión a organizado las grandes leyes para la convivencia en favor de una estructura social de vida que permita ver al otro como parte del yo, que de una u otra manera, define el conjunto comunitario como una forma de relacionarnos con el todo, y por ende, generar un espacio viable de convivencia.

Por supuesto que no podemos negar las tendencias

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