Chile y su desarrollo ¿una dificil meta?
Enviado por tolero • 23 de Marzo de 2018 • 3.597 Palabras (15 Páginas) • 382 Visitas
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Hay quienes dirán que la desigualdad es inevitable e incluso necesaria para lograr el desarrollo, por ejemplo, basándose en la famosa tesis del economista Kuznets (1955), la cual argumenta – basada en los escasos datos disponibles de la época – “que la desigualdad del ingreso aumentaba a medida que los países se desarrollaban, y sólo descendería al alcanzar el umbral del desarrollo”[2]. Sin embargo, años más tarde esta teoría queda desacreditada gracias al aumento de la calidad y cantidad de datos disponibles. Es más, en el Informe de Desarrollo Mundial de 1990 realizado por el Banco Mundial, se sugiere que “aquellos países que optan por estrategias de crecimiento igualitario tienen mayores probabilidades de conseguir buenos resultados en los indicadores económicos y del bienestar”[3], logrando así el desarrollo.
Hoy sabemos que la desigualdad no sigue un patrón preestablecido y no es fija en la trayectoria del desarrollo. Javier Gonzáles, investigador doctoral de la Universidad de Cambridge indica que “La desigualdad la determina cada sociedad de acuerdo a la característica de las instituciones que posee: nivel de progresividad del sistema tributario, existencia de derechos y seguros sociales, capacidad real de negociación por parte de los sindicatos y adecuada regulación de los mercados, entre otros”[4].
Por otra parte, como se mencionó anteriormente, los distintos gobiernos que han estado a la cabeza de la nación, si bien han hecho avances en cuanto a crecimiento económico a través de los múltiples tratados de libre comercio que sin duda fomentan el desarrollo en el largo plazo y mejoran el nivel de vida de las personas, existen aún ciertas trabas que afectan una expansión más acelerada, ya que acciones como ampliar y mejorar la educación, invertir más en investigación, promover la innovación y el emprendimiento, las cuales son el combustible de un país, han sido dejadas de lado en un contexto en el cual apremian los problemas contingentes y, a pesar de que solucionar los obstáculos actuales es muy necesario, especialmente en una sociedad globalizada como la de hoy en día, debo mencionar que hemos perdido la visión de futuro de Chile, pues vemos la meta del desarrollo como una utopía y como algo que nos gustaría lograr pero que requiere de un esfuerzo mayor por parte del Estado y, más aún, de la sociedad en su conjunto, por lo que nos comportamos de manera indiferente antes temas tan importantes, pero a la vez tan complejos y que requieren la inversión de recursos, porque no estamos dispuestos a hacer ese sacrificio, y los gobiernos de turno prefieren ajustarse a sus programas.
Respecto a esto, no quiero decir que el Estado se lleve todo el trabajo, que realice una planificación central y que deba simplemente invertir, o que se establezca un ministerio de innovación que invierta capital en centros de investigación y universidades, sino algo mucho más profundo que eso, es fundamental recurrir a las personas, pues finalmente son las personas quienes al interactuar, piensan, crean e innovan. Por lo tanto, la labor del Estado debiese ser velar por que se respeten tanto los derechos de las personas, los derechos de propiedad, como los contratos, así como también facilitar y mejorar los procesos de creación de empresas productivas, en armonía con aquellas empresas ya existentes en el mercado. Es por esto que para lograr el desarrollo en cuanto al fomento de la innovación y el emprendimiento, es vital poder fortalecer la libertad económica - a través de instituciones sólidas, estables y respetadas - y revisar las regulaciones en cuanto a formación de nuevas empresas y hacerlas más amigables, entendibles y accesibles para los pequeños y medianos empresarios. Incluso, el economista Álvaro Bardón en el Ciclo de conferencias empresariales & crecimiento país 2007, organizado por la SOFOFA, relaciona esto con el tema de la desigualdad: “Con solo estas dos variables - que bloquean el emprendimiento popular y el empleo – se explica la desigual distribución del ingreso que tenemos. Y es, verdaderamente, la solución de estos problemas institucionales antes que la acción de un Estado benefactor lo que podría cambiar las cosas”[5]. Dicho esto, hasta el día de hoy los diferentes gobiernos no se han dado el espacio real para progresar en este aspecto, y también asuntos de desarrollo energético se han visto coartados por las excesivas regulaciones en Chile. Lo que ocurre es que tanto los políticos como la sociedad en general no ven más allá de la próxima elección, no se toman medidas a largo plazo y le tememos a la inversión sin beneficios instantáneos. Y lo que parecen programas de gobierno con agendas que responden a principios de cooperación en pos del desarrollo, son tan solo políticas de corto plazo para obtener titulares y fotos, pero no hay una estrategia de desarrollo de fondo, es decir, no hay una visión de país que apunte hacia dónde queremos ir.
En cuanto a la educación - tema muy en boga desde finales de la década de los 90 y que toma mayor fuerza día a día - es necesario recalcar que un país que quiere lograr el completo desarrollo e igualarse a países del primer mundo, precisa contar con educación de calidad accesible para todos los habitantes de la nación. El investigador de Cieplan Patricio Meller, a comienzos del actual gobierno de la presidenta Bachelet expone acerca de la necesidad de invertir en capital humano y generar más recursos para la educación como una manera de reducir en parte la desigualdad. Meller compara a Chile con países desarrollados, en los cuales el 95% de la educación es pública y de calidad, comparando este dato con la reforma educacional del programa de Michelle Bachelet que pretendía que la calidad de la educación pública sea comparable a la privada, sin embargo, en la cultura y paradigma chileno, se mantiene arraigada la idea de pagar por acceder a una mejor educación.
Siguiendo esta línea, ya a más de dos años del gobierno de Bachelet, podemos apreciar que dentro de sus llamadas “políticas que cambian culturas” - que prometían cambios estructurales, institucionales y constitucionales – resaltan sus políticas en cuanto a la educación, tan atractivas para algunos en su campaña electoral en el año 2013, las cuales han ido decayendo progresivamente con el paso del tiempo, en parte por la interconexión de errores políticos internos y cambios en los ciclos económicos internacionales que han ralentizado la economía chilena. Es por esto que sus múltiples reformas que parecían traer cambios que serían favorecedores en cuanto a desarrollo nacional a largo plazo, han quedado estancadas, y la pregunta que salta a la luz pública es si la nueva reducida y moderada agenda de Bachelet será realizable de aquí
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