EL PERU FRACTURADO
Enviado por tomas • 20 de Diciembre de 2018 • 12.465 Palabras (50 Páginas) • 354 Visitas
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Esta invasión del gran centro de modernidad y la formalidad del país ocurría en un momento en que la economía marchaba lentamente, lo que planteaba, según Matos Mar, que estuviésemos frente a un “proceso insólito y espontáneo de modernización”. Siguiendo al autor, pero yendo más allá, cabe plantear que el problema no era tanto que los pobres al migrar y asentarse en la gran ciudad hubieran desbordado el Estado institucionalmente en su capacidad de atenderlos, y que estaba tentado de usar la violencia para contenerlos. Lo que había realmente empezado a ocurrir era más bien un desborde de la legalidad o, si se quiere, un desorden popular, que había superado al Estado hasta arrinconarlo, haciendo que otras economías, con sus élites respectivas, que eran invisibles -salvo para los propios habitantes de las barriadas o conosencontraran su propio nicho y operaran a pesar o gracias a la desidia o inoperatividad del Estado. Al mismo tiempo se iban alojando economías delictivas mezcladas con la informalidad, que terminarían creciendo y, según sostenemos en este ensayo, formando parte integral de la matriz institucional del país. Cabe un comentario final al aporte de Matos Mar. La cuestión central no era tanto que el Estado hubiera atacado o intentado contener a estos “invasores”, porque, a fin de cuentas, cuando la represión fue inservible como muro de contención, el Perú oficial se acostumbró a vivir con ellos en su propia sede, en Lima y en todo el país. En ese sentido, no ocurría un verdadero “proceso de modernización”, como sostenía el autor, sino un cambio de una matriz con pretensiones de modernidad formal a una matriz híbrida y contrahecha, porque la institucionalidad era la que estaba siendo desbordada por el pueblo. Obviamente, hace veinte años era difícil de entender este concepto. No existían precedentes que sirvieran de referencia, ni un enfoque realista que indicara que tal posibilidad esperanzadora de modernidad estaba negada. Aquí planteamos que la idea del desborde de Matos Mar, su principal aporte, hay que aplicarla para analizar esas otras dos economías y poder plantear cómo enfrentar el desborde de la legalidad, del orden que el Estado representa en la sociedad y el mercado, más que el Estado en sí mismo y su relación con los pobres urbanos. La otra contribución, igualmente interesante, es la Hernando de Soto, autor de El otro sendero, obra de vuelo nacional e internacional, suerte de manifiesto neoliberal en defensa del mercado. Al igual que Matos Mar, De Soto discutía también el nuevo Perú de la crítica década de 1980, descubriendo la existencia de una vibrante economía informal. La concebía como mercado y no como otros investigadores habían sostenido antes, un mero sector de refugio aparecido en la crisis. Este “sector informal” se expresaba territorialmente en la existencia de barrios, mercados y actividades manejados por pequeñas unidades productivas no registradas, que se había abierto paso creando su propia economía de mercado. El fenómeno ocurría, a pesar o gracias a las barreras de entrada que De Soto atribuía al egoísmo de los formales y no a una mera tradición legalista y burocrática. Esa idea del pequeño productor informal dinámico que vende en las esquinas o los mercadillos es clave porque supera la noción de informalidad pasajera o accidental y ve más bien una estructura económica paralela a la formal. También la idea de las barreras de entrada es importante, aunque las causas, como se sugiere líneas arriba, pueden ser varias y nada conspirativas, en tanto a los informales más que combatirlos se los ignoraba. De Soto, además, no consideró el hecho de que hayal mismo tiempo complementariedad y oposición entre lo formal y lo informal, que en los propios espacios informales emergentes existían grandes empresarios y que, finalmente, al lado de esa economía comenzaba a aparecer una tercera, la delictiva. Al atacar la formalidad populista cree que es el Estado de los formales el que margina a los informales, pero bien puede ser visto al revés, visión que se acentúa si uno incorpora la ilegalidad. Sin embargo, su aporte consiste en señalar claramente la existencia de una brecha vertical, al darle a la informalidad condiciones estructurales de sector. El economista dio un primer paso para ver a la informalidad y la formalidad como estructuras socioeconómicas complejas y diferenciadas con intereses definidos y mecanismo de defensa de los mismos. Esas son las ideas que para fines de nuestra discusión conviene resaltar, de tal modo que estamos ahora listos para hacer un breve señalamiento de las tres economías, empezando por la más vieja y la más amenazada, la formal, aquella que debió crecer, extenderse y predominar como expresión vital de la modernidad. Advirtamos que, como se habrá notado, nos apoyamos en Thomas Hobbes para reflexionar sobre el Estado, para discutir los derechos de los habitantes y sus obligaciones, en la medida que si no se encuentra un equilibrio entre ambos, y predominan las violaciones, porque las carencias se ven como derechos a la transgresión, lo que hay es una situación anómala que conduce a la violencia: el hombre se está convirtiendo en lobo del hombre. La actual matriz institucional peruana está alobada. La estructura formal La economía formal la componen empresas y trabajadores que operan dentro de la legalidad. En ese mundo la propiedad está registrada, las empresas cumplen con los requisitos legales de autorización respectiva y los trabajadores figuran en las planillas. Por lo tanto, todos ellos -según las leyes y las normas vigentes-, y desde el punto de vista de las obligaciones, tema que nos preocupa, deben pagar impuestos y contribuir al financiamiento del Estado. Los agentes de esta economía, por tanto, están incorporados funcionalmente al sistema de modo que pueden ser fácilmente supervisados. Están dentro de un orden manejado por el Estado más allá de si su comportamiento es el ideal. El sector formal está comandado por grandes corporaciones nacionales y extranjeras que hoy día son mayormente privadas. Antes, en la época de Velasco, había grandes empresas estatales; hoy han disminuido en número y poder y, en términos de poder económico, su condición es marginal. A medida que el proceso de globalización económica avanza, y que el Perú se abre al capital extranjero, quienes las compran son los grupos de poderes económicos nacionales, los grupos extranjeros de países vecinos o las grandes empresas multinacionales (EMN). Por eso, como se observa en el cuadro 3, las corporaciones privadas gigantes comandan la economía formal. Al año 2000, existen más empresas privadas y menos Estado, situación que no solo continuará sino que probablemente se reforzará en los años siguientes. Debajo de las grandes corporaciones existe un numeroso segmento de pequeñas
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