El Camino de los Griegos.
Enviado por Rebecca • 27 de Mayo de 2018 • 1.434 Palabras (6 Páginas) • 265 Visitas
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griegos supieron a la perfección cuan amarga es la vida, así como cuan dulce. Los griegos tenían conciencia, una conciencia terrible, de la incertidumbre de la vida, y de la inminencia de la muerte.
Nunca hubo un poeta griego que no se calentara ambas manos ante su llama. Así, Sófocles, el más sobrio y el más severo de los tres trágicos, canta en la Antígona al dios del vino.
A lo largo de toda la historia griega rebosa este espíritu de vida. Y llevo a los hombres por muchos caminos nunca hollados, que no iban en dirección ni del autoritarismo ni de la sumisión. Un pueblo animoso, lleno de vigor físico, no obedece fácilmente.
En Los persas de Esquilo, obra escrita para celebrar la derrota de los persas en Salamina, abundan las alusiones a la diferencia entre la manera griega y la manera oriental.
Uno de los primeros dichos filosóficos griegos es el de Anaxágoras: “Todo estaba en el caos cuando la Mente surgió y puso orden”.
En griego mantenía su religión formal en un comportamiento, y todo lo que en realidad le importaba, en otro. Nunca recurrió al sacerdote en demanda de guía o de consejo. Si deseaba saber educar, acudía a Sócrates, o al gran sofista Protágoras.
No queda duda de que los oráculos, especialmente el de Delfos, desempeñaban un papel importante en Grecia.
Las frases que, según nos dice Platón se inscribieron en el santuario de Delfos son notablemente distintas de las que se encuentran en lugares sagrados fuera de Grecia.
Los griegos eran intelectuales; tenían la pasión de velarse de la mente. Nuestro término “escuela” procede de la palabra griega que significa ocio. Los griegos llamaron “físicos” a sus curanderos, o sea, los hombres entendidos den las vías de la naturaleza.
En casi todo el ámbito del pensamiento, “ellos dieron los primeros pasos indispensables.
El derecho del hombre a decir lo que se le antoja era fundamental en Atenas. “El esclavo es el que no puede expresar sus pensamientos.” Dijo Eurípides.
La inteligencia griega fue libre de pensar a su antojo en el mundo, de rechazar todas las explicaciones tradicionales de pasar por lo alto que enseñaban los sacerdotes y de buscar la verdad sin el obstáculo de ninguna autoridad externa.
El procedimiento establecido para el artista budista antes de comenzar su obra es aplicable a todo el arte hindú en aquello a lo que tiende. Es claro que las primeras no son superiores a las segundas. El artista hindú no estuvo sometido a condiciones; de todos los artistas, fue el más libre. El arte hindú es el resultado de una fuerza espiritual desenfrenada, de una corriente no contenida por obstáculos salvo los que el artista decidió imponerse a sí mismo.
El matemático y filósofo pueden tratar con conceptos puros; al artista, el mundo de las ideas abstractas no le ofrece nada. El artista místico es libre de hacer uso de la realidad de prescindir de ella a su antojo.
El artista místico siempre ve pautas. El artista ha dado la espalda a las cosas que se ven. Los pintores italianos descubrieron las leyes de la perspectiva, como era natural. Jamás sabremos si los pintores griegos emplearon la perspectiva, o no.
El Hermes olímpico es un ser humano perfectamente bello; no más, no menos. Cada detalle de su cuerpo fue formado a partir de un conocimiento consumado de los cuerpos reales.
El misticismo en general fue ajeno a los griegos, por grandes pensadores que fuesen. El arte griego es unos artes intelectuales, un arte de hombres que eran pensadores claros y lucidos, y por tanto es un arte llano. El mundo no ha vuelto a ver artistas de semejante porte. El templo griego es la creación por excelencia de la inteligencia y del espíritu. Un templo hindú es una conglomeración de adornos.
Los griegos lanzaron un desafío a la naturaleza en la plenitud de su gozosa fuerza. Colocaron sus templos en la cima de una colina que contempla al vasto mar, recortados contra el círculo del cielo.
La civilización –palabra de la que se ha abusado- representa algo supremo, totalmente distinto de los teléfonos y de la luz eléctrica. Donde los imponderables son las cosas de mayor importancia, allí está la cúspide de la civilización, y si, al mismo tiempo, el poder de actuar existe sin menoscabo, la vida humana ha llegado a un nivel rara vez alcanzado y muy rara vez sobrepasado
Los atenienses, nos dicen, son “amantes de la belleza sin haber perdido el gusto por la simplicidad, y amantes de la sabiduría sin pérdida del vigor varonil”
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