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El Islam político ante los restos de la globalización

Enviado por   •  12 de Noviembre de 2017  •  15.416 Palabras (62 Páginas)  •  396 Visitas

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Para el caso del Islam, que es el que nos ocupa en esta ocasión, siempre fue una religión que se impuso a sangre y fuego y más que , más que una elección personal de tipo religiosa y sentimental, fue siempre, desde que Mahoma comenzó su labor, un implacable y dictatorial partido político con la característica de reunir en una sola institución el poder secular y el poder seglar. Digamos que, Mahoma tuvo su primera experiencia profética (¡la echada o trápala de las revelaciones, llamémoslo así con toda franqueza!), a los cuarenta años, en 610, y cuando murió, en 632, era jefe religioso, estatal, gubernamental, ideológico, etc., de un enorme estado árabe que acrecentaba rápidamente su poder, por supuesto, siempre degollando, es decir, convirtiendo mediante el sometimiento y la compra de conciencia, a la nueva religión por la fuerza. Un ejemplo de fuerza: En Irak, por cada soldado yanqui que matan, torturan o hacen saltar por los aires destrozados a 70-100 ciudadanos del pueblo para sembrar el espanto y el terror y todo porque la lucha a muerte de más de mil años entre shiíes y sunnitas no ha terminado y aprovechan hoy la desestabilización que sembró la inmadura invasión yanqui, para regar de sangre la nación y tratar de imponerse los grupos de poder con variantes del así llamado Islam político. Con la implacable y científicamente organizada represión que había implantado el partido Baaths, ni soñar con moverse; apenas se desestabilizó el país, la misma historia árabe y musulmana de siempre, que aunque es la base económica quien se impone, el brillo subjetivo se lo da el Islam. La degollina, digámoslo sin rodeos, ha sido históricamente la forma preferida de expandir el Islam, tanto fuera como dentro de las fronteras. No en balde al no-musulmán o islámico le llaman con odio, infiel. Quisiéramos, con Gianni Vattimo[5], dado el sentimiento innato en muchos hombres de tenerle aversión al exceso de poder, representado en este caso por los EE.UU., simpatizar, como el que escoge de dos males el menor, con los terroristas del Islam político y hasta con el mismo diablo en persona, es decir, con Bin Laden. Pero ¿podemos estar al lado, aunque fuera tácticamente, le pregunto a Vattimo, de los mal llamados o con el derrotado, pero aún vivo talibán, cuando exhiben una crueldad sin límite no sólo con el ocupante extranjero, sino con sus propios conciudadanos y que cuando triunfan, si lo logran, como en el caso de Afganistán implantan una dictadura sangrienta y cavernaria fundamentada en ideologías arcaizantes?(Yo pienso que Vattimo tuvo que hacer concesiones, o se le debilitó el pensamiento y el cerebro, cuando dijo que mejor apoya, sin simpatizar con él, a Bin Laden). ¿Qué los caracteriza a estos (los “insurgentes”) e incluso a los de Palestina y el Líbano? Además de la falta de un programa atrayente y original (bueno, algunos no tienen ninguno que no esa Islam, Islam y más Islam), los caracteriza un odio desenfrenado a todo lo occidental a nombre de que una vez éste, Occidente, fue su colonialista; los caracteriza la falta de humanidad degenerada en crueldad extrema; están tratando, hoy, de lograr sus objetivos, que a ciencia cierta no sabemos bien cuáles son, con métodos de barbarie, despiadadamente. Si supiéramos que después van a trabajar por una democracia por deficiente que fuera, bien. Pero a juzgar por lo que el Mulah Omar y sus cavernarios colaboradores implantaron en Afganistán y a juzgar por la historia que conocemos del Islam, es imposible movilizarnos ante tales elementos para apoyarlos. Representan el poder de las cavernas, la marcha atrás, el estorbo del ser, que es, en este caso, el devenir.

La opresión económica de las amplias capas de la población suscita todo género de opresión política. Pero para que haya predominio político hace falta preparación ideológica, diríamos, embotamiento cerebrar, espiritual; habilidosa humillación social de las grandes masas y hasta del ser en general. La religión es preferentemente uno de los tipos o medios de opresión espiritual que ha caído en todas partes, hasta cierto momento, sobre las espaldas del pueblo y viene siendo la avanzada ideológica de los explotadores del capital y la conquista en cualquier sistema social donde ella haya predominado. Para los tiempos en que surgió el Islam, y en el área geográfica en que nació, se puede decir que la religión era el único medio de sojuzgamiento ideológico del pueblo. En general, esa fue una etapa oscura y hundida de la humanidad, pero además, esa parte del Oriente ha estado siempre por detrás del Occidente en materia de relaciones político-sociales. En situación de atraso social es relativamente fácil implantar una religión. ¿Por qué? Dice Lenin: “La religión enseña resignación y paciencia en la vida terrenal a quienes trabajan y pasan necesidades toda la vida consolándose con la esperanza de recibir la recompensa en el cielo. Y a quienes viven del trabajo ajeno, les enseña caridad en la vida terrenal, ofreciéndoles una absolución muy barata de su existencia de explotadores y vendiéndoles a precios módicos pasajes al bienestar celestial. La religión es el opio del pueblo, es una especie de aguardiente de baja calidad” .[6] Claro, el Islam era, y es, más activo que el cristianismo, no exhibía a un Jesús en un madero símbolo de la compasión y repartía botín para reclutar adeptos, pero aun así era enorme la diferencia entre la parte del Profeta, el de su estado mayor, familiares directos, esposas, etc., y lo que le tocaba al más humilde soldado, vale decir, su esencia ha sido siempre explotadora del hombre. Entre paréntesis, decir que, se denota y se colige que iban a las guerras no por el Islam en sí, sino por la conquista y el botín. Como siempre, una cosa es la bandera que se enarbola, el trapo, como diría un patriota antillano y como sugirió Marx en el 18 Brumario, y otra cosa es lo que se esconde detrás de las consignas y el histrionismo de los grandes jefes.

La religión enseña al hombre, y el Islam más que ninguna otra, o sea, que no es una excepción, a estar enfermo en una especie de resentimiento; a un hundirse en el fanatismo, a un adentrarse en el veneno del odio a lo que no sea religioso en general o islámico en este caso en particular, contra lo que no hay como remedio nada más que un tipo de fatalismo, o sea, un fatalismo sin rebelión interna y de ciega obediencia a Dios, vale decir, a los clérigos que son vicarios del Todopoderoso en la tierra. La religión, que debiera de ser un asunto privado de cada persona, en la que el estado no tuviera nada que ver con ella, en las mal llamadas sociedades islámicas, se convierte en la columna vertebral de la sociedad, inficionándolo todo y cubriéndolo todo con una especie de densa neblina que no permite ver a más de dos pasos adelante.

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