Halperini Donghi - Revolución y guerra
Enviado por monto2435 • 30 de Octubre de 2018 • 2.537 Palabras (11 Páginas) • 387 Visitas
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II. La Revolución y Dislocación Económica
- Entre las consecuencias de la revolución podemos contar: la mutilación y fragmentación del hinterland[1] comercial de Buenos Aires; la transformación del comercio ultramarino ahora bajo hegemonía británica; un fisco empobrecido y exigido ahora por la guerra y la gran gravitación sobre la economía de un Estado en penuria financiera.
- Mutilación y Fragmentación del Espacio Económico Virreinal.
Todo el Interior sufrió de inmediato un cambio y esta es la razón por la que la Revolución es recibida sobre todo en las ciudades del norte, por las clases dominantes, con sentimientos contradictorios. La primera consecuencia fue la escasez de metálico, no sólo por la guerra, la producción de plata de Potosí sufrió una grave disminución. La falta de metálico determina el surgimiento de las acuñaciones provinciales. Desde la primera década revolucionaria, la “moneda de Güemes” invade todo el norte y ese ejemplo será seguido por su rival Aráoz en Tucumán, con sus pesetas federales. Para entonces, Valparaíso se transforma en el centro comercial británico del Pacífico Sur, y el Alto Perú está perdido para siempre para los grandes comerciantes porteños. Pronto comienzan a aparecer en el campo revolucionario, nuevos centros de poder político rivales a Buenos Aires; la primera década revolucionaria signada por la rivalidad entre la Capital y el Litoral artiguista; la segunda por una fragmentación más extrema: ni la vencida Buenos Aires ni el Litoral empobrecido eran ya capaces de mantener el control sobre el Interior; sólo luego de un complejo ciclo de guerras civiles la hegemonía porteña podría volver a afirmarse luego de 1841. Las tierras artiguistas de la Banda Oriental, Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes; buscan prescindir del intermediario porteño para su comercio ultramarino; las provincias federales quieren golpear a Buenos Aires mediante prohibiciones de intercambio y clausura de puertos. La guerra civil va necesariamente acompañada de una economía de rapiña. A pesar de todo este clima genera nuevas oportunidades a los audaces mercaderes que se aventuraban a zonas aisladas.
- Una de las razones para la adopción del comercio libre en 1809 fue la desaparición temporaria de las remesas de metálico Altoperuano provocada por los alzamientos de ese año. Desde 1810 hasta 1930 las rentas de aduana iban a proporcionar más liquidez al Estado; aún así recursos insuficientes. ¿Cómo costear la guerra? Desde el comienzo se admitió que el sistema impositivo no podía ser suficiente; las contribuciones “voluntarias” comenzaron a cumplir su papel. En un país cada vez peor controlado por el poder central la única fuente asequible seguía siendo el comercio ultramarino. El peso de la guerra de independencia se hizo sentir en el Interior de manera distinta; los ganados se constituyeron en el principal y no siempre voluntario aporte al apoyo de la guerra. Formadas casi todas las provincias a partir de los Cabildos, heredaban de ellos un sistema impositivo típicamente municipal, centrado en tasas al comercio y al tránsito. Sus gastos se concentraban, aun en tiempos de paz, en el rubro de guerra. Lo que genera un crecimiento de saqueo de las zonas urbanas. Ya en la primera década revolucionaria los ganados del Litoral sufren las consecuencias de la guerra civil; Corrientes es devastada por los artiguistas; Entre Ríos sufre las expediciones porteñas de 1814 y las portuguesas de 1818; Santa Fe es prácticamente saqueada por Buenos Aires.
- La revolución significaba la desaparición del sistema comercial virreinal y el rápido agotamiento del centro relativamente autónomo de comercio ultramarino que la crisis mundial había permitido esbozarse en Buenos Aires. Desde 1806 la presencia británica contribuye a acelerar la crisis del sistema comercial. Más graves, si bien menos directas, fueron las consecuencias a este respecto de la segunda invasión. En Montevideo los ocupantes británicos dejaron un abundante botín de mercaderías. La autoridad virreinal buscó impedir que esa mercancía circulase dentro de su jurisdicción. Produjo un descenso de precios que los importadores españoles juzgaban catastrófico. En el río los porteños hallaban el predominio de sus rivales. Aun más desfavorable era la situación en cuanto a exportaciones. La revolución colocaría en primer plano a la de productos pecuarios del Litoral por sobre (incluso) el metálico. Aun después de 1815 el Río de la Plata sigue interesando a su nueva metrópoli económica, fundamentalmente como mercado para excedentes. Hasta 1820 el puerto con el que principalmente comercia Buenos Aires es Londres. La ampliación de importaciones, es la más importante innovación aportada al comercio internacional rioplatense durante la primera década revolucionaria. Acompañada de un cambio en la naturaleza de esas importaciones, comienzan a aparecer tejidos de consumo popular. Esa innovación de los algodoneros de Lancashire, fue posible gracias a que en la primera década revolucionaria le quedó abierto el camino. Por lo menos en el Litoral, el algodón inglés no reemplazaba las telas del Interior, sino las de las telas peruanas que empezaron a faltar desde 1810. Esos avances fueron facilitados por el estilo de comerciar introducidos por los ingleses en la primera década; vendiendo a menudo stocks sobrantes a precios de liquidación, acostumbraron incluso a los más pobres a volverse hacia ellos. En la campaña porteña, los productos artesanales se defendieron mejor. Los sectores populares se dividían entre las telas locales y las peruanas. La introducción del metálico tuvo consecuencias en el mismo sentido: creaba nuevos grupos en condiciones de comprar. La revolución introdujo en este aspecto, cambios menos importantes y más lentos. Una industria artesanal ya escasamente vigorosa, sobrevive a partir de 1810, en un lento descenso que durará tres cuartos de siglo. Es precisamente el ferrocarril, quien pone fin a su agonía. El aislamiento de la zona servida por la ruta del Paraná facilitó la sustitución parcial de sus importaciones por los rivales del Brasil. Este proceso sustitutivo es facilitado por la liberación del comercio interno y de la producción. El Estado revolucionario era a la vez pobre e inexperto en las muchas tareas nuevas -el comercio exterior entre ellas- que le imponía la lucha por la independencia. Ni la especulación, ni la compra de prestigiosos valores ultramarinos, ni la inversión inmobiliaria ofrecían entonces refugio a los comerciantes locales cada vez más acorralados por la concurrencia de los extranjeros. Ahora, a la crisis de las exportaciones metálicas acompaña un aumento de las importaciones provocado por la
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