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Tema La Primera Guerra Mundial, entre los siglos XIX y el XX. Rupturas y continuidades desde una perspectiva longitudinal

Enviado por   •  28 de Septiembre de 2017  •  4.772 Palabras (20 Páginas)  •  723 Visitas

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Ahora es preciso hablar del segundo golpe que reciben los soldados al entrar en ésta guerra. Enzo Traverso, escribe y de ahí partirá toda mi explicación: “En agosto de 1914 las declaraciones de guerra suscitan en las capitales europeas una increíble ola de entusiasmo colectivo. La fiebre nacionalista invade repentinamente la cultura ganando la adhesión de todos los espíritus o de la de casi todos”[2]. Marc Ferro[3] propone una idea que nos puede ayudar a entender mejor, plantea que si bien es cierto que las condiciones de vida mejoraban de a poco, no lo hacían al mismo ritmo, y de igual forma para todos, las tensiones sociales, las presiones por querer tener una vida más interesante, mas rica, las dificultades que aún debían seguir sufriendo ciertos sectores de la población, provocó las tensiones en aquellas generaciones que ya no tenían paciencia para esperar que las reformas del gobierno, o que las reformas económicas le hagan un sitio. La guerra vino a cumplir el papel de LIBERADORA de éstas tensiones. Por éste motivo los jóvenes partían felices a la guerra, como si fuera una aventura, una oportunidad de cambio que no podían desperdiciar. La guerra empezó no siendo padecida, ni sufrida, sino que liberaba las energías contenidas, los soldados estaban llenos de confianza, y era un sentimiento que se vivía en toda Europa. Cada ciudadano además creía que respondiendo al llamado de su país, cumplía con su deber de patriota y revolucionario a la vez, para los soldados morir por la Patria era honorable, o por lo menos eso les dijeron. Entonces, todos los soldados emprendieron su marcha de manera valiente, creyendo que sería una guerra corta, que antes de Navidad estarían en sus casas con sus familias. El plan alemán incluso era hacer una guerra rápida contra Francia, y Francia no tenía ni siquiera un plan claro de ataque. Todos los países imaginaban la guerra como si fuera una competición entre equipos deportivos, se habían estancado claramente en el ideal de la guerra napoleónica. Los jefes militares incluso pensaban mas en el número de hombres que serían movilizados que en las características que tendría la guerra. Había una idea de que una guerra moderna, tendría que ser necesariamente corta y que acabaría tras una o dos grandes batallas. Lo que no sabían era que a partir de ésta guerra, las guerras ya no se resolverían en uno o dos combates, sino que los años serían su contador.

La transformación de la muerte

Estos dos golpes provocaron uno mayor en los soldados, y es el cambio en la concepción de la MUERTE. Antes de comenzar la guerra, el júbilo se hacía dueño de los soldados y de la población en general. Toda la efervescencia patriótica se apaciguó durante la guerra, ya que ésta mostro su verdadera naturaleza, una horrenda carnicería, y se exponía tal como dice Enzo Traverso “la descomposición paulatina de la humanidad europea”[4]. Toda la excursión romántica, la aventura salvaje y viril había quedado atrás, después de comenzar la guerra, ya que ésta destruyó la imagen de la “muerte redentora” en el campo de batalla, es decir, la masacre tecnológica, transformó al supuesto “soldado heroico”, que tenía la idea de ir a “luchar por su patria”, que no le tenía miedo a la muerte honorable en el campo de batalla, en un “soldado anónimo”. La lucha ya no era cuerpo a cuerpo, modalidad heredada desde los relatos homéricos, donde el hombre armado de valor mira la cara de su enemigo, y lucha cargado de honor, y sentimientos patrióticos, donde el soldado al luchar daba a su existencia y a su muerte un sentido único, sublime. La lucha en ésta guerra, la muerte, se había vuelto anónima, el acto de matar se había convertido en una operación mecánica, la muerte había sido despojada de su aura en el barro de las trincheras. En sí, el soldado anónimo, asesinado en masas, marcó el “fin de la guerra heroica”, de la “muerte con sentido”. El poder político les ofrecía la guerra como una oportunidad única de demostrar su virilidad, muriendo con honor, y gloria, y a cambio sucedió todo lo contrario. El soldado al encontrarse con esto da cuenta que nada justificaba su sacrificio, nada que al menos pareciera claro, el hombre verdadero estaba desconectado de las razones que lo hacían morir. “Morir por un disparo no parece duro, pero que te destrocen, que te hagan pedazos, que te hagan puré, es un miedo contra el que la carne no puede luchar”[5], así lo dijo un soldado. Ya nadie moría sonriendo por su Patria, el miedo a la muerte violenta, anulaba todo sentimiento. La muerte era demasiado horrible, y la fobia a ésta siempre estaba presente y nadie podía escapar de allí, definitivamente ya nadie estaba en el frente por su propia voluntad. “La muerte violenta, industrializada y anónima de la guerra moderna se opone a la muerte familiar de las sociedades arcaicas vista como un hecho natural, susceptible de cobrar, a los ojos de los seres vivos, “un valor altamente ejemplar”[6].

La Gran Guerra provoca una fisura en las experiencias de vida transformando las mentalidades de las sociedades europeas. La muerte que siempre era dejada en la esfera privada, aislada, en un espacio familiar, y luego relegada a los cementerios, pasa luego de la Gran Guerra a aparecer públicamente bajo la formas de rituales conmemorativos por ejemplo, que aglutinan a toda la comunidad nacional alrededor de sus hijos muertos en combate. Éstas prácticas colectivas de duelo se asocian con el proceso de “nacionalización de las masas”. Una ilusión más. El documental “Honor y Furia”[7] empieza diciendo que la inmediata posguerra fabricó una visión falsa del conflicto, los millones de muertos cobraron nuevamente la apariencia de victimas sacrificadas en nombre de un holocausto ofrecido a la patria. Nada de eso había sucedido, nadie quería morir, los soldados sólo querían salvarse del horror al que habían sido mandados.

Ésta nueva muerte rompió el espíritu de muchos, los traumas postguerra, surgían como una triste realidad, traumas emocionales, histeria de guerra, fatiga de combate, convertían al soldado incluso más valiente al comenzar la guerra en un cobarde. Pero éstas fueron las consecuencias más inmediatas, la desilusión, la pérdida de valor a la propia vida y a la muerte. Como dice Romero[8], entre quienes se desesperaban ahora por no saber por qué morir, o por que vivir, aparecieron los que querían escapar de su propia incertidumbre matando por cualquier cosa, transformando todo el miedo que había sido heredado de la guerra en odio. Y esto fue clave para la formación del Fascismo, del Nazismo, y en un sentido no destructivo la del Comunismo.

Crisis de las élites

Finalizada

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