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Historia prehispanica. La Historia de la nación chichimeca

Enviado por   •  13 de Noviembre de 2017  •  3.520 Palabras (15 Páginas)  •  463 Visitas

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Nezahualcóyotl contribuyó de manera importante.

Escondido en la copa de un árbol Nezahualcóyotl vio morir a su padre a manos de los tepanecas, después de los cual se mantuvo lejos de Tetzcoco y huyó durante diez años, hasta que sus tías, señoras tenochcas, negociaron con

Tezozómoc un periodo de paz. Mientras tanto, Azcapotzalco padecía el conflicto entre los hermanos Maxtla y Tayatzin por la sucesión en el gobierno, quedando el primero triunfador. Maxtla estropea las relaciones con Mexico-Tenochtitlan al intentar quitarle los privilegios que su padre había otorgado a los tenochcas y al apresar al gobernante Chimalpopoca. A la muerte de éste lo sucede Izcóatl y con él se inicia el periodo de conformación de una nueva alianza para deshacerse del yugo tepaneca, al final vencen los aliados. En la historia que escribe Ixtlilxóchitl, esta guerra tenía como motivo principal vengar la muerte de Ixtlilxóchitl el viejo, mientras que en otras fuentes como la de Diego Durán el episodio exalta la participación mexica, su valentía y belicosidad. A partir de este triunfo se consolida la llamada Triple Alianza, aunque Tlacopan se une más tarde, y comienza un periodo de importante expansión territorial.

[pic 1]

Árbol genealógico de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl.[3]

Fernando de Alva Ixtlilxóchitl estaba vinculado a un grupo social específico que en la época prehispánica había sido la cumbre de la pirámide social y que como el resto de las estructuras sociales, económicas, políticas y culturales, sufrieron violentas transformaciones después de la Conquista. Sin embargo, no debemos olvidar que al ser tetzcocano los cambios y las funciones que adquirieron fueron muy distintas de las que sufrió el grupo de poder tenochca. La llamada nobleza indígena funcionó en un primer momento como intermediaria entre las instituciones españolas y los indios contribuyendo de esta manera a la formación y consolidación del sistema colonial. En una segunda etapa, paulatinamente fue perdiendo su posición e importancia y con ello, los privilegios que se le habían reconocido hasta entonces llegaron eventualmente a su desaparición. Ixtlilxóchitl, al igual que otros cronistas descendientes de la nobleza indígena, como Hernando Alvarado Tezozómoc, vivieron este proceso de manera directa lo cual indudablemente influyó en las historias que escribieron. Solamente haciendo esbozo de las decadentes circunstancias por las que atravesaba su familia y su grupo social en general, podremos comenzar una explicación que incluya el contexto para describir los motivos que tuvo el autor para escribir su pasado, la manera en la que lo hace y el empeño que pone para preservar su estirpe.

La sociedad nahua del siglo XVI estaba dividida en dos grandes grupos, los macehualtin, y los pipiltin. Los primeros constituían la base de la pirámide social, eran la mayor parte del pueblo, aquellos que “con su trabajo sostenían toda la carga del aparato estatal.”[4]

Los pipiltin constituían el grupo dirigente, ocupaban los principales puestos de la organización social, tanto en la administración, como en lo militar y el sacerdocio. Sus funciones incluían la organización de la producción, del trabajo agrícola y de las obras públicas, administraban justicia y protegían las redes comerciales. Gran parte de su poder residía en el profundo conocimiento que tenían de los dioses, del sistema calendárico y por la facultad que poseían para organizar los rituales y ceremonias religiosas, todas ellas actividades indispensables en la medida en que aseguraban, la gracia divina, el orden del universo y el buen funcionamiento del mundo.[5] Entre los privilegios que disfrutaban, encontramos la exención del trabajo agrícola, el goce de los tributos de los macehualtin y de servicios personales, el derecho exclusivo a la utilización de objetos de lujo, lo cual propiciaba la existencia de un grupo de artesanos especializados que producían dichos bienes; de manera que el privilegio tenía al mismo tiempo una función económica importante.

Existían diferentes clases de pipiltin. Los tlazopipiltin eran aquellos “hijos preciosos”,que formaban parte del linaje al cual pertenecía el tlahtoani. Los cuauhpipiltin, o “hijos rústicos” eran aquellos que habían nacido entre los macehualtin y que eran educados para la guerra en el Telpochcalli, “la casa de los jóvenes”, pero cuando alguno demostraba notable valentía en la batalla o aptitudes en los estudios podía ser ascendido al grupo de los nobles y sus descendientes adquirían el derecho a una educación privilegiada en el Calmécac. Se sabe que la diferencia entre estos nuevos pipiltin y los de linaje no llegaba a diluirse ni con el paso de las generaciones. Esta separación también se daba en el Perú, donde se distinguía a los nobles “de derecho” de los nobles “de privilegio”[6]. Esta movilidad social fue característica de la sociedad mexica hasta que llegó un momento en el que el grupo de los pipiltin se hizo muy numeroso, se redujeron las conquistas y comenzaron a escasear tanto los puestos de gobierno como las tierras; entonces se redujeron las posibilidades de ascenso social, e incluso se retiraron privilegios a quienes no procedían de antiguos linajes.[7] En lo que se refiere a la organización política, “cada centro de población regido por un tlatoani, era un tlatocáyotl”,[8]se trataba de un gobernante vitalicio, representante de la divinidad, poseía el máximo poder político, judicial, militar y religioso y por lo general era electo entre los tlazopipiltin de acuerdo a sus aptitudes y habilidades. A su lado gobernaba el cihuacóatl, una figura que también era representante de la divinidad, que suplía al tlahtoani en su ausencia o en el campo de batalla y jugaba un papel importante en varios ámbitos como el judicial, hacendario y cultural, además era el encargado de convocar a la elección del siguiente tlahtoani.[9] Existía conjuntamente, un consejo que asesoraba y ayudaba al tlahtoani, conformado por cuatro funcionarios principales. Además, colaboraban diferentes funcionarios que llevaban a cabo tareas de justicia, militares, hacendarias y religiosas; todos ellos recibían órdenes directas tanto del tlahtoani como del cihuacóatl. En palabras de José Rubén Romero, “los nobles eran especialistas del poder en un mundo donde cada actividad estaba estrictamente fundada en un orden que provenía de las divinidades.[10]” Por ello, tanto los funcionarios como el tlahtoani debían además de cumplir con cualidades muy específicas, observar una conducta impecable y realizar méritos personales que se tomaban en cuenta para la designación de cargos.

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