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La guerra de las imagens Serge Gruzinski

Enviado por   •  12 de Junio de 2018  •  2.147 Palabras (9 Páginas)  •  548 Visitas

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¿Qué deberíamos conservar de esta fase de reconocimiento? Que el problema de las imágenes del Otro, de sus funciones y de sus características, se planteó al instante a los descubridores y que al principio pareció avanzar hacia una respuesta original. Por mucha que fuese la curiosidad, iba en un solo sentido: era impensable que los indígenas practicaran una “etnografía a la inversa” y que interpretaran las imágenes de los blancos.

Lo irreparable se produjo desde fines de 1946. Tal fue el primer conflicto americano de esta guerra de las imágenes. Algunos indígenas se habían apoderado de las imágenes cristianas que los españoles habían confiado al cuidado de unos neófitos: tiraron las imágenes al suelo y las cubrieron de tierra y después orinaron encima diciendo “ahora serán buenos y grandes tus frutos”. Y esto porque los enterraron en un campo de labranza, diciendo que sería bueno el fruto que allí se había plantado.

El hermano de Colón, hizo quemar vivos a los culpables. Pero la profanación había ido acompañada por un ritual de fertilidad que atribuía a las imágenes una eficacia parecida a la de ciertos zemies. El “sacrilegio” mostró la cercanía que los indígenas presintieron entre las imágenes de los cristianos y los zemies locales, y hasta el partido que, según imaginaron, podrían sacar de él. Comenzó la larga lista de destrucciones, de apropiaciones, de desviaciones y de equívocos con que esta tejida la historia cultural de América Latina.

En esas circunstancias, ¿qué seria del zemi? Ni representación figurativa, ni ídolo, vacilando de hecho entre varios status (objeto, cosa, imagen, ídolo…).

- 2° momento: Pedro Mártir. Comienza a usarse categorías mentales europeas: representaciones de espectros.

Los espectros de Pedro Mártir

Pedro Mártir, un cronista de Castilla que nunca puso los pies en América, se encargó de disipar el misterio de esos objetos extraños.

Los Zemies lo intrigaron. Basándose en una información recogida después del segundo viaje de Colón, observó que los indígenas hacían “mascaras de algodón, tejidas, imitando los espectros pintados que afirmaban ver durante la noche”. Asociando las máscaras con espectros nocturnos, desconocía su función, pero subrayo su carácter figurativo y les descubrió, sino un sentido, al menos una identidad. Procedimiento inverso al de Pané y Colón que se inquietaban más por el uso que por la cosa representada.

El zemi de Pedro Mártir queda identificado y visualizado a partir de un modelo iconográfico occidental. Asimilaban los zemies a imágenes de fantasmas, y de ahí, dedujeron la aparición local de espectros nocturnos.

El zemi sería la imagen o el “simulacro” de un espectro; eso era para Mártir y sus contemporáneos como evocar una criatura espantosa dotada de imagen pero desprovista de existencia física. Se atenía exclusivamente a un enfoque formal que encuentra en su propia cultura una interpretación capaz de satisfacerlo.

En ese aspecto resultaba tranquilizador saber que las apariciones nocturnas habían desaparecido con la eliminación de los Zemies en el momento en que, sobre las islas, el mundo de los muertos aumentaba con las poblaciones diezmadas por el hambre, trabajo y enfermedad.

3° momento: Demonios/ Ídolos. Cortes. A partir de allí se desarrolla una modalidad de destrucción de todos estos ídolos.

De los espectros al demonio

La interpretación espectral se iba borrando a medida que Mártir daba a sus zemies la apariencia de demonios. La metamorfosis ocurrió cerca de 1514, y diez años después asimilo los espectros que ya había asociado sistemáticamente a los genios infernales que se aparecían a los indígenas antes de la cristianización.

El zemi cae en lo demoniaco y lo monstruoso (emparentado con una especie de neutralización cultural) para terminar convirtiéndose en un ídolo. El viraje hacia el ídolo no fue accidental: posterior al descubrimiento del México idolatra.

El zemi perdió toda singularidad, se le redujo a lo conocido y lo familiar. Ya no se contempla el objeto, pues de antemano se posee la clave, la identidad.

Los ídolos de Cortés

Los años 1517 – 1520 constituyeron un punto de cambio. A medida que el objeto figurativo indígena dejo de ser extraño perdió su exotismo para convertirse en el equivalente de la imagen falsa que adoraban los paganos, las tierras descubiertas entraron de lleno en un antepasado y un universo comunes a los conquistadores y a los indios: el mundo de los adoradores de imágenes.

Desde la primera expedición, las sociedades mexicanas del golfo de México salieron del anonimato histórico-cultural de las islas. Gracias a los ídolos se unieron a la historia antigua que es la historia de las civilizaciones. Algunos hasta creen que es la tierra que recibió a los judíos dispersados por Tito y Vespasiano después de la destrucción del Templo de Jerusalén.

La idolatría de los mexicanos constituía un hecho ya bien estremecido en vísperas de la partida de Cortés. Los miembros de la segunda expedición sabían de antemano que por doquier encontrarían ídolos.

Y sin embargo, otras piezas que eran manifiestamente objetos figurativos y ceremoniales, provocaron mayor curiosidad. La descripción se hizo más prolija, la apreciación estética y mercantil les dio valor. Una máscara de madera dorada, una máscara de oro parece muy bella.

¿Ídolo o curiosidad valiosa? Nadie se pregunta ya lo que representaba ni a lo que se refería, pues esto es demasiado evidente en el caso del ídolo y totalmente superfluo en el del objeto de valor. Esa indiferencia por la identidad y la función específicas, esa relación superficial son efectos de una elección y no de una incapacidad de identificar al objeto; probablemente explican que un mismo tipo de representación puede pasar de un registro a otro según la materia (madera, terracota, piedras u oro, plata, gemas) y por tanto, el valor mercantil y la rareza, evolucionando del ídolo maldito a la curiosidad rara y apreciada, del no valor a la evaluación monetaria.

¿Cómo no notar la doble mirada de los europeos? Una de ellas en el lugar de los hechos, con los peligros de la Conquista, distorsionada por el prisma demoniaco que confiere al objeto figurativo una condición tan precisa como ficticia y devaluada; la otra en España, que no interpreto, que casi no se preocupó por el sentido

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