La novela de Los parientes ricos trata de lo que le ocurrio a la familia de Ramón Collantes, viejo liberal fallecido el cual deja viuda a doña Dolores, y sin ningún recurso monetario para poder sustentar a su familia, por lo que juan collantes a la mue
Enviado por John0099 • 12 de Septiembre de 2018 • 1.172 Palabras (5 Páginas) • 710 Visitas
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Delgado no requiere subrayar la vileza de los procedimientos para adquirir fortuna, ni pasar revista a las masas para destacar que los pobres están siempre a merced de los poderosos. Pasajes como el del día del cumpleaños del pariente rico, en que los parientes pobres son invitados a desayunar para pasar un rato en familia, pero excluidos del espléndido banquete que se celebrará a medio día debido a que su ropa y costumbres no concuerdan con la etiqueta de la ocasión, además de evidenciar el resquebrajamiento la unidad familiar entre los sectores sociales y los civilizados, muestran cómo Delgado,sin haber tajantes delimitaciones de clase,
presenta las acciones que dejan ver el prestigio o desdén 0." que son objetos sus personajes
debido a su posición social.
los mexicanos, particularmente los provincianos. Es por eso que doña Dolores y el párroco de Pluviosilla no están de acuerdo con varias de las lecturas que son permitidas a los muchachos que han vivido en París, a la vez que ven algo monstruoso en el hecho de que las mujeres de la familia se puedan presentar en el teatro a la semana siguiente de la muerte de la cuñada.
Pronto los cuatro tej ían plática interminable.
Pablo trabajaba en el escritorio de una fábrica cercana, donde ganaba poco, pero de donde esperaba salir apto para mejor y lucrativo empleo; Ramón estaba estudiando: iba en el segundo curso de estudios preparatorios, tenía amor a las letras, y pudo fácilmente traducir no sé qué latines clásicos, dichos por el clérigo.
Don Cosme habló con Pablo de los rápidos progresos de la ciudad, la rual, merced a su riqueza fluvial, había llegado a ser el primero de los centros fabriles de la República, "la Manchester de México", como los hijos de Pluviosilla no se cansan de repetir.
Doña Carmen parecía reservada y poco afable.
No pasaba minuto en que no lanzara una queja acerca de las molestias de la navegación y del viaje.
Ella por SU gusto, no habría venido. En Europa vivía muy contenta. Allí no sentía correr los años ni los meses, ni los días. Era tan cómoda y tan grata la vida en París! Para ella nada como París, nada! ¡Qué paseos! ¡Qué de teatros! ¡Qué tiendas y qué establecimientos! ¡Qué comida! - Le habían contado, y ella había sabido mucho, por los periódicos, acerca de los adelantos y del embelledmiento de México;
-pero. “¡ay! ¡Cuánto iba a padecer en la vetusta ciudad virreinal! - ¡Cómo iba a fastidiarse mientras en México viviera- sin más espectáculos que una mala compañía
de ópera, cada año; teniendo que subir y bajar todos los días, por las calles de San Francisco y de Plateros, e ir tarde con tarde a la Calzada de la Reforma y cómo iba a echar de menos aquella misa de cada domingo en San' Sulpicio, aquellas fiestas tan graves y solemnes de Notre Dame, y aquel culto tan conmovedor y dulce de Nuestra Señora de las Victorias y . en cuanto a la mesa. . .¡ ni ostras de Ostende, ni espárragos de Lübee, ni fresas de Niza!.
la señorita, en constante plática con su prima, no se cansaba de contarle cosas de Francia.
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