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“Manuel Chili Caspicara, Breve reseña de su Vida y Obra.”

Enviado por   •  14 de Mayo de 2018  •  4.725 Palabras (19 Páginas)  •  2.982 Visitas

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Finalmente, la primigenia escuela de Artes y Oficios de Quito, fue creada en 1551, se la llamó San Juan Evangelista, pero, en 1557 cambia su nombre por el de Colegio de Artes y Oficios San Andrés en honor del Virrey del Perú Andrés Hurtado de Mendoza, principal benefactor de la Orden. Años más tarde, del taller de Diego de Robles con su encarnador Luis de Ribera y del taller del padre Carlos y otros frailes artistas, salen los afamados escultores José Olmos llamado “Pampite”, Manuel Chili “Caspicara”, Gaspar Sangurima “el Lluqui”, que pertenecían a la más pura raza indígena. Y también, Juan de Sossa, Juan Benítez Cañar, Antonio de la Torre, Joan de Fonte, Bernardo de Legarda, etc.

Además, la pintura de la época colonial logro sobresalir en las figuras de los padres Gosseal, Bedón y Hernando de la Cruz y sus discípulos Andrés Sánchez Gallque, Francisco Quishpe, Miguel de Santiago, Nicolás Javier Goríbar, Antonio Astudillo, Antonio Egas y otros más. El establecimiento de esta primera Escuela de Arte convirtió a Quito en el primero y principal centro de formación de artistas de América Hispana, muchos años antes de que se fundaran otras similares en ciudades tan importantes como México, Buenos Aires, Santiago y Lima. (Sosa, 2014).

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CONOCIENDO A MANUEL CHILI (CASPICARA)

Manuel Chili, llamado Caspicara es considerado el sucesor de Bernardo de Legarda en el difícil arte de la imaginería, y junto con José Olmos (Pampite), constituyen la más pura esencia de la famosa Escuela Quiteña, no existe una fecha exacta de su nacimiento pero se cree que nació entre 1720 y 1725 en Quito. Pero su apodo Caspicara, que en quichua quiere decir "Cara de Madera o Cara de Palo" hace suponer a un hombre de rostro tosco, probablemente de fina suavidad como la madera o el palo a los que transformó en las obras de arte que lo inmortalizaron al igual que a la raza indígena. De acuerdo al historiador Jaime Aguilar Paredes, Manuel Chili “se consagró desde muy niño a la imaginería, hasta lograr una superioridad y maestría que lo colocaron a la cabeza de los escultores de su época y sin ninguna exageración ocupa un igual plano que los más famosos escultores europeos”. De tal manera que solo puede ser considerado a su equivalencia con un Miguel Ángel americano.

Además, la historia de la vida de Caspicara giró en torno a los sacerdotes de la iglesia la Compañía de Jesús, ya que ellos lo conocieron desde niño, siempre lo encontraban correteando y colgándose de los andamios y pasadizos de la iglesia mayor de los jesuitas en Quito. Así, que cuando cayeron en cuenta de sus habilidades y destrezas, se encargaron de su educación, comida, vivienda y le asignaban un poco de dinero. De tal manera que eso le permitía sobrevivir, ya que los verdaderos artistas no eran privilegiados de obtener un sueldo como las artesanos. Sin embargo esto no fue suficiente ya que solo los jesuitas, también le dieron la oportunidad de pulir sus aptitudes, con el propósito de mejorar su técnica no solo en la escultura, sino también en la escultura, el incansable esfuerzo en su trabajo diario de doce horas, contribuyeron a su reconocimiento. Así, estos factores en la vida de Caspicara le significaron su esencia para convertirse en uno de los mayores y mejores exponentes de la Escuela Quiteña.

Su virtuosismo en la escultura le significo una valoración inconmensurable. Su trabajo gano un alto valor de pesos de oro, por lo que su fama se extendió en toda América hasta llegar a Europa. Las obras como; Cristos, santos y vírgenes adornaban las iglesias a lo largo de nuestro país, de Colombia, Perú, Venezuela y España. A través de la historia se ha manifestado también que las obras de Caspicara tienen propiedades milagrosas, aparte de ser extraordinariamente hermosas. Actualmente, es incalculable el valor de las obras de Caspicara, ya que pertenecen al patrimonio cultural del Ecuador y solo pueden ser valoradas en millones de dólares. (Estupiñan Ordoñez, 2013).

El historiador Luis Erazo escribió un artículo en diario el Comercio y que fue replicado en Diario Hoy el 31 de mayo de 1992, con el título de CASPICARA: PRÍNCIPE DE LA ESCULTURA COLONIAL QUITEÑA, manifiesta que:

“En la época colonial emerge brillante, particularmente en Quito, el período de la creatividad y la ejecución del mayor conjunto de obras arquitectónicas, monumentales y artísticas que, pese a temblores y terremotos al olvido y la falta de apoyo, se mantienen en pie para orgullo y halago de la colectividad. La Iglesia Católica es el pilar fundamental que hizo posible llevar adelante esa obra gigantesca por donde se la examine, convirtiéndose en el cofre donde se conservan joyas, las más preciadas en lo monumental, artístico y arquitectónico. Pero si la iglesia es el puntal, el pueblo indígena es el que con talento y mano maravillosa levanta y construye desde sus bases los conventos, los templos y las recolecta, al igual que salen de su corazón y creatividad preciadas gemas en la pintura, escultura, tallado, etc., que nos deleitan. La obra de Caspicara supera el ámbito de la creatividad y lo artístico para convertirse en el documento más completo y revelador de la época. Contraría a cuantos se quedan en la orilla del suceso plástico pues, con fuerza incontenible, se hace presente en nombre de su raza, en medio de la oscuridad colonial.”

En el libro del Fray Agustín Moreno Proaño “Caspicara” (1976), se refiere de esta forma al artista;

"Hombre de raro talento, se formó en uno de los tantos obradores de escultura que había en la ciudad de aquella época y llegó a poseer el arte de manera asombrosa. Sus obras son de acabada perfección y no se sabe que admirar más en ellos: si la meticulosa interpretación de los drapeados de sus estatuas o la justeza de formas anatómicas en sus admirables crucifijos. Es el príncipe de la escultura colonial americana, ya por la bondad absoluta de sus obras, ya por su fecundidad. Descendiente directo de la escuela de talla policroma, no trabajó sino obras religiosas llenas de profundo sentimiento, por lo tanto marcadas con el elegante barroquismo del siglo XVIII. Es de anotar -eso sí- que Caspicara a imitación de los escultores castellanos de los siglos XVI y XVII, hizo de la emoción y del sentimiento el culto de su arte; no hay una sola imagen de este indio famoso que no lleve en sí, más que la precisión de las formas, la sinceridad verdadera de las más intensas emociones". "Caspicara fue un gran ejecutante y, a veces, llegó al virtuosismo, tan delicados son los planos ondulantes de algunas de sus estatuas y tan magníficamente

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