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Primer y segunda presidencia de Juan Domingo Perón (1946-1955)

Enviado por   •  10 de Julio de 2018  •  5.267 Palabras (22 Páginas)  •  219 Visitas

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Los terratenientes y comerciantes exportadores representados por la SRA, aunque tenían una clara contradicción de intereses con el proyecto peronista, auxiliaron entre las demandas puntuales y la participación en conspiraciones para desestabilizar al gobierno.

Las relaciones con los trabajadores: los trabajadores se sindicalizaron masivamente y se organizaron creando omisiones internas por fábricas. De este modo pudieron desarrollar una acción gremial muy dinámica, que compensó la tendencia a la burocratización de los dirigentes más encumbrados. A medida que aumentaba su nivel de representación y organización, la influencia del sindicalismo sobre las políticas del Estado fue cada vez mayor. Sin embargo, la clase obrera obtuvo gran parte de sus conquistas sociales luego de fuertes conflictos. Entre 1946 y 1949 coincidiendo con la etapa de auge económico se produjo una oleada de huelgas. Aunque la mayoría de ellas estuvo dirigida contra los empresarios y no contra el gobierno, significaron una presión sobre el estado que no pudo desoír los reclamos de los trabajadores.

Las relaciones con los sectores medios: la relación entre el Estado peronista y estos sectores fue muy conflictiva. Aunque muchos de sus integrantes habían progresado en el plano económico, beneficiados por el proceso de expansión del consumo de los sectores populares urbanos, su percepción valorativa del peronismo era muy negativa. Algunos consideraban que su posición económica y social relativamente acomodada era fruto del esfuerzo propio y de sus padres (probablemente inmigrantes), mientras que el bienestar del que comenzaban a gozar los trabajadores peronistas no se debía a su esfuerzo sino a la política demagógica y de despilfarro del gobierno peronista.

Muchos se consideraban superiores a los “cabecitas negras” y veían en los nuevos habitantes urbanos una amenaza a sus posiciones de privilegio. Estos factores culturales acentuaron la distancia entre el Estado peronista y amplios sectores de empleados públicos, docentes, estudiantes, universitarios, profesionales y comerciantes. Para estos sectores de la sociedad, la situación de malestar aumento a partir de algunas medidas tomadas por el gobierno: el uso obligatorio de distintivos partidarios, la propaganda oficial a través de la radio y de los libros escolares, la afiliación compulsiva al Partido Peronista para conservar su puesto público, la monumentalidad de los actos oficiales y los nombres de Perón y Evita en innumerables edificios públicos e instituciones, convirtieron al Estado peronista en una presencia agobiante. Sin representaciones gremiales representativas de importancia, la mayoría de ellos depositó sus expectativas de cambio en la acción opositora de los partidos políticos, principalmente en el radicalismo, y más tarde, en la acción desestabilizadora de sectores de las Fuerzas Armadas y de la Iglesia Católica.

Desde lo político, el régimen peronista ha sido caracterizado por algunos investigadores como una “democracia de masas”. Para llegar a esta conclusión toman como dato fundamental la participación masiva del conjunto de la clase trabajadora dentro del sistema político, tanto a través del sufragio como a partir del desarrollo de organizaciones de representación de intereses intermedias, como los sindicatos, las unidades básicas, las asociaciones barriales y las entidades vecinales.

El fortalecimiento de los sindicatos y la vigencia efectiva de los convenios colectivos de trabajo abrieron nuevos espacios de discusión y contribuyeron a la democratización de las relaciones sociales en los lugares de trabajo. La elección directa de los delegados de fábrica y de las comisiones internas posibilitó a los trabajadores el control de sus propias organizaciones. De manera indirecta, la ampliación de la escolaridad y de la alfabetización al conjunto de la población también contribuyó a consolidar este proceso.

Como contrapartida, en ocasiones el Estado intento subordinar a las organizaciones sindicales, limitando su accionar independiente y estableciendo una verticalizacion de sus estructuras y cuadros de conducción. Al frente de muchos gremios fueron quedando los dirigentes más dóciles y se acentuó de este modo una tendencia a la burocratización de la actividad sindical. Otra muestra de esta tendencia fue que los sindicatos y la CGT comenzaron a ser considerados como una “rama” del movimiento peronista y, por lo tanto, sujeta a las decisiones que emanaban de las estructuras partidarias cada vez más alejada del dinamismo de los primeros tiempos. Por su parte, los militantes sindicales opositores, en particular los comunistas, sufrieron persecuciones y detenciones.

No obstante, a pesar del intento de subordinar al sindicalismo, las organizaciones obreras mantuvieron márgenes de maniobra y de acción independientes de las decisiones del gobierno.

Durante el gobierno de Perón, se produjo un cambio importante en la vida cultural argentina, se fue conformando una cultura popular distinta.

La cultura de los sectores populares adquirió un carácter nacional, dejando atrás la etapa en la que predominó el aporte de los inmigrantes. El proceso de nacionalización se vio favorecido por la disminución del flujo inmigratorio y por el estallido de la Segunda Guerra Mundial, que limito por algunos años la incesante llegada de productos culturales europeos. Al mismo tiempo las migraciones internas acercaron a la cosmopolita Buenos Aires las tradicionales culturas del interior del país. La ciudad y los suburbios se poblaron de nuevas ropas, comidas, palabras, tonadas y canciones.

Como ocurrió con el tango en el siglo veinte, la música popular del interior, el folclore, fue primero el patrimonio exclusivo de los sectores populares y luego comenzó a ser aceptado por otros sectores de la sociedad. La radio contribuyó a cambiar el gusto de muchos que se fueron habituando a ritmos y melodías que creían propias de la gente del campo.

Sin embargo, el rasgo más característico del panorama cultural en aquellos años fue la distancia e, incluso, el enfrentamiento que se establecieron entre la “cultura nacional y popular” y la “cultura oligárquica”. Cada sector creó y defendió su propio ámbito de acción, sus propios códigos y actitudes.

Los teatros, las universidades, los museos, las bibliotecas, la producción literaria continuaron siendo los ámbitos en los que predominaron la elite y los sectores medios.

Para muchos trabajadores excluidos de un sistema educativo elitista, la cultura popular significaba una reacción contra la elite y una afirmación de su propia identidad como pueblo. El Estado peronista

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