Alimentos en el sistema nervioso central.
Enviado por mondoro • 25 de Marzo de 2018 • 2.056 Palabras (9 Páginas) • 516 Visitas
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En una investigación se demostró que, en países occidentales, se ve una conexión entre esquizofrenia y una dieta alta en gluten, ya que la glucosa de este inflama los tejidos del sistema nervioso central, además de dificultar la irrigación del lóbulo frontal del cerebro. Como podemos observar en esta investigación, donde se contrasta la alimentación entre Europa y regiones remotas de Papúa Nueva Guinea, Malaita, Islas Salomón y Yap.
Biological Psychiatry , 1984: Sólo se encontraron dos esquizofrénicos crónicos entre más de 65.000 adultos examinados o estrechamente observada en las regiones remotas de Papúa Nueva Guinea (PNG, 1950-1967) y Malaita, Islas Salomón (1980-1981), y en Yap, Micronesia ( 1947-1948), que no consumen granos.
Los investigadores observaron que cuando los pueblos se convirtieron parcialmente occidentalizados y consumen trigo, cerveza de cebada y arroz, la prevalencia alcanza los niveles europeos. (Dohan FC, 1984)
Además, no solo estamos más predispuestos al comer gluten, sino a un sinnúmero de enfermedades, y estas posibilidades aumentna si somos alérgicos a este.
“Descubrimientos científicos recientes señalan al gluten como un veneno que detona no sólo demencia sino también epilepsia, cefaleas, depresión, esquizofrenia, TDAH y hasta disminución en la libido” (Perlmutter, 2014, p. 77)
Aunque es necesario indagar más sobre este tema en cuestión, principalmente el echo del porqué actualmente sea tan estudiado por la comunidad médica y científica, llama la atención y nos hace pensar sobre su importancia, por lo que se debe investigar más a fondo, y no solo el gluten y su afectividad, sino también otros alimentos básicos como el azúcar, grasa y carbohidratos que igual o más nocivamente generan daño y/o enfermedades mentales.
Todos en nuestras casas tenemos y utilizamos el azúcar para poder realzar los sabores de nuestras comidas, es por esto que no puede faltar en nuestra mesa, pero, no nos damos cuenta del daño que provoca en nuestro cuerpo el consumir esta sustancia cristalina.
El efecto del azúcar en abundantes cantidades en nuestro cuerpo es tan poderoso y maligno que es causante de importantes enfermedades mentales, entre esas se encuentra la adicción, las cuales llegan a ser mucho más fuertes que la propia cocaína, ya que cuando el cerebro siente que va a ingerir azúcar, éste libera dopamina (neurotransmisor ligado a la sensación de placer) sin haber tenido que consumir el producto, lo que significa que la recompensa nunca llega.
Niños con problemas de hiperactividad y problemas de atención sufren con los efectos del azúcar en la dieta. Gracias a investigaciones se ha logrado saber que el cerebro de estas personas no metaboliza el azúcar de la misma manera que las demás personas, el azúcar en estas personas provoca un incremento en la producción de cortisol. Esta hormona a largo plazo provoca daños severos, tales como la muerte de células nerviosas. Se ha evidenciado que los altos niveles de glucosa en la sangre están asociados a un mayor riesgo de demencia, inclusive entre personas que no padecen diabetes.
Otra de las enfermedades que se puede vincular con el alto nivel de azúcar es la depresión, ya que esta sustancia cristalina anula la hormona BDNF la cual está en menor cantidad en personas que están diagnosticadas con esta enfermedad o esquizofrenia.
También, las grasas influyen de buena y mala manera en nuestro sistema nervioso central.
Actualmente la ingesta de grasas recomendada es de un 20% de las calorías diarias, y si son grasas saturadas esta cifra se reduce a un 10%, unas décadas anteriores a la revolución industrial, era de un 75%. Sin embargo, existe un gran prejuicio en la sociedad con el aumento en el consumo de grasas, puesto que se le relaciona con obesidad y aumento del riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares. Pero se tiene poco conocimiento acerca de los beneficios de tener una dieta con un porcentaje más alto en grasas que el actual.
Hay que tener en cuenta que el cerebro humano consiste en más de un 70% de grasa, ésta juega un papel crucial en la regulación del sistema inmune.
Las grasas monoinsaturadas (que se pueden encontrar en aceitunas y nueces) son saludables al igual que los ácidos grasos poliinsaturados omega 3 que se encuentran en peces de agua fría y algunas plantas (aceite de linaza), puesto que, tal como lo describe el Dr. David Perlmutter en su libro ‘’Cerebro de pan’’, “Las grasas saludables como el omega 3 y las grasas monoinsaturadas reducen la inflamación cerebral, mientras que las grasas hidrogenadas y modificadas que son muy comunes en alimentos procesados aumentan de manera sustancial la inflamación.” (Perlmutter, D, 2014, p. 113)
Vitaminas como la A, D, E y K necesitan de la grasa para ser absorbidas ya que no son solubles en agua. La vitamina K contribuye a la salud del cerebro ayudando a reducir el riesgo de padecer demencia senil. Sin embargo, sin vitamina A el cerebro no logra un desarrollo adecuado, aumentando el riesgo de ceguera permanente y quedar vulnerable a todo tipo de infecciones. Al existir un déficit de vitamina D el individuo queda más susceptible a padecer enfermedades crónicas como esquizofrenia, párkinson, alzheimer, depresión y trastornos afectivos estacionales.
También se debe tener en cuenta que las grasas saturadas, que se encuentran de forma natural, juegan un papel fundamental en nuestro bienestar a nivel de organismo. Un ejemplo de esto es que la leche materna cuenta con un 54% de grasas saturadas, al igual que el hecho de que las grasas saturadas comprenden el 50% de la membrana celular. Por otro lado, se debe tener en consideración que el consumo excesivo de grasas saturadas, que podemos encontrar en alimentos procesados muy comunes en la actualidad, como papas fritas o comida ‘’chatarra’’ trae consigo un aumento en el riesgo de padecer enfermedades como arteriosclerosis, isquemias, trombosis y obesidad.
Independiente del prejuicio que existe en torno al consumo de grasas, estas contribuyen a la estructuración y el funcionamiento de los pulmones, el corazón, los huesos, el hígado y el sistema inmunológico, pero su consumo siempre debe ser acompañado de actividad física y un estilo de vida activo, ya que su consumo elevado más un estilo de vida sedentario aumenta el riesgo de padecer las enfermedades ya nombradas.
Otro punto destacable en el libro del neurólogo David Perlmutter donde se muestra el enfoque tradicional de la nutrición utilizada en las últimas décadas planteando que los mayores enemigos del cerebro
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