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La bulimia y la anorexia son expresiones emocionales a través de trastornos corporales

Enviado por   •  29 de Diciembre de 2018  •  2.917 Palabras (12 Páginas)  •  420 Visitas

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También opino que hay poca concientización sobre el tema, descubrí que no es tan simple como parece, sino que se necesitan varias cosas para no caer en sus manos, contar los sentimientos, comunicarse con la familia, quererse a sí mismo, y buscar un lugar en la sociedad tan estricta que nos toca vivir.

Bibliografía

Anorexia nerviosa y bulimia (Amenazas a la autonomía), Terapia familiar de Cecile Rausch Herscovici y Luisa Bay, editorial Paidos

Diario Clarín, Información general del día Lunes 11 de octubre de 1999

Aspectos psicológicos, fisiológicos y psicomaticos de la bulimia

Todos los trastornos de la conducta alimentaria: obesidad, anorexia nerviosa, bulimia nerviosa, pica compulsiva… utilizan la comida de forma enfermiza para expresar un conflicto emocional. Es decir, el sustrato en que se nutren todos estos trastornos alimentarios es el campo afectivo, luego toda persona que tiene problemas con la comida tiene problemas afectivos.

La comida es sólo comida, nada más y nada menos que comida. La comida es fuente de energía y salud, pero, cuando la utilizamos para enmascarar o sustituir nuestros estados de ánimo, no sólo no solucionamos nada, sino que añadimos un grave problema al que ya teníamos.

Los psicólogos hablamos de que los seres humanos tenemos dos tipos de hambre: el hambre bucal y el hambre estomacal.

El hambre estomacal es el hambre propiamente dicha. Es decir, la necesidad de ingerir alimentos para recargar energía.

El hambre bucal es la necesidad de llevarse algo a la boca para intentar paliar un estado de insatisfacción emocional.

Curiosamente, el hambre bucal se va a inclinar hacia alimentos salados o dulces según el tipo de carencia emocional. Por ejemplo: cuando a Gema, una joven de 22 años, la dejó su novio, siempre que veía por la calle una pareja de enamorados se lanzaba a la primera pastelería que encontraba para comprar algún bollo. En esos momentos, Gema añoraba los momentos “dulces” en los que compartía caricias y ternura con su novio. Para intentar compensar esa carencia, comía cosas “dulces”.

Por otro lado, cuando la vida de las personas se vuelve rutinaria, sin alicientes ni ilusiones, decimos que falta “la sal de la vida”, que la vida se ha vuelto sosa, gris, sin interés, aburrida. Adivina qué es lo que se va a comer… Efectivamente, cosas saladas.

También podemos encontrar en una misma persona la tendencia a comer dulces y cosas saladas, según el momento. Si se aburre, comerá cosas saladas; si se encuentra sola o necesitada de afecto, tenderá a las dulces.

El resultado viene a ser el mismo: la obesidad o el sobrepeso acompañados de sentimientos de culpa y/o inseguridad.

Sin embargo, el otro extremo de la obesidad en el espectro de los trastornos alimentarios es la anorexia y la bulimia nerviosa, en las que el resultado final es una extrema delgadez altamente peligrosa. Podemos encontrar dos tipos de anorexia: la restrictiva y la purgativa.

El trasfondo emocional es, para las personas que padecen estos trastornos, la necesidad de sentir que controla algo en sus vidas. Suelen ser adolescentes muy perfeccionistas tendentes a obsesionarse con obtener siempre unos resultados brillantes. Según van creciendo, se van exigiendo más. Entonces empiezan a tener miedo a crecer y hacerse adultos porque creen que no podrán seguir con ese esfuerzo. Controlar la comida les da la sensación de “poder”. Ya que no pueden controlar las exigencias del mundo adulto, controlan sus propias necesidades alimenticias.

En el caso de los vómitos, son claramente agresivos. A veces, esas agresiones van dirigidas contra ellos mismos porque se sienten indignos o culpables. En otras ocasiones, hieren con los vómitos a los padres.

La mayoría de las niñas (la proporción es de un varón por cada nueve chicas) que padecen trastornos de la conducta alimentaria han sido niñas modélicas, muy dúctiles, muy buenas, nada respondonas, que encuentran una vía de expresión de sus hostilidades con la manipulación de los alimentos.

Cada vez que Verónica, de 15 años, se enfadaba con sus padres, buscaba el momento para darse un atracón y luego vomitaba. No era capaz de decir lo molesta, dolida o decepcionada que se sentía con ellos. Entonces expresaba su agresividad hiriéndoles con sus vómitos.

NEUROFISIOLOGÍA DE LA ALIMENTACIÓN

La conducta alimentaria, a nivel neurofisiológico, se ve regulada mediante el sistema nervioso central que envía señales de hambre o saciedad según la necesidad del organismo. En un sentido amplio se manejan dos tipos de información: una que regula la alimentación a corto plazo (regulación alimentaria) y otra a largo plazo manteniendo depósitos de nutrientes (regulación nutricional).

La regulación alimentaria está determinada por varios factores que producen la inhibición del centro del hambre:

El llenado gastrointestinal envía señales inhibitorias (insulina y glucagón).

La llegada de grasas al duodeno produce la liberación de colecistoquinina (señal inhibitoria).

La medición de la cantidad ingerida por receptores orales (masticación, deglución, salivación y degustación)

La regulación nutricional está relacionada con los niveles de glucosa, aminoácidos y lípidos en sangre, dado que al estar disminuidos producen una disminución de la frecuencia de descarga por parte de neuronas especializadas en el centro de la saciedad y un aumento en el del hambre. Esta regulación está dada por un efecto retro inhibitorio.

La mecánica real de la alimentación (salivar, masticar y tragar) está controlada por centros del tallo encefálico, específicamente en el rinencéfalo y en la sustancia reticular (responsable de la fase inicial de la conducta alimentaria).

Por otra parte la regulación de la cantidad de alimento está mediada por el hipotálamo dado que en el núcleo ventromedio hipotalámico se encuentra el centro de la saciedad, y que en el área hipotalámica lateral se encuentra el centro del hambre.

Los centros hipotalámicos reciben estímulos periféricos entre los que se encuentran los metabólicos (gobernados por el estado nutricional del organismo),

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