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1ª Carta de Pedro Esquema de Lectura y reflexión personal

Enviado por   •  30 de Enero de 2018  •  2.496 Palabras (10 Páginas)  •  561 Visitas

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3. Características de esa “Piedra viva”, para los que en Jesucristo pueden ofrecer sacrificios (mediación cultual) o testimonio de vida (mediación testimonial), y para quien rechaza a Jesucristo 2, 6-10.

El autor nos habla de la fuerza recibida de Cristo. Unirse a Cristo significa incorporarse a una comunidad que le pertenece, que participa en su misma elección y que es el templo vivo en el cual Cristo constituye la piedra fundamental. Los fieles participan de la vida divina de Cristo, y por eso son también ellos piedras vivas, que, al acercarse a Cristo, quedan incorporadas a la Iglesia, que se describe como edificio espiritual. Este templo corresponde a la espiritualidad del mismo Dios (Jn 4,20) y en general al carácter sobrenatural, supraterreno de la Iglesia.

4. “Portarse con honradez”, 2, 11-20 en sentido personal, ante los no creyentes y ante toda institución humana. Sentido de la libertad y de la autoridad.

El pensamiento de nuestro destierro en la tierra, ya que nuestra verdadera patria es el cielo, forma aquí uno de los fundamentos de la moral. La brevedad de esta vida y la esperanza de la otra deben mantener al cristiano en el combate contra los deseos carnales que luchan contra el alma. La carne aquí, como en San Pablo generalmente, se refiere al hombre con sus tendencias incontroladas.

Por otro lado les dice que la conducta de los cristianos tiene que ser la mejor refutación de las calumnias paganas. En este ambiente hostil, la conducta de los cristianos tiene que brillar, no para conseguir una justificación personal de su modo de proceder, sino para que Dios sea glorificado. Las normas sobre la esclavitud y la familia irán precedidas de una nueva invitación a “someterse”. San Pedro no hace una teoría de origen divino del Estado. Desde un punto de vista menos teórico se contenta con exhortar a la sumisión a causa del Señor, con lo que posiblemente exhorta a la imitación de Cristo, que se sometió también a la autoridad del gobernador Pilatos. En todo caso, no es solamente el que se haga el bien, sino que el bien amordace la ignorancia culpable, es decir, las murmuraciones que preceden de esa falta de comprensión. La libertad no queda destruida por la sumisión al poder según la voluntad de Dios, pero es desconocer el verdadero sentido de esa voluntad, convertida en el pretexto para la rebeldía. Es la misma doctrina de equilibrio entre libertad y servicio que encontramos en San Pablo. En cuanto a la conducta cristiana de los esclavos se expone que Los sufrimientos inherentes a la dura condición de los esclavos dan ocasión al autor para extenderse en la explicación del sentido de la pasión y muerte de Cristo. San Pedro, como San Pablo, no pensaba alterar las estructuras sociales del Estado antiguo, aunque la doctrina de la hermandad de todos en Cristo, de la libertad y del amor fraterno, contuviera en germen la supresión de la esclavitud.

5. Una vida santa requiere a veces padecer por la justicia 3,13-17

Se hace aquí una apología del sufrimiento inocente. El autor vuelve su vista a los padecimientos de los cristianos en general, aunque las alusiones al sufrimiento aparecen a lo largo de toda la carta. El sentido de hacer daño, es posiblemente más profundo que el mero maltratar, y se refiere al daño real, profundo, que no puede padecer el que hace el bien, aunque exteriormente sea maltratado. El hondo optimismo del autor, se resiste a creer que alguien pueda hacer el mal al que busca el bien. Pero este optimismo del autor no puede hacerle cerrar los ojos a la realidad. Los cristianos pueden, a pesar de todo, ser maltratados.

Por otro lado, se resalta la esperanza, más que la fe, porque, para el mundo no cristiano, la falta de esperanza es, por lo menos, tan característica como la falta de fe, y San Pedro caracteriza con gusto la actitud cristiana como esperanza. Les anima a tener una conducta ejemplar, porque es la mejor refutación de las calumnias.

Finalmente, el último versículo hace extensivo a todos lo que en particular había dicho a los esclavos, y lo mismo que entonces, la mención del sufrimiento inmerecido le traerá a la memoria los padecimientos de Cristo.

6. Sobre todo requiere una ruptura con el pecado: 4,1-6 que puede tener aspectos concretos, pasiones humanas, excesos y desenfreno, idolatría, lujuria.

El cristiano no debe vivir con el mismo desenfreno de los no cristianos. Porque Cristo murió y terminó su relación con los pecados de los hombres, nosotros también necesitamos una nueva actitud hacia el pecado, en que cesamos de vivir como antes según la voluntad de los hombres. Ellos se sorprenden de que no sigamos viviendo como ellos, pero nos damos cuenta que ellos serán juzgados por Dios; pero tenemos nosotros vida eterna de Dios.

Este apartado es un nuevo llamamiento a la santidad. Es probable que San Pedro se refiera a la muerte del alma con Cristo por el bautismo, a lo cual debe corresponder después una vida de renuncia práctica al pecado, con las limitaciones y dificultades de lo puramente humano.

Irónicamente recalca el autor que ya es más que suficiente el tiempo anterior a la conversión para llevar a cabo la voluntad de los gentiles y acentúa la idea que ese tiempo ha pasado para siempre, que la conversión es decisiva.

7. Es una actitud positiva que se traduce en la práctica del mandamiento nuevo: amaos unos a otros, porque el amor alcanza el perdón de los pecados 4, 7-11.

Aquí se pide la práctica de las virtudes. El autor destaca principalmente el mandamiento primero, el amor, y les pide que ese amor sea ardiente porque solo con el amor se puede vencer todo pecado. Los motiva para que ejerzan la caridad ya que esta será la mejor abogada para el último día; es una idea afín a la expuesta repetidamente por Cristo de que el perdonar a los demás trae consigo el perdón de los propios pecados y en el valor decisivo que el amor a los hermanos tendrá en el día del juicio.

Destaca también la virtud de la hospitalidad, que era fundamental para los judíos y para la Iglesia naciente desde el punto de vista de la caridad.

Un principio general de moral cristiana, es la realización de una vocación personal al servicio de una comunidad orgánica. Este don, aunque parezca talento puramente natural, es siempre gracia de Dios y esta gracia tiene carácter social.

Finalmente, lo importante es que el que predica anuncie la Palabra de Dios y no sus propias opiniones, y que el que presta servicio tenga conciencia de que los recursos de que dispone es Dios quien se los proporciona. Teniendo esta conciencia todo cederá en gloria de Dios

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