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“CUATRO NECESIDADES QUE EL ESPOSO DEBE CUBRIR PARA TENER UN BUEN MATRIMONIO”

Enviado por   •  12 de Diciembre de 2018  •  4.828 Palabras (20 Páginas)  •  455 Visitas

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Necesitamos padres que sean líderes espirituales, que sean un ejemplo para su esposa e hijos. ¿Cuántas veces tu esposa y tus hijos te han encontrado en tu recamara, te han encontrado en la sala, de rodillas, orando al Señor? ¿Cuántas veces te han encontrado leyendo tu Biblia? Para vergüenza de algunos, sus hijos y su esposa, los ven horas pegados en la televisión fanatizados con el futbol, leyendo periódicos.

Si Dios va a usar a alguien para cambiar el rumbo que muchas familias llevan a la destrucción, va a ser al hombre, él es la cabeza de la familia, no es la esposa, no son los hijos, no son las hijas, nosotros debemos ser esos líderes espirituales que nuestra familia necesita.

II. LA NECESIDAD DE UN ESPOSO AMOROSO.

Efesios 5:28 Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama.

Otra demanda de la que puedo darme cuenta por la consejería que damos en la iglesia es la necesidad de una mujer de ser amada por su esposo.

Efesios 5:22-25 “Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella.”

Algo que es una realidad en la vida de muchos hombres, (me doy cuenta porque lo veo en la iglesia), muchos hombres son como el viejo dicho: “Gato viejo quiere ratón tierno”, porque la esposa ya está avanzada en años, ya está enfermita, como que, mágicamente se desaparece el amor.

Se acaba la atención, la ternura, la amabilidad pero, ¿qué tal allá en su trabajo con la secretaria, con la que vende la comida afuera de la fábrica, con la que atiende la tienda de la esquina donde va a comprar?

Hace unos meses estaba en Texas, predicando, y el pastor me dijo: “En este pueblo donde vivo es muy difícil que usted vea a un americano de ojo azul casado con una negrita, es más fácil que vea a una americana de ojo azul casada con un negrito, eso sí lo puede ver”.

Me invitó a desayunar a un restaurante y la mayoría era gente güera de ojos de color, y me llamó mucho la atención ver venir a un hombre que traía a su esposa abrazada, y resulta que era un hombre americano ojo azul con una mujer negrita, ¡la traía con tanto amor y ternura!

Aparte de que era negrita, no era nada bonita, estaba muy delgada, y aparte, era ciega. Se sentaron en una mesa, recibieron el alimento, y él con mucho cuidado, (estaba cerca de ella), con mucha ternura, oró por los alimentos con su esposa.

Llamó la atención este hombre que estaba con su esposa, porque le estaba ayudando a llevar la comida a su boca. Ella se recargaba en su hombro con tanta ternura, como que se sentía protegida, amada, cuidada, y me puse a pensar: “Creo que este hombre se casó con ella porque simplemente decidió amar a una mujer que posiblemente otro hombre no iba a amar”. Y se fueron abrazados, juntos, y ella estaba bien contenta.

Hermanos, ¡eso es lo que la Palabra de Dios nos enseña! Nos enseña que debemos amar a nuestra esposa. Sé que la idea, especialmente en México, es que el hombre no puede ser tierno, que no puede decir palabras dulces, que no puede ser cariñoso, porque los papás, los abuelos, los trataron con la punta del pie, les pegaban con el chicote, y que no saben decir esas palabras. Hermano, entiendo a los tatarabuelos, a los bisabuelos, a los abuelos y a los padres, pero ellos no conocían a Dios y nosotros sí conocemos a Dios y su Palabra.

El hecho de que algunos de ellos fueran borrachos y fumadores y mujeriegos, no quiere decir que nosotros tenemos que seguir haciendo lo mismo, nosotros hemos sido salvos, hemos sido lavados con la preciosa sangre de Cristo, tenemos al Espíritu Santo en nuestro corazón, tenemos la Biblia, tenemos la iglesia, tenemos predicadores que nos ayudan, así que, no tenemos razón de por qué vivir como vivieron nuestros abuelos o nuestros padres.

Usted se sorprendería de lo que nosotros como pastores escuchamos frecuentemente. Muchas mujeres cristianas expresan que la gran necesidad, su anhelo, su deseo, es ser amadas, comprendidas, acariciadas, pero al contrario, lo único que reciben de esposos cristianos, son insultos, regaños, reproches del pasado, quejas, humillaciones. Hermano, ¿dónde está el amor?

Un domingo, mi esposa terminó cansada después de la escuela dominical y de la predicación porque el sábado había hecho mucho trabajo y andaba cansada. Comí en un estanquillo que tenemos y fui a la recamara para descansar y la encontré dormida en el sofá, se veía bien cansada. Había estado algo triste, aparte de cansada.

Llegué y me acerqué a ella, le di un beso bien tiernito y le dije: “Te amo chiquita”, no despertó, le di un segundo beso y le dije: “Te amo chiquita” pero tampoco despertó, le di un tercer beso y ahí me di cuenta que estaba fingiendo, lo que quería era un cuarto beso. Después de eso, el resto del día para ella fue más agradable todavía y ella andaba más feliz.

No recuerdo que mi padre alguna vez me dijera: “Te amo hijito”, no recuerdo haber recibido una caricia pero el hecho de que no recibí la atención y el amor, cuando era niño, no quiere decir que tengo que ser áspero, grosero y rudo, o que tengo que estar humillando a mi esposa, a veces hasta públicamente delante de los hermanos y de las hermanas de la iglesia, como algunos de ustedes lo hacen y algunos hasta son pastores.

Hermano, la Biblia enseña que debemos amar a nuestra esposa como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella. ¡Cuántos hombres tengo en la iglesia que asisten y dicen: “No pastor es que así soy, soy muy claridoso, sé que mi carácter es muy fuerte, pero mi esposa me entiende, ella ya me conoce, ella aguanta”! Así son con una esposa que ya le dio cinco o seis hijos, que ya les trabajó gratis año tras año, desde la mañana hasta la noche.

Les digo a los hermanos: “Así como tú dices: Es que así soy, ella me aguanta, ella me soporta, ya me conoce; me pregunto: si tu esposa tuviera los dieciocho años como cuando te casaste con ella y siguiera igual de bonita y joven, ¿la tratarías como la tratas ahorita que ya tiene sus cuarenta y cinco, cincuenta, sesenta años?”.

Hermano, a una mujer no se le ama nada más cuando es joven y bonita, se le tiene

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